Se acabó el largo sexenio…

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Faltan pocos días para que se cierre un duro ciclo de la vida de Oaxaca. Nunca un sexenio de gobierno estatal había sido tan largo. El conflicto social de 2006, será en la historia el mayor estigma del gobierno en retirada, muestra de los alcances de su despotismo y la descomposición social y política.

Si bien el 2006 dejó más atraso que adelantos, selló la suerte del PRI-gobierno que durante 81 años gobernó Oaxaca. Si Ulises Ruiz Ortiz —el gobernante que culmina su gobierno con los índices más bajos de aceptación y con los más altos de deuda, violencia, corrupción, caos— no cayó en aquél aciago año, su partido perdió la partida desde entonces.

Más que el débil candidato priista, perdió el PRI (todos los priistas y no sólo la camarilla que entregó el poder). Así nos lo corroboró un elector ese 4 de julio en Santa María Atzompa cuando al salir de votar en su casilla, levantó su credencial de elector y expresó satisfecho: “Cayó el tirano”. A la mitad del histórico día, ese hombre del pueblo tenía el pulso de la voluntad colectiva.

Un estado destrozado y una estela sulfurosa deja el gobierno saliente. Nunca un representante del poder ejecutivo de Oaxaca había sido tan maltratado por representantes populares en el Congreso local. Esto sucedió en las postrimerías del sexenio de Ruiz Ortiz con su secretario de Finanzas, Miguel Ángel Ortega Habib. En una comparecencia lo llamaron “cobarde, mentiroso, corrupto”. Y es que, mientras su hermana y su sobrino no expliquen la procedencia de mil 200 millones de pesos atesorados en sus cuentas bancarias, seguirá la sospecha de que fueron sustraídos del erario oaxaqueño.

El nuevo gobierno recibirá una administración, por donde quiera que se le vea, caótica. Gabino Cué Moteagudo y su equipo no sólo necesitan un diseño de políticas públicas de calidad y adecuadas al Oaxaca de hoy, sino, además, carácter, sabiduría, templanza, justicia. Política, es negociación, pero la voluntad de un pueblo que exige justicia, seguridad, empleo, educación de calidad no debe dejarse de lado.

A partir del 1 de diciembre empezaremos a ver si ese trauma histórico que fue el 2006 nos dejó resultado bueno, el anhelado cambio, pero más aún, si se realizan las reformas a nuestro marco constitucional y legislativo para sustituir normas autoritarias por democráticas.

Urgen también cambios en las prácticas políticas: equilibrio de poderes, en lugar de subordinación; respeto a la autonomía municipal, antes que buscar su sometimiento; independencia real de los llamados organismos “autónomos” (IEE, ASE, CEDHO).

Hace falta instaurar la rendición de cuentas y honestidad en el manejo de los recursos públicos; respeto a la pluralidad, a la libertad de expresión y a los derechos humanos. Todo lo que necesita y exige el pueblo de Oaxaca a quienes eligió para tener un buen gobierno.