Lecciones de la elección 2009

tabulacion_introLos resultados del 5 de julio no han hecho sino constatar lo que desde antes se preveía: el importante triunfo del PRI quien retoma, en alianza con  el PVEM el control de la Cámara de Diputados y recupera su papel de primera fuerza política del país, pues obtiene también cinco de seis gubernaturas en disputa, los llamados corredores azul y amarillo, es decir rutas de municipios antes en poder del PAN y PRD en el Estado de México, entre otras alcaldías de relevancia.

Pero más que un regreso espectacular del PRI, que no lo hubo, lo que evidencia la jornada es un aparatoso desplome del PAN y una desastrosa división de la izquierda, que en tres años dilapidó el mayor capital político-electoral de su historia. Así lo muestran los datos, pues el priismo mantiene el promedio de votantes en elecciones intermedias y en situaciones de alto abstencionismo, como el presentado el 5 de julio. Una situación que encuentra un claro ejemplo en una de las entidades en que el tricolor arrasó en todos los distritos electorales y aportó más diputados a la causa priista; una de las entidades claves en esa engañosa recuperación: Oaxaca.
En Oaxaca, se mantienen
los promedios
En el caso particular de Oaxaca, apreciamos una situación similar. Si bien el PRI obtiene el 43.8 por ciento de la votación, es incluso menor a la de hace seis años, pues en 2003 logró el 44.49 de los sufragios emitidos; y es la tercera cifra más baja en su historia en Oaxaca, sólo después de la elecciones presidenciales de 2004 (42.73) y 2006 (ahí obtuvo 31.72). En procesos intermedios, es la cifra más baja que ha obtenido.
En contrapartida, para el PRD es la segunda votación más baja en su historia estatal al obtener el 15.9 por ciento de la votación y ser relegada al tercer lugar; desastrosa caída para la izquierda que hace apenas tres años conquistara nueve de once distritos en pugna. Su bajo porcentaje de votos obtenidos es superado sólo por un lejano 9.26 obtenidos en 1991, su primer año en que participa como partido político.
Para el PAN, en Oaxaca también decae ligeramente, si bien se posiciona como segunda fuerza en la entidad al obtener el 16.4 por ciento, poco más de un punto porcentual menos del alcanzado hace seis años (17.6)
Convergencia también baja la votación obtenida (4.6 por ciento), respecto al 2003 (5.1). Y el PT obtiene su máximo histórico en la entidad (4.9 por ciento), superando con creces el 3.1 obtenido hace seis años.
Aquí se puede notar que si bien hay una recuperación del PRI respecto al 2006, en mucho se debe a que ese proceso fue atípico, como hemos explicado en números anteriores (Cuando los abstencionistas deciden. En Marcha 113), pero que en una perspectiva ampliada, se puede apreciar que se conserva dentro de su promedio, e incluso que va a la baja, si consideramos la variable de participación-abstención que también abordamos en el artículo de referencia; además de que en ese año, la disputa se dio entre coaliciones de partidos.
2010 y 2012, el piso
con que arrancan
Lo que se ve es además del fraccionamiento opositor, la severa caída del PRD, cada vez más cuestionado y alejado de sus antes fieles bases sociales. Y es que, como hemos repetido, en elecciones intermedias, con una votación menor al 50 por ciento, como en este 5 de julio que la participación alcanzó en Oaxaca apenas el 42 por ciento, quien define los resultados es el voto duro de los partidos políticos. Y así se prueba en esta elección.
Por supuesto, estos resultados electorales, si bien son una base con la que los partidos arrancan con miras a la próxima sucesión presidencial del 2012, no sólo no las condiciones, sino que están muy lejos de garantizar resultado alguno.
Entonces no se puede confiar en que esta elección intermedia sea una radiografía de lo que sucederá en los comicios a presidente de la República o a gobernador del estado. Incluso sin considerar nada más que las estadísticas electorales, sin valoraciones del contexto y la coyuntura, los datos duros conducen a escenarios distintos.
Tras la pérdida de la presidencia del 2000, como hemos visto, en 2003, el PRI tuvo una “regreso” similar, tan sólo para que tres años después, en 2006, tuviera una severa derrota que lo ubicara como tercera fuerza política.
Se puede decir lo mismo de la disputa por la gubernatura del próximo año. El promedio de votos que ha obtenido el PRI en las dos últimas elecciones a gobernador, es ligeramente superior al 47 por ciento. Los votos sumados a favor del PAN y PRD, son en promedio del 45 por ciento, en esos años de 1998 y 2004.
