La tercera simulación, indigenismo oficialista

Cuauhtémoc Blas

 

La política pública indigenista del nuevo gobierno de la república, anunciada con la creación de la ley del mismo ente burocrático con otro nombre INPI y ahora con el Programa Nacional de los Pueblos Indígenas se sostiene en tres pilares endebles:

 

En el mismo anacrónico indigenismo posrevolucionario que dedicó recursos a una burocracia nacional y creó instituciones para exaltar el nacionalismo a partir de nuestras raíces originales.

 

Una nueva burocracia (vieja en Oaxaca) encabezada por el abogado oaxaqueño Adelfo Regino Montes, quien con su rentable ONG Servicios del Pueblo Mixe ha servido a todos los gobiernos priistas, desde que Heladio Ramírez lo cooptó, para justificar sus políticas indigenistas. Son probados fracasados promotores de la reivindicación indígena, a su paso por la Secretaría de Asuntos Indígenas de Oaxaca (SAI), en el gobierno de Cué, no dejó obra que se recuerde.

 

Lo destinado del erario para el sector público dedicado a la atención de los pueblos indígenas siempre ha sido lo más bajo (pero suficiente para la burocracia indigenista). En Oaxaca Murat creó la Secretaría de Asuntos Indígenas (SAI), con el más bajo presupuesto de las secretarías de su gobierno. Se le llama “Secretaría bonsái”. La disminución actual del presupuesto a la dependencia indigenista, INPI, lo confirma. Mucho discurso y poco dinero.

 

No hay más que ver lo producido por esas políticas públicas desde el 4 de diciembre de 1948, cuando se creó el Instituto Nacional Indigenista (INI). Dinámica que persistió con el primer cambio de nombre, la primera mutación. El 21 de mayo de 2003 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto que expide la Ley de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y abroga la Ley de Creación del INI.

 

Después de 70 años de indigenismo oficialista, acompañado del “académico”, los resultados son elocuentes: mayor pobreza, falta de servicios educativos, pérdida o despojo de sus territorios, desaparición de lenguas originarias, emigración, pueblos enteros abandonados “fantasmas”, etcétera.

 

Quizá la única novedad sea la intensidad con que el nuevo presidente presentó su Programa Nacional en el Centro de Convenciones de Oaxaca. La retórica es la de siempre: “dar respuestas efectivas a sus antiguas reivindicaciones y aspiraciones de vida, garantizando sus derechos y fortaleciendo sus culturas e identidades colectivas” https://www.gob.mx/inpi/articulos/programa-nacional-de-los-pueblos-indigenas-2018-2024-mexico-185839.

 

El nuevo gobierno “Reconoce a los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas el carácter de sujetos de derecho público”. Lo de siempre, disposiciones jurídicas a granel, típico de la demagogia de Heladio Ramírez, Diódoro Carrasco, José Murat y Gabino Cué en Oaxaca, sólo que ahora el hombre de Heladio, Adelfo Regino estará al frente del aparato de Estado que se justifica con las mismas teorías arcaicas del indigenismo oficialista.

 

La retórica de siempre

 

Es largo este asunto indigenista, pero lo primero que salta a la vista es la similitud del tratamiento del nuevo gobierno con los anteriores gobiernos de la república. “Impulsar y garantizar el desarrollo y bienestar integral de los Pueblos Indígenas y Afromexicano como sujetos de derecho público, en el marco de una nueva relación con el Estado mexicano, para el ejercicio efectivo de sus derechos, el aprovechamiento sostenible de sus tierras, territorios y recursos naturales, así como el fortalecimiento de sus autonomías, instituciones, culturas e identidades, mediante la implementación de procesos permanentes de diálogo, participación, consulta y acuerdo”. https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/423227/Programa-Nacional-de-los-Pueblos-Indigenas-2018-2024.pdf

 

Lo anterior es más retórica, ¿acaso los indígenas y afromexicanos no eran ya “sujetos de derecho público” y estaban ya protegidos como mexicanos por la Constitución Federal? Todos los mexicanos ya estaban incluidos, como están protegidos un cúmulo de derechos constitucionales sin embargo inalcanzables para millones de mexicanos, entre ellos el derecho al trabajo, a la salud, a la educación. Y de nuevo la protección de autonomías, ¿si lo principal es su pobreza, tendrán autonomía para morir de hambre? En cuanto a cultura e identidad, ¿se plantea sostener la situación colonial rezagada en la que viven?

 

Si bien es cierto que la pobreza de los indígenas tiene un elemento que lo hace más difícil cuando se presenta, el monolingüismo, aunque las estadísticas indican que ese factor ya es muy reducido, en Oaxaca son monolingües 0.8 por ciento de la población estudiantil. No obstante, las legislaciones internacionales y nacionales tienden a tutelar de manera especial a esos pueblos. Leyes que ante el rezago educativo y cultural no impiden el sojuzgamiento de esos grupos, como cuando, por ejemplo, hay una consulta para la llegada de empresas eólicas, como se dio en Juchitán en el gobierno municipal de Saúl Vicente Vásquez. La autoridad municipal manipula, compra, tuerce la voluntad de los consultados a favor de las empresas. Dádivas y despensas, servicios y concesiones, tal como lo hacen como partidos políticos en los procesos electorales.

