La rebelión de Los Ricardos, Monreal y Anaya

Gerardo Nieto

Resumen Ejecutivo

AP 862/ Strategos Consultores

 

¿Qué hay de fondo en la rebelión de Los Ricardos? Primero, que el discurso antisistémico no les va y, segundo, que todo en ellos se reduce a una candidatura. La presidencial en el caso del panista y la de la Ciudad de México en el caso de Monreal. El régimen juega sus cartas. Habrá Frente Amplio pero sin Ricardo Anaya. Lo habrá en la Ciudad de México, donde Monreal puede ser el abanderado de un experimento que terminaría por justificar la tercera derrota de Andrés Manuel; sin embargo, al día de hoy, no hay nada para nadie aún. El factor social es impredecible e incontrolable

 

Ricardo Monreal no puede llamarse a sorpresa. Como pocos, conoce a López Obrador. Se formó y creció en un sistema político autoritario y esencialmente corrupto. Pese a ello, puso el mejor caldo de cultivo para la enésima embestida contra el tabasqueño. Ricardo Anaya, ha jugado con las reglas del régimen.

 

Siempre tuvo trato de aliado del poder. Creció al amparo de un panismo que no se entiende sino como expresión sistémica. Pero, con el llamado Frente Amplio mandó el mensaje equivocado. La reacción convergente llevó un mensaje: para ser oposición real en este país hay que estar limpios y él no lo está.

 

 

Monreal y Anaya son parte del mismo momento histórico y proceso político: el agotamiento de un modelo económico y de un régimen en franca decadencia. Uno quiere ser oposición interna sin reparar en su oficiosa contribución a favor del establecimiento político; el otro llama a una rebelión legislativa para oponerse a la designación de un fiscal a modo que es la pieza angular en la que descansa la tranquilidad del actual grupo en el poder.

 

El fondo de los Ricardos

 

¿Qué hay de fondo en la rebelión de Los Ricardos? Primero, que el discurso antisistémico no les va y, segundo, que todo en ellos se reduce a una candidatura. La presidencial en el caso del panista y la de la Ciudad de México en el caso de Monreal. El régimen juega sus cartas. Habrá Frente Amplio pero sin Ricardo Anaya. Lo habrá en la Ciudad de México, donde Monreal puede ser el abanderado de un experimento que terminará por justificar la tercera derrota de Andrés Manuel; sin embargo, al día de hoy, no hay nada para nadie aún. El factor social es impredecible e incontrolable.

 

Nadie sabe cómo habrá de acomodarse el proceso de sucesión presidencial en curso. Lo cierto es que el régimen ha mostrado ya sus cartas: ganar la transexenalidad por protección personal y por necesidad del modelo económico. Es decir, más allá de las elecciones importan los intereses vinculados a las reformas, la principal: la apertura al gran capital trasnacional de todo el proceso de valor del petróleo y la energía.

 

Pemex, la mina de oro

 

¿Cuánto vale la presidencia de la República en México? Sólo la riqueza de Pemex es superior al Producto Interno Bruto de varios países latinoamericanos. Eso explica en parte la disputa por el poder.

 

Ricardo Anaya, dijo que con el Frente Amplio derrotarían a la izquierda social, pero también al PRI. La reacción no se hizo esperar. Fue proporcional a la amenaza de un líder de derecha que desconoce que es parte del mismo grupo.

 

Anaya quiere jugar a las vencidas con los priistas que sí saben para qué es el poder. Ese grupo llegó a la presidencia y no tienen pensado dejarla en los próximos sexenios. No al menos mediante procesos democráticos. Es el patrón salinista de protección a una reforma económica que reclama continuidad milimétrica y varias décadas de vida.

 

Ricardo Monreal ha jugado con éxito la lógica de las rupturas. Está perfilado a convertirse, si él quiere, en la nueva burbuja de la llamada “izquierda institucional” en la Ciudad de México. Un papel que jugó con éxito Juan Zepeda en el Edomex. El problema es que, cuando esa burbuja reviente,

 

Monreal quedará señalado por la historia.

 

Quizá no sea una preocupación mayor para él, pero en las condiciones del presente, en medio de un ambiente enrarecido, eso alimentará escenarios extremos. ¿Puede Monreal hacer cambiar a Andrés Manuel? Él sabe que no; sabía, también, quién sería la beneficiaria del proceso interno en el que participó. Por eso su ‘rebelión’ no se explica sino en función de cálculos racionales cuyos beneficiarios están del otro lado. Es decir, en el régimen.

 

Rebelión de Ricardos, será fugaz

 

La rebelión de Los Ricardos es parte de un proceso de sucesión presidencial que está dejando una certeza: 2018 se encamina a ser no sólo un referéndum entre dos proyectos y modelos, sino muy posiblemente la consumación de una ominosa restauración del antiguo régimen. Con una agravante: el PRI de Peña Nieto rebasó por la derecha al PAN.

 

Al arribar a Los Pinos con malas artes, Felipe Calderón acuñó su frase que mejor describe ese proceso: haiga sido como haiga sido. Los priistas de Peña Nieto son menos aldeanos a la hora de justificar sus atracos. Construyen narrativas con apoyo de instituciones cooptadas como el INE, elTrife y el INEGI.

 

La Rebelión de Los Ricardos se apagará muy pronto, pero dejará una enseñanza clave: no hay ruptura de la alianza histórica de las derechas del país, lo que existe es un reacomodo interno en los partidos de esa orientación que acabará por afianzar un pacto de poder para la continuidad del modelo económico y el régimen político.

