Murat y URO por el cacicazgo; Diódoro, por ser hombre fuerte

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Personajes de mano dura han gobernado Oaxaca, sin embargo hasta casi finales del siglo pasado éstos fueron de una formación académica y cultural sólida, incluso hasta un músico consumado, Pedro Vásquez Colmenares; intelectuales como Manuel Zárate Aquino, autor de diversos libros; profesionales destacados como Víctor Bravo Ahuja o Fernando Gómez Sandoval, sociólogo autor de un libro de ensayos críticos.

 

Aunque algunos buscaron sostener el gobierno más allá de su periodo con su grupo político, quienes formaron o tuvieron grupo político, ninguno se planteó quedar como el jefe o cacique político de la Vieja Antequera. Por ejemplo, en medio de la designación que desde el centro federal apuntaba hacia Diódoro Carrasco, Heladio Ramírez se alineó y abrió paso a quien por lo mismo placeó como su delfín. Hay quien opina que hubiera querido dejar el cargo a su amigo Sergio Vera.

 

Sin embargo, Heladio culminó su gobierno y se fue de Oaxaca sin pretensiones transexenales. Diódoro quién sabe si hubiera hecho lo mismo de haber ganado con Estefan Garfias, su malogrado delfín de 1998. Una periodista comenta como Diódoro le indicó el adjetivo que prefería: mandatario, el que manda.

 

Si Oaxaca exhibía de suyo severos rezagos y pobreza, algo peor se instauró desde la llegada de José Murat, la tendencia hacia la regresión, con el autoritarismo y la corrupción en aumento sostenido. Murat con su adicción al poder entregó el gobierno a URO con el 70 por ciento de muratistas en el nuevo gabinete. Ulises raudo se deshizo de ellos o los atrajo.

 

Ulises Ruiz quería cometer sus propios latrocinios, a lo que se dedicó hasta desembocar en la gran crisis de 2006, que fue el resultado de ese par de gobiernos autoritarios e improvisados, de arrebatadas decisiones. La más grave y ominosa de todas, la represión del 14 de junio de 2006, no por lo que hubiera sido de utilidad, meter orden en el caótico sistema educativo, sino haberla realizado a partir de otra ocurrencia y desatar violencia e ingobernabilidad que dañaron de manera irreparable a la entidad.

 

Estos dos ex gobernadores no se conforman con los daños cometidos en sus sexenios, sino buscan establecer un cacicazgo. Murat creyó que tendría a Ulises sometido, fracasó. Ulises quiso dejar a su salida a su ex secretario de Obras Públicas, Eviel Pérez Magaña, no pudo, le ganó el repudió de la gente que entronizó a quien resultó otro sátrapa, Gabino Cué, simple continuador de esas lacras que llevó al apogeo con el velo de la alternancia democrática.

 

Hoy Murat y URO pelean de nuevo la sucesión. Murat busca colocar a alguien de todas sus confianzas, a su hijo Alejandro; URO tiene dos cartas, Eviel Pérez y Héctor Pablo Ramírez. De estos dos últimos, el primero encabeza la puja, el segundo con el señuelo de tercero en discordia, pero son del mismo equipo sin prestigio que ya asoló a Oaxaca.

 

El otro ex gobernador, Diódoro Carrasco, hombre de rancho en Cuicatlán, hombre de a caballo formado en un ambiente familiar político y de poder, paradógicamente no se ha postulado como cacique de Oaxaca, aunque ha actuado para dejar a su gente en el gobierno, es el caso de su ex colaborador Gabino Cué. Parece que sólo busca poner candidato --claro con las ventajas que esto supone-- y hoy revive a José Antonio Estefan, ambos ya fuera del PRI, el primero en el PAN y el otro en el PRD. Qué importa el partido, de derecha, de izquierda o fascista si hubiera, para eso están las alianzas, para unir lo que sea.

 

Mal fario el de Oaxaca entre dos ex gobernadores aspirantes a caciques y otro más a hombre fuerte de la entidad.