 

Multiculturalismo retrógrada

 

Pero el asunto indígena tiene una especificidad, sus exegetas los indigenistas han logrado establecer que los grupos indígenas son de culturas diferentes, que son otros, que hay tantas culturas como regiones y pueblos, ya no usan mucho el concepto de muticulturalidad porque ha sido demolido por importantes críticos, pero es su esencia.

 

El politólogo italiano Giovanni Sartori, desmenuza y critica este concepto, sostiene que quienes usan dicho término quieren establecer que hay muchas culturas: “(…) el prefijo ‘multi’ del multiculturismo no sólo dice que las culturas son muchas sino también supone que son variadas, de distinto tipo, en el cesto de los multiculturalistas cultura puede ser una identidad lingüística (…) una identidad religiosa, una identidad étnica.”

 

La conquista española no sólo segó la vida de millones de pobladores originarios, la masacre fue tan grande que no les fue posible sostener sus culturas primigenias. Templos, dioses, gobiernos, educación, todo fue destruido. Sólo quedó lo intangible, algunas lenguas. Todos los pueblos fueron evangelizados, son incluso cristianos recalcitrantes. Los mixes, dizque nunca conquistados, fueron hasta enajenados con la religión europea, se les doblegó con la cruz.

 

Más del 90 por ciento de las tradiciones indígenas son españolas o nuevas. Las chinas oaxaqueñas del Valle, los “Rubios” de Juxtlahuaca, la sevillana indumentaria istmeña, no tienen nada de los pueblos indígenas originarios. Tampoco la Cueca chilena de los huaves, ni el baile de los negros de la Costa que es una representación de la lucha entre moros y cristianos. ¿A qué se referirá el Programa indígena de la Cuarta Transformación que habla de la reconstitución de los pueblos indígenas?

 

Esta retórica no se sostiene, está en el aire. Pues quiere aludir a la recuperación de la vida original, es decir, ¿a la de antes de la Colonia? Imposible, como hemos visto, todo eso fue destruido por la conquista, a lo único que pueden aludir realmente y a aspirar volver es a las instituciones creadas por la colonización española para los indígenas.

 

Lo que esos pueblos viven es un terrible atraso, viven en lo que unos teóricos llaman “situación colonial”. Esto es, hay que decirlo, se quedaron atrapados en el marco de la época de la colonia, con los usos y costumbres creados por los curas católicos de aquella época; con la religión católica que aún rige la vida social y política, el sistema de cargos de usos y costumbres tiene entre sus obligados pasos ejercer cargos religiosos. Además que la católica es la religión de Estado en esos pueblos. Los seguidores de otras sectas religiosas son castigados y hasta echados de la comunidad. En buen número de poblaciones de Oaxaca, como lo dicta la Biblia, las mujeres no tienen derecho de participar en asuntos de la política y carecen del derecho de herencia.

 

En esa base endeble que mencionamos se obsequia el marco jurídico del nuevo régimen: “Para cumplir los fines y objetivos del Instituto, se reconocen a los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas como sujetos de derecho público; utilizando la categoría jurídica de pueblos y comunidades indígenas en los términos reconocidos por el artículo 2º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los instrumentos internacionales en la materia”.

 

Leyes no solucionan la pobreza

 

Las leyes no solucionan los grandes problemas de los pueblos, el viejo Marx dijo: “No hay igualdad jurídica sin igualdad económica”. En otra parte hemos escrito: “Un pobre sin abogado es nada frente al rico con un despacho a su servicio. (Sucede igual entre los pueblos). El asunto nodal a resolver es la pobreza, buscar la generación de riqueza y de empleos, la obtención de ingresos suficientes que puedan, en principio, ofrecer una vida materialmente digna a los negros, indígenas o cualquier persona”. Como se ha dicho, hacer leyes es fácil, cambiar la vida es lo difícil.

 

El asistencialismo redivivo que se anuncia podría ser honesto, pero no es con eso, ni con becas como podrá remontarse un estado de pobreza no solo material sino, sobre todo y es lo peor, la espiritual, la falta de ánimo productivo, de iniciativa de desarrollo, de lo que el sacerdote católico Glyn Jemmot llama “El cimarronaje”.

 

Glyn Jemmot, pionero en el trabajo con los negros de la Costa de Oaxaca, nos dijo hace tiempo en entrevista: “Apenas nos estamos formulando las preguntas verdaderas”. Para personajes como ese sacerdote lo que se necesita es trabajar para el auto reconocimiento de los negros, eliminar la auto discriminación; que en sus mismas poblaciones los negros se acepten como tales. Para él lo esencial es combatir el “cimarronaje”. http://www.revistaenmarcha.com.mx/miscelanea/analisis/1887-movimiento-negro-la-hora-de-sus-definiciones.html

 

Por cierto, los habitantes de la costa de Oaxaca declaran que ellos son negros. Eso de afromestizos o afromexicanos no les dice nada, eso es para los neo especialistas que abanderan estas dinámicas organizativas y están por fin a las puertas —ahora que los negros han sido incorporados jurídicamente a las políticas asistencialistas, igual que los indígenas— de tener acceso a cargos públicos, becas, viajes, institutos, como los indigenistas del antiguo INI, del imperial CIESAS, SAI, ONG´s y demás burocracia próspera con la defensa de los llamados originarios, que ya no lo son.

