¡Los esenciales, no!

En el gobierno de  Odiseo, después de un proceso de reclutamiento, para no defraudar las leyes de discriminación y ganar más adeptos en sus ansias de ser gobernador, el Secretario de Administración, Pepe Stroncio Zarza, contrata a un grupo de caníbales oaxaqueños; durante la ceremonia de bienvenida les dice:
“Ahora forman parte de un gran equipo y podrán disfrutar de todos los beneficios del gobierno, por ejemplo, ir al restaurante de la Ciudad Administrativa cuando quieran para comer algo… sólo les pido que no se coman a otros empleados”; bromeó el turco.
Cuatro semanas más tarde, el secretario  llamó a todos los caníbales.  
—Ustedes están trabajando muy duro y estoy muy satisfecho… pero la señora que sirve el café, desapareció, ¿alguno de ustedes sabe qué le pasó?
Todos los caníbales negaron con la cabeza.
“De todos modos —dijo Stroncio Zarza—, ante la duda, dense por despedidos. Gracias”  
Después que el Secretario se marchó, el jefe de los caníbales los junta a todos y les pregunta: “¿Quien fue el pendejo que se comió a la señora del café?”
El más salvaje de los caníbales, llamado Fulvio Scosia, levantó tímidamente la mano. El jefe caníbal los regaña:
—¡Eres una bestia bruta! ¡Un demonio de Coyotepec! ¡Estábamos trabajando aquí con una gran oportunidad en las manos! En cuatro semanas nos hemos comido quince directores, doce subdirectores, seis jefes de personal  y veinte asesores, y nadie se enteró...  
“Y podríamos haber seguido de manera indefinida, pero no ¡idiota!… tenías que echarlo a perder:
“¡Tenías que comerte a una persona que sí era necesaria!”