Guelaguetza con pésimos gobiernos

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Pasan los años y las décadas, vamos para el siglo de la realización de las modernas fiestas de los Lunes del Cerro, con la presentación del folclor de las diferentes regiones de Oaxaca los dos últimos lunes de julio en la Rotonda de la Azucena del Auditorio Guelaguetza. Sin embargo, no hay una planificación ni avances en la calidad de ese espectáculo y de otras actividades como la Feria del Mezcal que se ajusta a unos cuantos stand y asemeja más bien una cantina grande.

La Guelaguetza tiene su referente pero no nació exactamente con la convocatoria del poder ejecutivo estatal para festejar los 400 años de la Ciudad de Oaxaca, en lo que se llamó “Homenaje racial”. Festejo que conjuntó no sólo a los grupos folclóricos del estado, sino también a músicos y compositores, y estimuló la creatividad de artistas y productores quienes incorporaron bailes nuevos como el Jarabe Mixteco (extrapolado del bajío) y Flor de Piña de Tuxtepec. Ambas innovaciones adquirieron tal carta de naturalización que hoy la Guelaguetza no se explica sin ellos.

Pero esa creatividad se detuvo. Con el mediano auge comercial y turístico de esa fiesta, la presión para el control y decisión sobre ella aumentaron. El Comité de Autenticidad fue subordinado a las decisiones de los políticos, dejó de ser útil.

Y habida cuenta de la decadencia educativa y política estatal, la clase política local fue siendo cada vez menos diestra, hasta llegar a los sexenios recientes, con el “Atila de Ixtepec” José Murat y el “tirano” Ulises Ruiz. El primero sin un mínimo barniz en administración pública nunca contempló delegar poder y se metió en todo lo que pudo.

Murat incluyó en la Guelaguetza una delegación de su natal Ciudad Ixtepec y de otros pueblos. Esta política populista rompió el orden y alargó la fiesta sin enriquecerla sino al contrario, se hizo algo tediosa. Así Ulises Ruiz para repartir estas nuevas inclusiones ordenó la realización de dos presentaciones más, por la tardes. Todo bajo la improvisación de su secretaria de Turismo. Pero como los turistas no se incrementaron al doble, la simulación del éxito de estas decisiones se hacía regalando boletos para llenar los espacios de paga.

El resultado de este tipo de gobiernos llegó así hasta el actual, que hizo añicos su promesa de cambio y se montó sobre los errores de sus antecesores, prosiguió con las Guelaguetzas por las tardes generalmente lluviosas y, lo peor, no sólo sostuvo el repudiado proyecto ulisista de cubrir el Auditorio Guelaguetza, además lo trastocó, incrementó su costo y se exhibió por lo menos como ineficaz cuando a pocos meses de culminada la velaria una simple racha de viento la derribó.

Si estas rémoras de sexenios pasados las hizo suyas el “gobierno del Cambio”, ¿cómo esperar que cumpliera las promesas de campaña de hacer justicia? De ahí que los protagonistas de los malos manejos del erario sigan en la impunidad. El caso de Eviel Pérez Magaña, Ex director de Obras Públicas y delfín de Ulises, ilustra esa impunidad cada vez con más visos de que fue negociada en su momento entre el gobernador saliente Ulises Ruiz y el entrante Gabino Cué.