Pasado que no ilumina, atrasa
Cuauhtémoc Blas
Nos sucede lo que dice Tocqueville: “Cuando el pasado ya no ilumina al futuro, el espíritu camina a oscuras”. Quizá por eso estamos hasta destruyendo lo mejor de ese pasado, también hemos visto en estos días, que ni siquiera sabemos conservar el esplendor de la fiesta de los Lunes del Cerro con su espectáculo central, La Guelaguetza.
Los árboles se sirven de sus raíces para no caer, para sostenerse, entre más alto y grande más fuertes y profundas deben ser sus raíces. Algo así debe tener el llamado milenario Árbol de Tule para sostenerse durante tantos años, centurias tiene el singular sabino.
Los anterior, por supuesto, es una verdad de Perogrullo, pero sirve para ilustrar una realidad, la de Oaxaca. Por estos días se escucha y se lee que estamos viviendo con la Guelaguetza la fiesta de nuestras raíces. Hay quienes ni se han asomado a una mínima parte de la historia escrita de Oaxaca pero se salvan con esta defensa de sus raíces.
En estas fiestas entre los dos Lunes del Cerro, menudean actos y discursos que ensalzan nuestras tradiciones y costumbres, nuestra riqueza cultural, música, danza, casi toda herencia de un pasado remoto o no tanto, pero con poca creación actual. A falta de grandeza contemporánea exaltamos el pasado.
Sin embargo, no somos como los árboles que se sirven de sus raíces para crecer. Tenemos excelentes y ricas tradiciones y cultura que nos legaron quienes nos precedieron, pero eso no sirve si no lo usamos para crecer. Sirve a cronistas que repiten y copian historias viejas para llenar páginas, pero nada más. En ciudades modernas esta figura anacrónica de cronista ha desaparecido. En la Ciudad de México el último fue Guillermo Tovar de Teresa (qepd), quien renunció al cargo en 1986 y propuso que la crónica se hiciera a través de un cuerpo colegiado.