 

En el papel que juega Ricardo Monreal no hay ingenuidad, sino intención de dañar. En el escándalo panista en el Senado de la República no hay venganza, sino perversidad política de Emilio Gamboa Patrón. ¿De veras Ricardo Anaya pensó que podría señalar a los priistas de corruptos y mafiosos sin acusar respuesta de los aludidos? ¿Qué espera ganar Monreal con este affaire contra López Obrador? Los usos y valores del tabasqueño están ahí como confirmación de lo que es. Ese estilo personal le ha permitido llegar hasta donde está. El régimen no le perdona que tenga control absoluto de su partido.

 

El mensaje de Monreal al establecimiento político es que con él pueden vencer a AMLO en la elección de la Ciudad de México y en la federal del próximo año. El mensaje de Ricardo Anaya fue que trabaja no sólo para oponerse a López Obrador, sino para derrotar a los corruptos del PRI. Por esto, el grupo, en el poder, le pegó donde más le duele y donde es más vulnerable: su patrimonio familiar. ¿Puede Ricardo Anaya erigirse en crítico de lo que forma parte? En buen español, se disparó en el pie.

La postura de Monreal resulta grotesca, por no decir lo que realmente es: una traición al proyecto que puede cambiar, por la vía electoral, a este país.

 

Las múltiples aristas de su narrativa hablan de ambivalencia: coqueteos inmorales por una candidatura. Monreal juega como instrumento del sistema contra la posibilidad de una alternancia fundacional en 2018. Ricardo Anaya controla la nomenclatura panista y, por esa vía, puede ser candidato de su partido a la presidencia de la República; sin embargo no quiere ver lo evidente: la alianza de poder que el peñismo ha fraguado con la facción  calderonista del PAN. Margarita Zavala es una burbuja, pero es una burbuja que le sirve al grupo en el poder.

 

Los Ricardos desconocen una cosa elemental del actual proceso sucesorio: las próximas definiciones se darán en función de la efectividad para frenar a la izquierda social. Pero las apuestas del régimen no se darán a favor de perfiles con autonomías relativas, sino con comprobada disciplina. Monreal tiene estilo propio y Anaya es, en sí mismo, un exabrupto político.

 

Dentro de Acción Nacional ha traicionado a todos. No es garantía de nada. Anaya se perfila como el gran perdedor de la coyuntura. Y Monreal está obligado a reinventarse después de la estridente confrontación interna. Su aliado en la capital del país se llama Miguel Ángel Mancera, pero quizá el jefe de Gobierno de la Ciudad de México no tenga la influencia suficiente para encumbrarlo como abanderado perredista. Los chuchos cierran filas ya con Víctor Hugo Lobo.

 

El precio de Monreal

 

El precio que Monreal fijó es bajo: la nominación a la jefatura de Gobierno de la CDMX. El precio de Anaya es alto: la candidatura panista a la presidencia de la República. En el caso de Monreal, dos décadas de lo mismo lo hacen predecible. Monreal juega para él. Anaya también. No es una guerra entre egos, es la invención más acabada de una guerra política contra la izquierda social desde las entrañas del sistema.

 

En los hechos, en algo simple empatan Monreal y Anaya: en sumarse al veto de régimen contra la izquierda social. Esa izquierda que puede llegar a donde quiera: alcaldías, congresos locales, diputaciones federales, Senado, gubernaturas, menos a la presidencia de la República. El disidente de Morena y el rebelde del PAN se agregan a ese veto histórico, que es en realidad, el refrendo de la unidad de las derechas para proteger la expresidencia de Enrique Peña Nieto, conservando intacto el modelo económico.

 

Miguel Barbosa opina que Monreal no cometerá errores históricos. Supone que el conflicto interno se resuelve con atención de la dirigencia nacional de Morena a un actor político relevante como lo es el todavía delegado en la Cuauhtémoc. Pero lo de Monreal no es un berrinche, es una  acción calculada que lo acerca al sistema de partidos tradicional, comenzando por el mismísimo PRI. Los amigos de Monreal van desde el impresentable José Murat hasta el igualmente impresentable Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre.

 

El veto del sistema no es contra AMLO, es contra el proyecto que representa la izquierda social en este país. Monreal no desconoce esta realidad, la aprovecha para colocarse en la antesala del proceso electoral del 2024 como potencial abanderado de una candidatura que no podría ser si López Obrador se mantiene como factor crítico de la oposición en este país. El cálculo de Monreal es absolutamente racional: primero la jefatura de Gobierno de la CDMX luego Los Pinos. Así lo hizo

 

Andrés Manuel en el año 2000.

 

Nadie está descubriendo nada particular ni extraordinario en todo esto. Pero a diferencia de AMLO, Monreal y Anaya juegan con el sistema.

Son, todas las proporciones guardadas, una suerte de Manlio Fabio Beltrones. El priista no sabe jugar fuera de la esfera del poder. Monreal comparte esa condición y Anaya es una criatura del régimen. Ni Monreal ni Anaya son antisistémicos, condición que acredita Morena y su líder nacional en amplios sectores de la población.

 

Anaya, será sometido por el régimen

 

Monreal está llamado a ser el protagonista de una burbuja política en la Ciudad de México, el problema es que cuando esa burbuja reviente, la realidad lo alcanzará y le endosará responsabilidades históricas. Lo de Anaya no da para eso.

 

El conflicto interno panista que protagoniza acabará con un manotazo presidencial. A Anaya lo disciplinarán desde el poder. Ya comenzaron. Su expediente cuidadosamente construido desde los sótanos de la política, va más allá de un recuento de su patrimonio inmobiliario y financiero. Él lo sabe.

 

Ricardo no jugará a ser más oposición al régimen. No lo sabe hacer y tampoco lo quiere. Con el tiempo, la rebelión de Los Ricardos será una graciosa anécdota de coyuntura. Vale reiterarlo: no hay fractura en el bloque histórico de las derechas mexicanas.