 

Adelfo, hombre de Heladio

 

Poco se logrará repitiendo la fracasada dinámica de siempre, ahora sostenida por quien fuera titular de la Secretaría de Asuntos Indígenas (SAI) en el sexenio de Gabino Cué en Oaxaca, Adelfo, cargo que constituyó el corolario de sus apoyos a los gobiernos indigenistas priistas de Oaxaca.

 

Incluso, el discurso del titular del INPI es anacrónico, recurre a propuestas teóricas superadas como “colonialismo interno”, concepto que supone que hay grupos intranacionales, como los indígenas, explotado por los grupos criollos, estos últimos inscritos en el capitalismo internacional. Claro esto es más amplio, pero así se puede ilustrar. El concepto sigue gustando a algunos indigenistas, aunque ha sido casi dejado de lado por sus promotores como Stavenhagen y González Casanova. Se ha impuesto la claridad de que hay una sola economía de mercado que rige y explota a todos.

 

Además, personajes como Adelfo confirman la presencia del “heladismo” en la Cuarta Transformación. El flamante titular del SAI no es fundador ni militante de MORENA, acaso otra posición del ex gobernador de Oaxaca Heladio Ramírez López, político cercano a López Obrador. El hijo del ex gobernador Antonio Ramírez Pineda es director del ISSSTE, posición a la que llegó sin tocar baranda después de dejar el cargo de diputado priista en Oaxaca, donde pasó sin pena ni gloria. También muy posicionado está Virgilio Caballero, y otros prohombres de Heladio.

 

Atender economía y emigración

 

Lo que necesitan los pueblos indígenas y negros es atención urgente a sus problemas centrales, a su economía, a sus ecosistemas, a su emigración. Todo se va en discursos floridos y laudatorios, en relegislar la igualdad de indígenas y negros, pero faltan ciencia y tecnología para los pueblos, por ejemplo, investigaciones del impacto de la globalización en las comunidades, incluso de las posibilidades de aprovechar esa globalización.

 

La autora Margarita Nolasco sostiene que el indígena vive en una situación colonial, de la que debe salir con algunos cambios, con “la incorporación de tecnologías avanzadas y de una ideología de la producción, para que ´la lengua y la cultura no sean mecanismos que conserven la situación colonial sino fuerzas sociales que ayuden a romperlas´”. http://revistaenmarcha.com.mx/component/flippingbook/?book_id=3

 

En este punto arribamos a una hipótesis que podemos esbozar: los indígenas y negros más pobres viven no sólo en la pobreza como millones de otros mexicanos, sino tienen el agravante de vivir en una situación colonial de obvio rezago. El maltrato de que han sido objeto durante centurias, discriminación, una desvalorización que sostiene la incapacidad de su auto reconocimiento, su auto discriminación, la falta de ánimo productivo, la pobreza de la relaciones sociales que imprime la pobreza económica y que potencia la violencia en ellos, la incapacidad de trabajar en colectivo, lo comunal o ejidal es una entelequia.

 

No nos referimos acá con ánimo productivo o iniciativa, a la empresarial capitalista, ni a capacidades de acumulación, hablamos de la producción de lo necesario para vivir en su comunidad, en su entorno ecológico, para que no tengan que emigrar cual exiliados en busca simplemente pero nada menos de sostener su vida material.

 

En suma, ese cimarronaje de que habla Glyn Jemmot ilustra con dureza la situación. Cimarrón era un esclavo que no tenía dueño, en tiempos en que no tener patrón era ser casi un salvaje sin techo ni comida segura, como sí tenía el esclavo. Recordar la oposición de los mismos negros en el sur de EU a ser liberados cuando perdieron la guerra los esclavistas.

 

Entonces estos grupos humanos no sólo necesitan leyes, sino sobre todo recursos económicos, atención a sus problemas esenciales que ya comentamos, pero más aún requieren un apoyo efectivo pues ellos solos no pueden salir de su estado de abandono, como escribió Georges M. Foster. Sólo dos ejemplos daremos de ellos de su dificultad para trabajar en colectivo: el fracaso de la granja de truchas Shoo Beto, cerca de Ixtlán, que logró su éxito después como empresa privada; y la desaparición de la cooperativa fábrica de ataúdes en Santo Domingo Barrio Bajo, Etla.

 

Ambos casos en el gobierno de Heladio Ramírez, el indigenista echeverrista demagogo por antonomasia, formador de cuadros del rentable indigenismo, cuya política sexenal ni siquiera menguó la pobreza indígena. Algo del cimarronaje explicaría que los cooperativistas de Etla necesitaban un amo o patrón y muchos salieron a ser excelentes obreros o peones en los campos de los Estados Unidos de norteamérica, después de hacer quebrar “su” cooperativa.