Movimiento negro, la hora de sus definiciones

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Cuauhtémoc Blas

 

Primera parte

 

El movimiento afrodescendiente por su reconocimiento en la Constitución federal, está cerca de lograr su objetivo, es la expectativa de sus líderes para este 2016.

 

Las razones del reconocimiento han sido expuestas por tres protagonistas: combatir la discriminación y el ninguneo hacia los afro descendientes; lograr inscribir en la mente de todos los mexicanos que este grupo minoritario también es mexicano; lograr lo que llaman la visibilización de los negros.

 

Hay quien destaca que se necesita junto con el reconocimiento, trabajar para el auto reconocimiento de los negros, eliminar la auto discriminación; que en sus mismas poblaciones los negros se acepten como tales.

 

Sin embargo, elementos esenciales aún están en construcción, apenas nos “estamos formulando las preguntas verdaderas”, dice el sacerdote católico Glyn Jemmot. De ahí que una de las preocupaciones y urgencias actuales sea el estudio de la cuestión negra. De ahí también su llamado a los académicos, a que las instituciones y universidades trabajen sobre el tema. Les urgen mayores sustentos teóricos.

 

¿Y después del reconocimiento?

 

Entre las grandes interrogantes está que si al lograrse este reconocimiento, seguirán privilegiando aspectos jurídicos, tal como lo hace con el indigenismo el grupo de indigenistas que abanderan ese concepto, que no causa. No hay en este momento ningún movimiento indígena (¿lo ha habido en el último medio siglo?), parece que lo hubiera pero sólo se trata de reuniones, seminarios, diplomados y publicaciones de la élite indigenista que simula avanzar en un desarrollo jurídico y teórico que no tiene referente directo en las problemáticas de los pueblos indios.

 

Los indígenas de Oaxaca tienen como problema vital su supervivencia como pueblos, su problema principal no es el jurídico, no son las leyes, finalmente como dijo María de los Ángeles Romero Frizzi, cambiar las leyes es lo más fácil, cambiar la vida eso es lo difícil. Y el primer problema, el esencial de nuestros pueblos indígenas o negros, es la pobreza.

 

No hallamos en los pueblos indígenas quien sepa del cambio de conceptos que después de décadas de discusiones los beneficiarios del indigenismo han acuñado para dar la impresión de que avanzan. Según ellos dejaron atrás usos y costumbres para ahora conceptualizarlo como sistemas normativos internos. Tema que de tratamiento aparte, sólo habría que apuntar al respecto que ninguno de quienes hemos preguntado en esos pueblos conoce siquiera el concepto “normativo interno”.

 

La rica burocracia indigenista

 

No hay vinculación real entre la vida de los pueblos indígenas y la trama seudo intelectual tejida en torno a ellos por académicos, nacionales y extranjeros, que aprovechando la vieja política paternalista del Estado mexicano hacia los indígenas, se encuentra incrustados en las instituciones como investigadores de lujo, con altos sueldos en el CIESAS, INAH, CONACULTA...

 

Otros exitosos indigenistas están en el CDI, lo que fue el INI (Instituto Nacional Indigenista), administrando cargos y altas inversiones que desde hace más de un siglo, cuando el gobierno posrevolucionario adoptó un indigenismo oficial, resultan verdaderas fortunas millonarias que de manera evidente en casi nada han beneficiado a esos pueblos, hoy más pobres que nunca, emigrantes hacia cualquier parte. Pueblos y lenguas indígenas en extinción.

 

Los Encuentros de Pueblos Negros son reuniones realmente de esos pueblos, tal como hemos sido testigo en algunos de ellos. Las pocas reuniones de indígenas son convocadas por un pretendido santón del tema, hoy con su carrera de indigenista a modo y al servicio de gobernadores coronada como Secretario de Asunto Indígenas, Adelfo Regino Montes. De quien un líder negro describe como un funcionario más, transformado por el poder, alejado de algún proceso de lucha. Y tan un funcionario más que ya trascienden sus desviaciones del erario que administra. Tema de otro momento.

