El ¿nuevo? gabinete

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Como no hay plazo que no se cumpla, la fecha del 1 de diciembre se acerca a pasos agigantados. El cambio de gobierno que ahora es alternancia está a la vuelta de la esquina. Los escándalos de corrupción del secretario de finanzas y sus familiares ponen en tela de juicio al gobierno saliente. Más de mil millones de pesos presumiblemente sacados del erario oaxaqueño.

A pesar del ánimo conciliador y sus llamados a la paz y la armonía para Oaxaca, el gobernador electo, antes de lograr esas utopías, tendrá simplemente que ejercer justicia, pues sin la aplicación de ésta muy poco podrán lograrse la famosa reconciliación que también pide. No puede haber reconciliación con quienes saquearon, desangraron hasta la saciedad a este estado, uno de los más pobre del país.

Es muy difícil lograr la paz en donde predomina la pobreza, donde más del 70 por ciento de la población vive en ese estado. La pobreza extrema es el mayor estado de violencia, y por ello los grupos dedicados a la negociación política encuentran ahí caldo de cultivo para sus negociaciones.

Esta semana que concluye Heriberto Pazos Ortiz, el usufructuario de Movimiento Unificador de Lucha Triqui (MULT), además de jubilado por Murat como jefe de una oficina del Monte de Piedad del gobierno del estado, hizo alarde de su capacidad de movilización. Muestran el músculo, como dicen, al próximo gobierno. Y decimos alarde pues persuadieron a informadores de radio y prensa que acarrearon a 40 mil indígenas, cuando si acaso eran 15 mil.

La inquietud por la integración del gabinete de Gabino Cué se da en todo el estado. Simplemente la gente exige que su voto de castigo se haga realidad. Sería desalentador que ese voto se contradijera al premiar a antiguos pájaros de cuentas, a nada prestigiados ex funcionarios de sexenios anteriores. Son muy conocidos. Tampoco se puede generalizar, y calificar de probadamente malos a todos los ex funcionarios, pero los nombres famosos están en la memoria colectiva.

Que inauguraran el nuevo Gabinete ex secretarios y ex funcionarios que deberían estar (algunos están) bajo investigación y no en espera de nuevos cargos, sería un golpe a la esperanza de la gente y una pérdida inmediata de una parte de ese amplio bono democrático que hoy posee el gobernador electo Gabino Cué.

Entre los taxistas de la ciudad cunde la preocupación por el rumor de que regresa al cargo de Transportes la misma señora que tanto padecieran hace dos sexenios. Fue famosa por la profusa venta de concesiones de taxis foráneos. Concesiones “clonadas” que pululan y dejaron fuertes ilegales dividendos. En contra de su organización gremial los taxistas votaron en su mayoría por el llamado cambio, hoy confundidos por el posible retorno de esa clase política contra la que, precisamente, votaron, de pronto empiezan a percibir que el gobierno que esperaban suyo, quizá pronto les sea ajeno “De nuevo será el gobierno de los de siempre”, dicen.

Pero las rémoras del pasado se mueven, hasta de manera inédita. El viernes un ex secretario de turismo, que lo menos que se le denunció fue por el doble boletaje que hacía de las fiestas de los Lunes del Cerro, presentó un libro insólito donde asienta que la cuna de la civilización americana fue la zapoteca y no la olmeca. A reserva de pedirlo prestado para revisarlo, ni Paddock, ni Matos, ni Alfonso Caso, ni Ignacio Bernal, ni todos aquellos que toda su vida se dedicaron a las investigaciones arqueológicas atisbaron esto que ahora un diletante viene con el mayor desenfado a decir. ¿Con qué autoridad, con qué rigor académico? Es absurdo.

Pero eso sí, intentó concentrar a la clase política, dos ex gobernadores para presentarlo, Diódoro Carrasco Altamirano y Jesús Martínez Alvárez. El primero envió representante. El maestro de ceremonias, el hijo de un ex precandidato a gobernador, José Antonio Hernández Fraguas. Mejor hubiera publicado un ensayo político para buscar espaldarazos.

Oaxaca no necesita a estos políticos, al contrario, necesita una urgente dosis de modernidad, dejar de regodearse en un pasado muchas veces ilusorio, paraísos indígenas que nunca existieron. Y si existieron, ¿ayudan a mejorar la difícil vida de los indígenas de hoy? Para nada.

Andrés Oppenheimer en su nuevo libro “¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro” dice: “Vale la pena entonces hacernos una serie de preguntas tan pertinentes como políticamente incorrectas: ¿Es saludable esta obsesión con la historia? ¿Nos ayuda a prepararnos para el futuro? ¿O, por el contrario, nos distrae de la tarea cada vez más urgente de prepararnos para competir mejor en la economía del conocimiento del siglo XXI?”

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