El 5 de julio pasado, la suma de los votos de los posibles partidos que integren una alianza alcanza el 42 por ciento; a menos de dos puntos porcentuales de los obtenidos por el PRI. Así las cosas, una abstención menor, combinado con una coalición de partidos y una estrategia inteligente, nos permite observar que puede construirse un escenario de alta competitividad en las elecciones de 2010.
Las lecciones de la elección
Lo grave del proceso electoral 2009, es que evidencia variables de suma importancia para un país que aspira a ser democrático:
1) la inoperancia de la actual legislación, una ley que no ha hecho sino incentivar a los partidos políticos a crear toda serie de artilugios para violentarla cotidianamente y que no dota al organismo electoral de herramientas para responder a las nuevas condiciones de la contienda política;
2) El hartazgo y la desconfianza de la sociedad en las elecciones y en las instituciones. Tanto el abstencionismo como el voto en blanco, son las expresiones más evidentes de esta situación. El IFE antes una de las instituciones más sólidas y confiables para los mexicanos, ahora se encuentra en el descrédito. Los partidos políticos y sus prácticas, han conducido a una total decepción cómo alternativa para encauzar la demanda social y luchar por los intereses de la sociedad. Los gobiernos, alejados de su tarea que es gobernar, se han convertido en aparatos al servicio de un partido político, en que priva el costo-beneficio electoral que redituará cualquier acción, antes que los intereses del país.
3) El triunfo, avasallador éste sí, de la cultura priista. Está visto que las mañas y vicios del viejo PRI, las trampas para violentar la ley se han pluralizado. Todos los partidos desvían a su favor recursos públicos destinados a los gobiernos locales, estatales o federal, para ser utilizados en la compra del voto; de igual manera programas sociales son empleados para la compra y coacción; y los servicios y programas gubernamentales, incluso los empleos, son usados con el mismo fin. Ahora, es claro que si el PAN y PRD han resultado tan malos, corruptos y mediocres gobernantes, como los del PRI, es poque aprendieron las mañas de estos últimos, pero no han alcanzado la eficacia con que las opera el tricolor.
Y lo peor, en la cultura política se ha arraigado la creencia de que estas prácticas irregulares forman parte de la normalidad de los procesos electorales, así lo mostró proyecto Monitoreo Ciudadano del uso de programas sociales en contextos electorales hecho por Alianza Cívica en 10 entidades del país y que en Oaxaca fue aplicado por el IISUABJO. Los resultados preliminares de una encuesta aplicada a dos mil 700 personas, revelan que el 25 por ciento de los ciudadanos considera que el voto no es secreto, lo cual indica que puede existir presión para emitir el voto. También muestran que al 18 por ciento  de los ciudadanos le pidieron su credencial del IFE para intentar condicionarlo a votar por un determinado partido político. De igual manera, 39 por ciento considera que los programas sociales y los apoyos se dan principalmente a simpatizantes de partidos políticos, mientras que 12 por ciento considera que por recibir un programa social, está obligado a votar por un partido político específico; comportamiento que podría darse por la falta de claridad sobre las reglas de operación de los programas ya que solo 35 por ciento considera que la información sobre ellos es clara y suficiente.
Los abstencionistas
siguen decidiendo
Si bien es cierto, tanto los resultados como las lecciones de este proceso, se traducen en hechos concretos. Uno de ellos es que el PRI tendrá, en alianza con el PVEM, la mayoría en la Cámara de Diputados Federal. Lo que genera nuevos escenarios en el ámbito político nacional.
Y los costos de esta decisión, pueden ser para todos, si se continúa con la errática conducción política del presidente Calderón en el gobierno federal, y al mismo tiempo, cede permanentemente a los condicionamientos del PRI, como lo ha hecho desde los inicios de su sexenio cuando no representaban sino la tercera, y reducida, minoría legislativa.
Sin embargo, tal parece que las lecciones del proceso que hemos enunciado no han sido atendidas. Ya el triunfador PRI, empieza a condicionar, a hacer acuerdos oscuros, antes que preocuparse por recuperar la confianza de esos mexicanos que no fueron a las urnas o votaron en contra; el PAN mal y de malas con la imposición de su nuevo dirigente tras la destitución disfrazada de renuncia de Germán Martínez; ahora, Calderón hace lo que ningún presidente surgido del PRI se atrevía, enviar a su exsecretario particular a dirigir el partido. Lo dicho, aprendieron los vicios, pero no la habilidad para operarlos. En el PRD nadie se hace responsable de la cada vez más pulverizada izquierda y, todo parece indicar que continuarán medrando de ese cadáver partidario, para los intereses personales de corrientes, facciones y familias.
En mucho, nuevamente esta situación derivó de un hecho fundamental en los comicios del 5 de julio: Una vez más, quienes decidieron fueron los abstencionistas.