 

Sin embargo, lo anterior es de gran importancia por lo que se ve venir ante el inminente reconocimiento constitucional de los negros, y con ello la institucionalización que supone. La disputa por los cargos de alguna dependencia gubernamental especializada, lo que es advertido desde ahora.

 

En la búsqueda de bases en que sostener sus propuestas como afrodescendientes, les da por voltear hacia los también mestizos usos y costumbres, como recurso fácil a adoptar.

 

Usos y costumbres no son prehispánicos

 

Los usos y costumbres no son prehispánicos, fueron creados en las poblaciones indígenas por los mismos españoles, por los curas católicos cuando los indios perdieron sus templos, sus dioses, sus señoríos. Aún quedan elementos religiosos en esos usos y costumbres que antes exigía haber sido mayordomo de la fiesta del santo patrón y haber servido a la iglesia. En algunas partes esta exigencia persiste.

 

Esas ahora “buenas” y exaltadas tradiciones de usos y costumbres y el tequio, fueron creadas en la colonia por los no menos “buenos” curas católicos que tuvieron bajo su custodia a pueblos enteros de indígenas para su brutal explotación. El tequio se instituyó para sobre explotar al nativo, pues es trabajo “excedentario”, que se da fuera de la jornada laboral, en los días de descanso, y era sobre todo para construir caminos por donde sacar la producción del patrón a los mercados, además de iglesias y haciendas de los poderosos. El tequio era para la “plebe”, el patrón nunca dio tequio. Hoy tiene una utilidad más social, pero su genealogía fue desde el poder.

 

Segunda parte

 

En esta hora de definiciones del movimiento negro, conviene dar un repaso histórico de los otros grupos que el mal sentido común propone como ejemplares, para tomar o no de ellos elementos que pudieran ser útiles. Quizá en algo lo sean, aunque por sus rémoras y estancamiento no parecen serlo tanto. Es el caso de los usos y costumbres indígenas.

 

Destrucción de lo indígena

 

Según análisis de Arturo Warman, la población indígena oscilaba «entre 11 y 25 millones», misma que entre 1492 y 1633 se redujo 90%. Para este autor, lo anterior significó el colapso de las culturas mesoamericanas al perder su base demográfica, «una catástrofe irreparable, una herida mortal para la continuidad de las civilizaciones y las culturas».

 

De nuestras antiguas culturas, la zapoteca por ejemplo, sobreviven ruinas o «vestigios arqueológicos». Pero no sólo eso, es importante advertir que aquello que la Colonia no pudo extinguir fue la lengua y a los indígenas. Si bien, los antiguos sistemas de organización social y de producción fueron anulados casi en su totalidad. A este respecto Warman apunta:

 

Con las élites (indígenas) desaparecieron muchos de los conocimientos especializados y esotéricos de los que eran portadoras exclusivas, entre ellos la escritura o la memoria histórica, la astronomía y los calendarios que organizaban los ciclos de la vida. Los sobrevivientes tuvieron que recrear sus culturas para sobrevivir en un contexto de declinación y privación, de sumisión y bárbara explotación (...) mucho de lo que ahora consideramos indígena se formó y creó en ese lapso (la colonia), se inventó para resistir frente a la adversidad. (Los indios mexicanos en el umbral del milenio. FCE. pp. 24-25)

 

“En la mayoría de los casos se adjudica a dichos pueblos sólo virtudes, sin someterlos a la más elemental crítica que cualquier sociedad exige para tener el conocimiento necesario que le permita avanzar en la solución de sus problemas sociales. Ningún favor le hacen aquellos que sólo las glorifican. Lo anterior parece ser una compensación histórica, pues en épocas anteriores (colonial y porfirista) se atribuía a los indígenas indolencia, supercherías, hechicería y “toda clase de vicios”. No obstante, se pasó de un extremo a otro.

