,- San Mateo, todos contra todos

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Cuauhtémoc Blas

 

El daño que los seudo intelectuales indigenistas han hecho a los pueblos de Oaxaca es inmenso. Primero con la pose de presumir el legado indígena de Monte Albán, Mitla y demás, para esconder la realidad de los indígenas de hoy. Persiste la política de que el mejor indígena, es el indígena muerto, cuyas “culturas milenarias” son orgullo de la nación.

 

Todo se pierde en lo abstracto para ocultar lo concreto, la miseria, los grados más altos de marginación. Si en otras partes los indigenistas aceptan que la pobreza es la peor violencia, ¿por qué no se acuerdan de usar esas variables aquí?

 

Ya no lo recordarán pues esos aplicados muchachos -hasta libros hacían- retóricos y luchones lo que querían era sólo una buena chamba segura, ya están en el INPI y en otras burocracias doradas nacionales e internacionales, bien pagados y pagadas, convertidos en los carniceros de hoy.

 

A la pregunta de qué cultura se podría considerar digamos buena, Luis González responde (más o menos así) en su libro Las Mentiras de Mis Maestros, que acaso aquella que logra sostener la vida de su gente en su tierra, aquella donde la gente no tenga que emigrar por hambre. Cómo definición inicial, parece certera. Hay pueblos fantasmas indígenas.

 

En vez de analizar sus enormes problemas, para hallar soluciones, salen por peteneras de Comunalidad y fantasías, adjudicando a esos pueblos una especie de paraíso recobrado que nunca tuvieron, ni antes de la Colonia, ni ahora. Al contrario, lo que han vivido y viven es algo parecido a la imagen del infierno.

 

Los 17 torturados y asesinados incinerados en San Mateo del Mar es otra de las imparables masacres entre pueblos “hermanos”. Antes hubo 22muertos en Agua Fría en un solo día de mayo de 2002; otro mayo pero de 2011 mataron a 10 en Santiago Choapam; en Copala Triqui los muertos se cuentas por centenas. Todos pueblos indígenas de usos y costumbres. Los pleitos a veces por unos metros de tierra.

 

Pero los indigenistas dan vuelta a esta hoja diciendo que se pelean por esos metros porque la esencia de esas “culturas” es la madre tierra por la que dan hasta la vida. No me digan, debieran ellos también entonces ir igual por su madre tierra. Los huaves y los triquis son etnias violentas, por citar a dos. En pueblos de este último eligen como autoridades y líderes a los más fuertes, a quienes saben pelear y enfrentarse.

 

La historia documenta que los huaves llegaron huyendo de guerras intestinas de pueblos donde hoy es Nicaragua. Llegaron por mar, en la época precolombina, y se asentaron en las mejores tierras del Istmo, sostenidos en su capacidad guerrera. No eran pescadores sino agricultores.

 

Por ello los zapotecas aguantaron, pero en una de las guerras de zapotecas contra aztecas en las inmediaciones de Mitla, donde los de Istmo acudieron a reforzar a los del Valle –cuenta la historia- victoriosos a su retorno, crecidos, de paso se fueron contra los huaves para regresarlo al mar.

 

Desde entonces se quedaron en las peores tierras del Istmo, desérticas, con dunas de arena que se mueven y los dañan.

 

San Mateo es el pueblo original de los huaves, el más viejo. Ahí llegaban los juchitecos a quitarles sus maricos a cambio de pocas monedas que les tiraban al suelo. El resentimiento de esa etnia contra ellos es fuerte, huave es el nombre que éstos les adjudicaron. El escritor Italo Signorini, quien publicó el mejor libro sobre ellos, define huave como “podridos por la humedad”. Por eso exigen ser llamados Ikood, Mero Ikood.

 

Los triquis hicieron desplazarse a los más débiles, si esos débiles pudieran desplazarían a los otros. Los combates entre pueblos no son ni han sido de poca monta. En un viaje que hicimos a un pueblo de la mixteca nos relataron que sus habitantes están obligados a aportar dinero para comprar armas, si no quieren perder sus derechos, más los emigrantes.

 

Recién habían recibido un embarque singular, cuyo paquete incluía no sólo la instrucción en el uso de las armas, sino también tácticas de combate. Recuerdo que un ex sacerdote decía: “Oaxaca vive una guerra permanente de baja intensidad”. Claro, faltan los detalles de la actual guerra en San Mateo, pero hoy falta espacio.

 

Apenas adelantar que ahí también es todos contra todos, pues mientras las víctimas de hoy se duelen, ayer se cebaron contra su pueblo “hermano” Ikoods de Santa María del Mar, al que tienen encerrado desde hace más de 10 años sin permitirles el paso por tierra, forzados a salir por el peligroso mar, lo que ha dejado muertos cuando el viento derriba sus débiles embarcaciones. No se sugiere ninguna justicia divina, no existe, se describe una realidad constatable.

 

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