Todo se hundió

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BENMORIN__uro_JUEVES_30El epitafio del gobierno actual en retirada podría ser “Todo se hundió”. Al desastre electoral y los planes transexenales del gobernador Ruiz Ortiz truncos, se sumó la revelación de la onerosa deuda pública del estado, que aumentó un mil por ciento, de 600 millones en que la dejó el llamado “Atila de Ixtepec”, José Murat, a 6 mil 500 millones en que aún la tiene el actual gobierno, aumento desmesurado y cuyo ejercicio no se ve materializado en alguna parte.

Ahora las torrenciales lluvias ponen al descubierto otras lacras: la mala construcción de carreteras, puentes y caminos. Lo que ha incomunicado a poblaciones y hasta regiones enteras. La corrupción en materia de construcción y obra pública acentúa los daños a los afectados.

La capital del estado luce llena de baches, vialidades destrozadas sin que las fugaces autoridades municipales con su par de encargados del despacho sirvan de algo. Pero como el dolor se combate a veces con ironía los capitalinos han nominado a Oaxaca de Juárez “Ciudad de primera”, pues quienes tienen automóvil sólo usan la primera velocidad, no es posible andar más aprisa.

Las obras recientes en el Monumento a la Madre son ahora un monumento a la ineficiencia, por su pavimento nuevo totalmente destrozado. Los vehículos a vuelta de rueda convierten en grandes estacionamientos cruceros como esos en las horas “pico”. Pérdidas de horas-hombre, daños a los autos en miles de pesos y mayor neurosis en las personas, son los saldos.

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Pero lo anterior son, digamos, males menores respecto de lo que sufren los oaxaqueños del interior del estado, sobre todo los de poblaciones enclavadas en las sierras y montañas donde falta todo, hasta objetividad y mesura de los funcionarios. Decenas de poblaciones, abandonadas a su suerte, claman auxilio. Regiones como la Sierra, Istmo, Costa, Cañada y Tuxtepec han sufrido los embates de la naturaleza. El calentamiento global provocado por el hombre cobra tributo.

Pero el abandono no es

sólo en poblados lejanos, incluso en la periferia de la ciudad de Oaxaca y en poblaciones conurbadas y de Valles Centrales los damnificados por las inundaciones son desatendidos. Los noticieros de las estaciones de radio dan cuenta de la desesperación y enojo de los ciudadanos en desgracia.

Incapacidad, negligencia e insensibilidad de los responsables del área es manifiesta. La perla dorada que expelió el director de Protección Civil estatal, Carlos Ramos Aragón, es de antología, al trascender de la e

xistencia desde 2001 de un decreto que ordenaba la reubicación del hoy siniestrado Tlahuitoltepec, dijo: “Lo que no fue en tu año que no te haga daño”.

Otra revelación más notoria que nunca, fueron las abultadas cifras de damnificados que dan siempre los funcionarios, siempre calculadas a la alza, habida cuenta de que entre más personas dañadas y más poblaciones declaradas en estado de emergencia, mayor es la cantidad de recursos que el gobierno federal destina a la entidad a través, en este caso, del FONDEN. Recursos que por la naturaleza misma de su uso, emergente y sin control, no son susceptibles de fiscalización. Precisamente el sueño de todo funcionario deshonesto.