 

Tanto es así que el mismo Warman sostiene que «El debate nacional sobre el problema indígena, cada vez más ideológico y politizado, no refleja con fidelidad ni profundidad la compleja realidad de los indígenas mexicanos o sus aspiraciones». (op. cit. pág. 8)

 

U y c vs derechos humanos

 

Un dato revelador es que en estos pequeños municipios que poseen el 30% de la población de Oaxaca, sus ayuntamientos cometen el 35.56% de las violaciones a los derechos humanos. El resto se lo dividen la PGJ y el IEEPO.Y pueden ser mucho más violaciones ya que sólo salen a quejarse los avecindados o indígenas que ya han emigrado, la mayoría es muy pobre y guarda respeto y temor a sus autoridades pues pueden recibir serios castigos si salen a quejarse. Los datos citados son del

 

Consejo Estatal de Derechos Humanos de Oaxaca (Blas L. Cuauhtémoc, “Oaxaca, ínsula de rezagos. Crítica a sus gobiernos de razón y de costumbre”. 2007. Edit. Siembra. Pp.113-114 y 125).

 

Esta violencia oaxaqueña tiene su raíz sobre todo en la miseria que es la mayor generadora de violencia. Según investigaciones sociológicas, en la zona Triqui no puede ser líder ni dirigente un individuo que no haya demostrado ser el más violento, aquél que no haya salido airoso de algún problema o ataque.(ver León Javier Parra, “Etnicidad, nacionalismo y poder”).

 

Estudiar fuera de los mitos

 

Por eso es urgente esa formación teórica, sobre todo con académicos fuera de los estrechos intereses sectarios indigenistas que privan en nuestro medio, donde el tema indigenista con su defensa a ultranza y acrítica ofrece ocupación e ingresos a los talentos locales que así resuelven sus necesidades, y hasta a extranjeros que medran académicamente con lo mismo.

 

Las leyes no solucionan los grandes problemas de los pueblos, no hay igualdad jurídica sin igualdad económica, dijo el viejo Marx. Un pobre sin abogado es nada frente al rico con un despacho a su servicio. El asunto nodal a resolver es la pobreza, buscar la generación de riqueza y de empleos, la obtención de ingresos suficientes que puedan, en principio, ofrecer una vida materialmente digna a los negros, indígenas o cualquier persona.

 

Pero muchos no se ocupan, ni quieren ver la problemática real que tiene a los pueblos en la pobreza y que debería atenderse antes o a la par de la cuestión jurídica: atraso económico, político, educativo, cultural, analfabetismo, emigración, todo lo cual los hunde en una violencia permanente. Sale más barato hacer y presumir leyes que nadie respeta. El problema es más de las zonas empobrecidas, negros o indígenas en las ciudades, cuando logran integrarse a procesos educativos o productivos que elevan su calidad de vida, es evidente que superan su condición de excluidos.

 

Avanzar, no retroceder

 

Difícil que alguien sin sus necesidades primarias resueltas puede dedicarse a ocupaciones subjetivas, ni filosofar o incluirse en procesos de auto valoración. El camino de cualquier emancipación pasa necesariamente por la búsqueda de las soluciones a los problemas de la economía; no ayuda adoptar sistemas atrasados, casi estacionados en el tiempo como los usos y costumbres. Avanzar o retroceder, es el dilema.

 

En ese exaltado régimen “orgullo de Oaxaca”, hay una religión de “Estado”, la católica, y está prohibido que practiquen otra so pena de ser desterrados del pueblo como mucho ha sucedido; donde en 90 de los 417 de esos municipios de usos y costumbres las mujeres no tienen derecho de participar en política, y a veces ni siquiera tienen derecho de herencia. La vigencia del cacicazgo en estos municipios pequeños también es innegable. Lo que es de admirar, es ese pesado seudo romanticismo que cubre tanta injusticia.

 

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