Homenaje Racial, 400 años después, otra inicua tradición

Cuauhtémoc Blas

 

Con la Guelaguetza se fundó una nueva tradición, que podríamos llamar “traidición”, si bien dio nueva identidad a Oaxaca. Las delegaciones que conforman el espectáculo han servido a los ricos comerciantes beneficiarios del turismo, a quienes subsidian de manera directa al pagar ellas sus ropas y viáticos para acudir al Cerro.

 

En abril de 1932 los herederos de los antiguos indígenas fueron citados por primera vez en el Cerro del Fortín, el “Daninayaloani” de los zapotecas, Cerro de la Vella Vista. Las 7 regiones de Oaxaca vinieron no a hermanarse sino a rendir pleitesía a la Ciudad Colonial, a la Gran Señora, la Perla del Sur. Festejarían y tributarían en su IV Centenario a la Ex Villa de Anquera.

 

La aristocracia local políticos, diputados, músicos, escritores, periodistas se dieron a la tarea de planear la fiesta. Ellos designaron a las delegaciones regionales. El presidente honorario del Comité Organizador del IV Centenario fue el gobernador, Francisco López Cortés; el presidente operativo, el presidente municipal de Oaxaca. Una creación desde el poder.

 

La crema y nata de la intelectualidad se dio vuelo con su creatividad: Alfredo Canseco Feraud, Policarpo T. Sánchez, Alberto Vargas Merino, Jacobo Dalevuelta, Samuel Mondragón, Enrique Othón Díaz, Juan G. Vasconcelos, Jorge Fernando Iturribarría.

 

No hubo en ese Comité representante de las regiones, mucho menos de los pueblos indígenas. Desde el principio la metodología fue clara: diseñar un espectáculo “racial” no una muestra de “originalidad indígena”. El concepto espectáculo, como la definió Jorge Fernando Iturribarría, abrió posibilidades de innovación. Una fiesta folclórica, con reminiscencias indígenas en el valle urbano, para quienes no son indígenas.

 

Se fundó una nueva tradición, que podríamos llamar “traidición”, pues las delegaciones folclóricas, que, si bien dieron otro sentido de identidad a Oaxaca, sirvieron primero para celebrar la existencia cuatro siglos como Ciudad Colonial y dominante, y después a los ricos comerciantes locales beneficiarios del turismo. A costa de los seducidos grupos regionales que al pagar sus ropas y viáticos para el festejo subsidian de manera directa a empresarios y políticos.

 

Fortín, viendo pasar el tiempo

 

Es costumbre trazar una línea de sucesión desde la época precolombina con las ofrendas a Pitao Cozobi (zapoteca), Xilomen, diosa del maíz o Centeótl (mexicas), cuyos ritos coincidían en su sentido religioso-agrícola y en la fecha, lo que hoy es el mes de julio, en el mismo Cerro del Fortín: la petición de buenas lluvias, sin granizo y sin truenos.

 

Los guerreros mixtecas habían dominado a los zapotecas del valle que les pagaban tributo; y pocos años antes de la conquista los aztecas conquistaron lo que hoy es Oaxaca, imponiendo o mezclando sus costumbres y ritos religiosos. Elegían a la joven que representaba a Centeótl, la colmaban de atenciones y regalos, para sacrificarla al octavo día de las festividades.

 

Durante la Colonia los curas, como hicieron en todas partes, sobrepusieron sus deidades en los lugares donde los nativos rendían culto a sus deidades originales. Así se construyeron los templos del Carmen Alto y del Carmen Bajo cerca de donde festejaban a Xilomen. Y la festividad a la virgen fue el mismo julio. Con la catequización, tanto indígenas como mestizos y criollos acudían en esas mismas fechas al paseo al Cerro del Fortín y a cortar azucenas, después de rendir tributo a la virgen. La antropóloga María Luisa Acevedo Conde dice:

 

“Al parecer, la fiesta religiosa del Carmen Alto estaba inicialmente reservada a los españoles y criollos; consistía en una misa de función, maitines y fuegos artificiales, mientras que la octava era para el pueblo y se celebraba en el Carmen Bajo”. (1)

 

Hasta 1932, año del Homenaje Racial, vale la pena remarcar, los paseos, cortar azucenas en el Cerro era sólo tradición de la gente del Valle; en abril de ese año se da ese parteaguas que ocupa a estudiosos, escritores, historiadores, debido a los cambios que introdujo tanto en la percepción de los grupos indígenas de la entidad por parte de la gente de la ciudad, como por la dinámica económica y de identidad oaxaqueña que estableció.

 

Aunque la diferencia de clase persiste entre la gente de razón y la gente de costumbre, como se le llamaba en aquellos años. El encuentro de oaxaqueños de la ciudad y los de las comunidades fue histórico. En la ciudad no se conocían sus bailes y muchas veces ni a los indígenas que por primera vez llegaban de las Sierras y otras partes. Entre lo halagador que pudieron decir los citadinos de ellos fue: “Hay majestad en este desfile de indios”.

 

La discriminación ha sido la constante en esta festividad, en 1975 se construyó al Auditorio Guelaguetza y se confinó al pueblo a los lugares más alejados de la Rotonda de la Azucena del Cerro, donde bailan las delegaciones.

 

Siglo 21, mayor discriminación

 

En este siglo XXI la discriminación se acentúa, el costo de las entradas es muy alto, accesible sólo para turistas. De las dos últimas secciones del auditorio que eran gratuitas, se redujo el año pasado a una sola sección. El argumento del gobierno es que con lo recaudado en esta sección construiría parques y jardines. Medio pueblo fue echado de la fiesta en vano.

