Tlacolula, “Lugar de las cosas torcidas”

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Tlacolula significa en su toponimia “lugar de las cosas torcidas”, y nunca como ahora, a pesar de tanto desatino de gobiernos municipales hasta dizque de izquierda, tal definición había sido tan exacta, tan vigente, en un Tlacolula tan brutalmente regresivo y anacrónico.

Concepción Robles Altamirano, de familia de los amos del poder político pueblerino, violentos y oscurantistas, es hoy lo más conspicuo de lo que autores han llamados “nuestros pequeños tiranos locales”. Perdida en la vorágine de un poder ejercido de manera tribal y caprichosa, la neocacique tlacolulense arremete contra todo y contra todos.

El regidor de ese ayuntamiento de Tlacolula, Walfre Velasco, quien no tiene más problemas que con la cacica priista Robles Altamirano ha sido golpeado y herido en dos ocasiones; arbitrariamente se le impide su ingreso a las sesiones de cabildo, y hasta ha sido sacado en vilo por la policía municipal que sólo obedece a la “Doña” quien ejerce su real voluntad sobre sus casi súbditos. Poco después Walfre fue expulsado del cabildo al negociar su regreso el perredista Andrés Raymundo, titular de esa regiduría, quien al iniciar el trienio solicitó licencia al cargo, a cambio de un puesto en el IEEPO. Hoy regresa de la mano pródiga de la cacica para echar del cabildo al único regidor con vergüenza ahí, quien cuestionaba y exigía transparencia a esa desenfrenada administración municipal.

Impone la cacica su sello particularísimo y sus gustos extravagantes, no le importan las formas: el 15 de septiembre por primera vez en la vida de Tlacolula, literalmente por sus pistolas la cacica remisa cambió el tradicional desfile por un paseo de escaramusas rollizas, donde lució un costoso cuaco pura sangre, por supuesto, cuentan los vecinos, adquirido con el erario público. Con el mismo con que ha tupido de potras y potrillos su anteriormente alicaído rancho familiar.

No hay obra pública a la vista que valga la pena, el municipio de Tlacolula tiene para este año la friolera de 41 millones 513 mil 617 pesos con 45 centavos, pero nadie ve que se invierta en obras o servicio público, eso sí, lo que se ve y se comenta fuerte es la repentina prosperidad de la familia nuclear y ampliada Robles Altamirano, incluida casi absolutamente a toda ella en la nómina municipal, yernos y maridos como asesores; además de la casi reinauguración de su rancho en la fastuosa boda de una hija de la cacica, para lo cual casualmente obras públicas del ayuntamiento pavimentó precisamente la calle que lleva a ese rancho.

Todo esto sucede en un municipio muy cercano a la capital del estado, a escasos 38 kilómetros y 40 minutos de la ciudad de Oaxaca en una buena vía de comunicación rumbo al Istmo de Tehuantepec, ante los ojos de todo el mundo, de diputados, locales y federales, funcionarios y del gobernador del estado. Contrario al apotegma juarista de no gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, la cacica priista Robles hace lo que le place con el erario y las decisiones de esa municipalidad. Para ella no hay Comisión de gobernación del Congreso, ni Auditoría Superior del Estado, ni Contraloría estatal, ni supervisión sobre los fondos federales, goza de la más agraviante impunidad al amparo de este decepcionante gobierno del “cambio”.