Alberto Esteva en su laberinto

Imprimir

Cuauhtémoc Blas

 

Obligar a la policía a firmar su lealtad, revela la pérdida del sentido de la realidad del Secretario de Seguridad Pública de Oaxaca, quien ciertamente no combate a hermanitas de la caridad sino a fuertes camarillas policiales con intereses creados. Empero, sus errores han sido tantos que su permanencia en ese cargo es contraproducente para todos.

 

Una sola vez entrevistamos a Alberto Esteva Salinas hace varios años. Después de la primera intentona de Gabino Cué Monteagudo de hacerse del poder. La sorpresa fue considerable. Estábamos frente a alguien con una alta opinión de sí mismo, que hacía alarde de proezas después también desmentidas por la realidad, cuando estuvo lejos de ganar la elección como candidato de su entonces nuevo partido Convergencia a la presidencia municipal de Oaxaca. ¿Y todas aquellas alabanzas en boca propia?

 

Entonces, aunque el candidato Gabino acababa de perder la elección, su crecimiento electoral y en la política estatal fue importante. Esteva nos decía que él había sido el autor de todo eso: de la estrategia electoral, del discurso central, el creador, pues, del cotizado candidato que sólo tuvo que esperar seis años más para cosechar lo que Alberto Esteva habría sembrado.

 

¿Lealtad a la fuerza?

 

Unos diez años después de aquella entrevista con todo el alarde de suficiencia que nos dejó estupefactos (a un servidor y al entrañable ausente ya Guillermo Sivelli Escudero), hoy la mirada cansada, desconcertada de Esteva nos deja no menos sorprendido. Parado sin convicción frente a un veterano policía obligado a firmar una “Carta de lealtad”. En medio de la huelga de un nada despreciable número de efectivos policíacos que tienen en su poder el cuartel central de la Policía Estatal.

 

Da la impresión, ahora más que nunca, que el Secretario de Seguridad Pública de Oaxaca, Alberto Esteva, no tiene nada que hacer en ese lugar. Aun desencajado, desconcertado atina a ejercer un poder, aunque fugaz, institucionalmente brutal sobre esa tropa. ¿Alguien puede descifrar lo que pensó el funcionario cuando decidió obligar a ese personal a ser “leales”?

 

No hubo un asesor, un amigo (¿en la política?) que le dijera que estaba proyectando un claro contrasentido. No lo hubo. Y el señor siguió avanzando rumbo al precipicio. Con esta acción, más que desafortunada, de obligar a la firma de esa carta, Alberto Esteva nos conduce a pensar que no comprende, que no sabe o que sólo usa a conveniencia todos esos conceptos o valores que manda a fijar en naranja por todo el estado: Valentía, humildad, generosidad, hermandad, solidaridad… Palabras de ilustre prosapia que degrada al usarlas como simple artilugio de propaganda.

 

Despedir a los no leales

 

La palabra lealtad viene de lex, ley en griego, o del latín legalis, perteneciente o relativo al derecho. De lo que algunos autores deducen lealtad como adhesión, obediencia a las leyes. Aunque hasta el diccionario de la Real Academia de la Lengua tiene como sinónimo de lealtad a la fidelidad, hay pensadores que colocan al primer concepto muy por encima del segundo, éste último más relacionado con la actitud de los perros con sus amos, fieles incluso bajo los golpes.

 

La lealtad es concebida como un concepto mayor. Una definición en este sentido dice lo siguiente: “La lealtad es voluntaria en cuanto a que se ofrece en forma libre, sin coerción. Es elegida luego de un análisis personal, no es algo con lo que uno nace. La lealtad es práctica en el sentido de que es practicada. Es llevada a cabo en forma activa, no en forma pasiva como si fuera un sentimiento fuerte por algo. La lealtad es completa en el sentido que no es un interés casual sino un compromiso pleno con una causa”. (Richard P. Mullin, profesor de filosofía en la Wheeling Jesuit University). http://es.wikipedia.org/wiki/Lealtad#cite_note-Mullin2005-9

 

En esta misma fuente se encuentran otras definiciones, quizá más prácticas ilustradas con ejemplos, que sugieren cómo la lealtad se cultiva o se busca, no se impone: “el dictador cuidó de garantizar la lealtad de sus altos mandos promocionándolos política y económicamente”.

