Las tandas de Apolodoro

Por Bruno Moreno


Hasta la casa de Apolodoro llegaron sus paisanos de la Sierra a reclamarle que gestiones y solicitudes de recursos de los programas de gobierno realizados a través suyo no llegaran a su destino y sospechaban que se los quedaba. La sospecha creció esa ocasión que la autoridad municipal del Azareo aceptó una comida en casa del exitoso paisano en la capital. Grande fue la sorpresa al encontrase con una residencia de ricos.

—Ja, paisano, le dijo uno, ¿de dónde salió esta casa tan grande? ¿Dónde tú trabajas no creo que te dé pa´ tanto?

—Todo esto se lo debo a una tanda, respondió, hábil como era.

—¿A una tanda?, replicaron sorprendidos.

—Si amigos, la fui pagando poco a poco y hasta que me tocó, igual que le tocó a mi vecino y a otros vecinos de las casas que ven. Todos le entramos a la tanda y nos fue re bien.

—Pinche Apolodoro, de dónde saliste tan mentiroso, tu padre no era así.

—Salud, échense sus copas que ya viene otra tanda de mezcal—atajó con una carcajada y gritó como un loco—  ¡A la salud de las tandas! ¡Arriba las tandas!

 

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