O plantar un hijo o escribir un árbol o…

Ásale Chepis se hallaba muy contento por todos los logros de su dirigencia: Mantener a Oaxaca en último lugar de educación,

 

eliminar todas las órdenes de aprehensión para los profesores delincuentes, más dinero para su gremio (y para las cuentas personales de los líderes) y no prolongar las clases, perdidas por tantos paros, entre otras ganancias, por lo que disfrutaba una copa de champán con unos de sus aduladores, que le decían lo sublime que era.
—¿Cuánto has logrado líder! —decía uno de los barberos —. ¡Lo que ningún otro guango!, ¡Ya tenemos más dinero, no le pagaremos a la familia del muerto, trabajamos menos horas y con más días de aguinaldo!, debes estar muy satisfecho…
—Así es compañero revolucionario —respondía Chepis engolando la voz, como cuando anunciaba a su grupo musical en un baile—; me siento muy satisfecho; pero no totalmente...
“Como dice el refrán: ya sembré un árbol, ya tuve un hijo, ya sólo me falta… ¡LEER un libro!”