 

Engolosinado Esteva con el uso y abuso de los altos preceptos, quién sabe si no imaginando en establecer desde ya una superioridad moral al anunciarlos él, uso muy subjetivo por cierto y a todas luces sin sustento en la realidad, sacó de su arcón una nueva adarga para fustigar a sus adversarios: Carta de Lealtad. El método fue lo de menos, que lo firmaran a la fuerza. Quien no lo hiciera perdería su trabajo. ¡Vaya superioridad ética! Y cumplió su palabra… un rato, al anunciar que 153 policías fueron despedidos, pero se echó para atrás al día siguiente.

 

Sólo Cué defiende a Esteva

 

Patético ver al Secretario Esteva degradar moralmente a la tropa haciéndolos firmar lo que no se puede obligar a nadie: a ser leal. Obligar a la policía a firmar su lealtad revela la pérdida del sentido de la realidad y los excesos del Secretario de Seguridad Pública, quien ciertamente no combate a hermanitas de la caridad sino a fuertes camarillas policiales con intereses creados. Empero, sus errores, prepotencia y soberbia han sido tales que su permanencia en ese cargo es contraproducente para todos, incluso si hay, manos de políticos que instiguen esa rebelión policial.

 

El cargo ya no le sirve para sus sueños en pos de su candidatura a gobernador de Oaxaca, pues ha sido exhibido largamente en sus debilidades; ni en las calles ni en las redes sociales hay alguien que lo defienda. Sólo Cué lo defiende. Paradógicamente, tiene más apoyo esa policía que ha sido enviada a reprimir a oaxaqueños (2006), que tiene poca confianza de los ciudadanos por sus tradicionales vínculos con la delincuencia, que recaba el mayor número de infracciones y multas (Tránsito del estado pasó a ser parte de esta Secretaría) con su policía vial…

 

La desmesura de machacar a la población que Oaxaca tiene a la mejor policía del país (aguantó para no decir que del mundo) y su campaña demagógica, pudo ser percibido hasta como una falta de respeto a la mediana inteligencia de cualquiera, la gente vive cada día lo contrario. Algo tan palpable no podía ser implantado como verdad por más que lo repitiera mil veces siguiendo a Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de la Alemania Nazi. Todo esto le ha fomentado animadversión popular.

 

Policías, del voluntariado?

 

El policía es el brazo de la autoridad que los ciudadanos necesitan para su convivencia en sociedad, es al mismo tiempo autoridad y no dama del voluntariado, por eso mandarlo a regalar pan y café a las salas de espera de los hospitales, como lo ha hecho Esteva, no le acarreó popularidad como seguramente esperaba; tampoco llevar a los músicos de la corporación a amenizar concursos de danzón al zócalo de Oaxaca; ni que los perros amaestrados para labores policiales fueran llevados a divertir a los turistas; y tampoco pintar de naranja los vehículos de la corporación, el color de su partido actual, Movimiento Ciudadano. Que hoy nadie lo apoye a él y sí a los policías en paro que exigen su renuncia muestra que su estrategia fracasó.

 

Finalmente, un dato que echa por tierra esa estrategia basada en la inteligencia del aspirante y que subestimó a los demás, es el bajísimo sueldo de los policías de Oaxaca, apenas 5 mil 951 pesos, de los peores pagados del país donde el promedio de salario es de 9 mil 250 pesos. Por acá hubiera empezado el aspirante a gobernador, por mejorar esos sueldos, no bequitas y dádivas menores, pues está claro que los bajos salarios promueven la ineficacia y corrupción en cualquier policía.

 

Peleado con todos

 

El funcionario, por cierto sin experiencia en el área policial –sólo ha estado en el Metro de la Ciudad de México y otros redituables cargos de medio pelo desde la regencia de Camacho Solís–, se aferra a su puesto actual aun reprobado por buena parte de la población, ignorado por otra parte de ésta.

 

Peleado con todos; con sus propios policías, pues quienes se sometieron a su “lealtad” fue más por temor a perder el empleo; con los diputados que lo impugnan y a la hora de la verdad sólo sacan raja de sus críticas al recibir el famoso “pago por evento” que les regala el gobernador para someterlos.

 

También entró en divergencias con los secretarios de Administración y de Finanzas que difunden lo contrario que dice Esteva en el sentido de que esas dependencias no han cumplido con compromisos y entrega de recursos a Seguridad Pública.

 

Hoy el hombre de la mirada perdida parado frente a la mesa parece no gozar que otros hombres se inclinen frente a él para firmar su carta peregrina; el represor con un eufemismo fino, luce desarmado, jugando sus postreros movimientos en medio de un largo laberinto policíaco que, está visto, desconoce por completo.