 

La colonización avanza, los nativos fueron despojados de sus dioses, forma de vida y gobierno originales; conservaron algo inmaterial de trascendencia, su lengua. Su música y bailes también son nuevos. Pero ese último baluarte, la lengua, está llegando a su fin, la desaparición de esas lenguas es vertiginosa. En Zaachila, centro zapoteca de donde salieron los fundadores de otras ciudades, ya nadie habla el zapoteco.

 

Guelaguetza retomada para negocio

 

De suyo la Guelaguetza y desde el Homenaje Racial la fiesta que cobró de inmediato relevancia estatal y nacional, fue copada por los ricos locales. En 1951 que se retoma lo creado con el Homenaje Racial, y que se realizó con el nombre de Lunes del Cerro, de haberse realizado en abril se pasó a la segunda quincena de julio. Quienes la retoman son los comerciantes y la autoridad municipal de Oaxaca. El llamado desarrollo estabilizador que vivían otras regiones del país no llega al Oaxaca bucólico. Sin industrias, se elige al turismo como principal actividad económica. (2)

 

En este segundo cónclave para la fiesta folclórica de Oaxaca de 1951 no llaman a los intelectuales y artistas que concibieron el Homenaje Racial. Los ricos y políticos locales toman las decisiones e inician los cambios. Prescinden de los grupos folclóricos escolares que después del 32 se daban cita en el Cerro; llaman otra vez a las delegaciones regionales para echar a andar el nuevo proyecto donde la “mayor originalidad”, con los protagonistas de los pueblos, darían valor agregado a la fiesta. Convocan al turismo y a la prensa del centro del país. Según las crónicas, el primer lunes de julio de ese 1951 fue un desastre, pero la octava todo un resonante éxito.

 

Testimonios de desigualdad

 

Son evidentes las relaciones de desigualdad, tanto por las relaciones sociales y pertenencia de clase, como por la pobreza en las regiones para acudir a ensayos, comprar vestuario, viajar. La maestra Paulina Solís relata en su testimonio escrito en 1988 que no pudo cumplirse la sugerencia

“de que cada municipio (del Papaloapan) enviara tres o cuatro señoritas… falta de medios de transporte y comunicación, tenían que venir a ensayar todos los días, se hizo imposible que cada municipio enviara representantes a la Guelaguetza”. De las 24 bailarinas de Flor de Piña sólo 4 fueron de Valle Nacional y 20 de Tuxtepec. (3)

 

Siempre fue la idea fue mostrar no las debilidades o pobrezas de la entidad, sino una buena imagen, sobre todo cuando desde 1959, en que se realiza la fiesta, hasta entonces llamada Lunes del Cerro, ya con el nombre de Guelaguetza, ésta se vuelve carta de presentación de la entidad. Poco después, el gobierno del estado le quita al municipio la organización de la Guelaguetza y así continúa hasta hoy.

 

Dice Salvador Sigüenza: con el Homenaje Racial se construyó un nuevo paradigma:

 

“A partir del Homenaje Racial comenzó a formarse un arquetipo que ha determinado con firmeza la vida cultural de los oaxaqueños durante las últimas décadas, modelo que ha generado beneficios económicos y orgullo regional, que se ha convertido en una imagen particularmente apreciada por los turistas y se ha constituido en uno de los principales factores de identidad de lo oaxaqueño”. (4)

 

Quienes estudian con profundidad este tema, sostienen la persistencia de relaciones de desigualdad y discriminación hacia el indígena. El programa de festejo del IV Centenario, dice Lizama Quijano, siguió las líneas del nuevo modelo de nación de los posrevolucionarios,

 

“la historia fue reconstruida resaltando el pasado indígena, pero negando su presente a ‘esa raza primitiva y decadente’”. (5)

 

Fugaz tercer cónclave

 

Un tercer cónclave de la Guelaguetza fue en 2017, “Diálogos y perspectivas de la Guelaguetza de los Lunes del Cerro”, foro convocado en el Teatro Macedonio Alcalá por la Secretaría de Cultura, cuya titular era Ana María Vásquez Colmenares. Participaron 9 y 11 de noviembre especialistas, antropólogos, folcloristas. Incluso, ahora sí estuvieron representantes de las regiones.

 

Prometía esa dinámica, pero fue cancelada de tajo con la salida de Ana María Vásquez de esa dependencia. Quizá mover esas inercias motivó su cambio, pues fue sustituida por un simple encargado, y no había nada urgente qué hacer en la Secretaría bonsái a donde la cambiaron, la Secretaría de la Mujer.

 

Es claro que la política pública diseñada para la Guelaguetza no incluye organización ni planificación, sino la improvisación decidida ex profeso. •

 

Notas

1 Acevedo Conde María Luisa, Historia de la Fiesta de los Lunes del Cerro, Historia del Arte de Oaxaca III, pag.374. Edic. Gobierno del Estado de Oaxaca. 1997.

2 Lizama Quijano, Jesús, La Guelaguetza en Oaxaca, edit. Ciesas 2006.

3 Solís Ocampo, Paulina, Flor de Piña, 30 años, 1958-1988, pág. 14.

4 Sigüenza Orozco, Salvador, El Homenaje Racial y la construcción de un paradigma. Oaxaca 1932. Ayto. de Oaxaca de Juárez, 2012. Pág. 31.

5 Lizama, op. Cit. Pág. 120.