Acabó el mal gobierno; inició el nuevo

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Estamos por fin en otro tiempo histórico de Oaxaca. El sexenio atrabiliario e ilógico de Ulises Ruiz Ortiz concluyó por fin. Nunca un gobierno sexenal había sido tan largo como ese. Accidentado, tortuoso, sin pies ni cabeza (menos), autoritario hasta el último momento, el gobierno pasado dejó constancia de su futilidad y falta de entereza al no asistir a la entrega del poder y asunción del nuevo gobernante designado por el pueblo.

Ni la osadía de sus horas más ominosas de represión brutal le habrían servido para escuchar lo que el pueblo de Oaxaca si quería del discurso inaugural de Gabino Cué Monteagudo: “Oaxaca vivía con miedo…, miedo de un sistema desigual que fomentaba la diferencia y la exclusión…; miedo a una represión continua, a violaciones a los derechos humanos y a constantes persecuciones a dirigentes y organizaciones sociales…”

La crítica del hoy gobernante a su antecesor fue clara. Los temas centrales de la barbarie anterior, la impunidad y corrupción: “Aún así, no permitiré la impunidad —dijo Gabino—, y no habrá protección para quienes con sus actos traicionaron la confianza y la voluntad de la gente, desquebrajando así el tejido social del pueblo de Oaxaca”. Corrupción e impunidad, binomio delictivo que deberá ser combatido sin miramiento, por todo lo que afectan a un pueblo tan pobre como Oaxaca. En ese sentido agregó el orador:

“Nadie estará por encima de la ley; quienes hayan violentado los derechos humanos o ignorado a la justicia, tengan por seguro que serán sancionados. ¡No toleraré actos de corrupción! Tenemos que erradicar este mal que tanto ha dañado a nuestra sociedad. No permitiré funcionarios que se enriquezcan al amparo de la pobreza de la gente, por lo que habrá una constante vigilancia y monitoreo de la función pública”.

Y advirtió Cué Monteagudo: “¡Ay de aquel que bajo mi mandato anteponga su bienestar personal al del pueblo oaxaqueño! Mi Gobierno buscará un enfoque más humano para la solución de problemas. No más represión, ni acoso político, ni autoritarismo para acallar las inconformidades. El poder debe ser la consecuencia lógica del entendimiento entre todas las partes”.

Tomar al toro por los cuernos de la herencia nefasta a combatir del pasado reciente, que ocupó la parte medular del discurso de toma de posesión y que acometió el orador de manera directa al iniciar su discurso, no sólo levantó el ánimo, aplausos y esperanzas de muchos de los testigo del histórico acto en el palacio legislativo de San Raymundo Jalpan, fue un compromiso histórico, más ineludible ahora que el nuevo gobernante tuvo el tino de recoger con precisión el sentir de sus gobernados.

Gobernados que en su gran mayoría claman justicia, previo a la reconciliación. Sin aplicación de la justicia no hay Estado de derecho y no hay paz. Y la justicia pasa por enjuiciar a Ulises Ruiz, a Miguel Ángel Ortega Habib, a Bulmaro Rito Salinas, a Armando González Bernabé, a Andrés Webster, entre otros de los principales y evidentes personajes señalados y cuestionados en su actuación pública al frente de sus altas responsabilidades, que ellos hicieron descender tanto.

No dejó de aludir el nuevo gobernante a estas asociaciones dentro del gobierno, a los integrantes del grupo faccioso en el poder, al que desde el principio se le bautizó como “La burbuja”.

“¡Nunca más —dijo Cué— un gobernador que abuse del poder público para beneficio personal o el interés de un grupo en detrimento de la población en su conjunto. En eso también Oaxaca debe ser ejemplo nacional!”

Reformas y cambios en el entramado jurídico de Oaxaca ha propuesto el ejecutivo del estado para llevar a cabo su diseño de gobierno, mismo que en el marco de un contexto de mayor y mejor democracia, que se espera, habrán de discutirse de tantas asignaturas pendientes. Es necesario trocar normas y leyes autoritarias por democráticas. Un tema sentido y sufrido por Oaxaca es el despotismo, corrupción e impunidad de los presidentes municipales.

A éstos, la autoritaria legislación oaxaqueña los dota de atribuciones similares, como nombrar tesorero, secretario municipal, y dominar prácticamente el cabildo sin contrapesos merced a esas leyes y a prácticas supralegales que lo invisten de poderes señoriales, por eso aún persiste la reverencia hacia el edil a quien llaman “El Señor Presidente”. En los pueblos de Usos y Costumbres la sujeción de los gobernados y abusos de la autoridad municipales es peor aún, más premoderno, más violento.

Paralelamente, la legislación oaxaqueña ata al primer Concejal (o presidente municipal) a los designios del ejecutivo del estado, quien siempre con la ley y la costumbre, a través del hasta hace poco sumiso Congreso local (¿cambiará?), tenía en sus manos la suerte de los presidentes: destituirlos o darles impunidad. La vieja demanda de la Revolución Mexicana de Municipio Libre, sigue incumplida 100 años después. No es mucho, pero este gobierno ya se ocupa de los municipios de Oaxaca en su primer discurso, esperemos acciones más amplias, además de Cabildos abiertos y audiencias públicas.

Pero quizá lo más trascendente del discurso en cuestión sea lo referente a la niñez oaxaqueña, y eso alude directamente con la educación de las nuevas generaciones. Al respecto Cué Monteagudo expresó, levantando el clamor de los maestros que protestaban afuera del recinto cameral:

“Por eso mi gobierno tiene un compromiso especial para invertir en la educación y convertirla en palanca de desarrollo y eje central de la política social del Estado. Y porque la educación es un tema esencial para sacar a Oaxaca del retraso que vive quiero enviar un mensaje directo a mis amigos y compañeros del magisterio oaxaqueño: Maestras y maestros, el cambio que estamos construyendo en nuestro estado no podría lograse sin la decidida participación de los trabajadores de la educación. Para mejorarla necesitamos que nuestros niños y jóvenes no pierdan un día más de clases; necesitamos que las aulas escolares sean recintos dignos para que los cientos de miles de niñas y niños oaxaqueños aprendan…”

No hay nada más importante que recomponer la educación de Oaxaca. Es de vida o muerte. Benito Juárez sentenció que gobernar es educar, y esa deberá ser la primera y más importante tarea del llamado gobierno del cambio: mejorar a toda costa la calidad de la educación de los oaxaqueños. A las frecuentes citas de Gabino Cué a Benito Juárez, habría de agregarle la expresada por el entonces presidente de la República el 7 de julio de 1857: “La instrucción es la primera base de la prosperidad de un pueblo, a la vez que el medio más seguro de hacer imposible los abusos de poder”. Por eso conviene no temer como hasta ahora y acometer la discusión en foros y consultas sobre tan crucial temática: la educación del pueblo de Oaxaca, hoy en el sótano.

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