La crisis del Estado en Norberto Lechner

Ricardo García Jiménez (1)

 

Norberto Lechner, Académico e investigador de FLACSO Chile fallecido el 17 de febrero de 2004, dedicó su vida a replantear la política en el marco de los desafíos contemporáneos.

 

Lechner dejó una vasta obra intelectual sobre los problemas del Estado, el orden político y la democracia en América Latina. La crisis del Estado en América Latina (1978) o La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado (1985) y Los patios interiores de la democracia: subjetividad y política (1988), sus obras trascendentes para el análisis político y social en sociedades en cambio y en particular en sociedades fragmentadas y desiguales como las latinoamericanas.

 

Sus temas principales: a) análisis del fenómeno político y social del autoritarismo; b) análisis de la vida cotidiana, en la educación, en el rol de la mujer, en un orden autoritario; c) el tema del Estado en América Latina, desde la perspectiva de la integración social de nuestras sociedades y del problema de la constitución del orden político; d) teoría política democrática especialmente la relación entre sistema político y económico y el consenso.

 

Lechner tuvo un papel significativo en el cambio de perspectiva de los intelectuales latinoamericanos, desde la temática de la revolución a la de la democracia; y, desde la revolución a la reforma.

 

Su preocupación derivó en interrogantes que dieron la pauta para una de sus obras más importantes “La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado”. Ahí nos describe que en las sociedades modernas el Estado, aunque puede implementar medidas que afecten a la sociedad, se encuentra sometido a procesos sociales que trascienden su control; no existe en ellas un poder central que, a través de una decisión política, sea capaz de encauzar el orden en una dirección determinada.

 

La temática central del libro la ubica a partir de las relaciones sociales en donde se generan conflictos. Así, el conflicto está ligado a la condición humana en tanto que el orden social no trata de aplicar un orden universal y necesario, sino procedimientos que nos faculten para dirigir el conflicto y construir un orden social que sirva a todos los hombres.

 

Esto nos permite apreciar valores como el pluralismo, la diferencia y el reconocimiento de los otros; donde los individuos son resultado de un conjunto de construcciones sociales, encierran una pluralidad de identidades producto de simbolismo que no son susceptibles de reducirse a un orden universal.

 

Este planteamiento expresa un antagonismo de intereses, no como producto de la irracionalidad de los hombres sino, más bien, de la pluralidad y diversidad con que se define el mundo actual. Así, la construcción y reproducción política del orden social es inseparable del conflicto. Por eso, la racionalidad de la práctica política no se expresa en la supresión del conflicto, pero si en el manejo para hacerlo compatible con la dinámica social y con la integridad y libertad de sus miembros, así como las interacciones sociales que conllevan distintas formas de convivencia. En este sentido, la relación que guarda el conflicto tiene que ver con la edificación de un orden social referido siempre a la producción social de las formas de convivencia entre los individuos.

 

Lencher sugiere la existencia de una dimensión subjetiva de la política, enfocada hacia la reflexión en torno a esa dimensión misma de subjetivad de la política. No alude a ésta como un ámbito natural o espontáneo de la vida social, es decir, no supone ni da por hecho que el estado de las cosas existentes sean hechos naturales y que frente a ello no cabrían alternativas, en cambio, la concibe como el resultado de una producción social inducida por nuestras formas de convivencia.

 

Él entiende la política como un constructo subjetivo de la sociedad que ofrece las motivaciones de dicho proceso de construcción-desconstrucción del orden deseado o los hechos o fenómenos de la política.

 

La dimensión subjetiva de la política, aclara Lechner, es el supuesto y la pregunta que se esconde tras esta afirmación para darle confianza a la política como un medio que pueda contribuir efectivamente a destensar el conflicto en la sociedad. Es decir, reafirma la política como una condición de la existencia colectiva creada por sujetos y sociedades, que se oponen a la concepción de una sociedad entendida como un orden “natural” en el que los fenómenos que allí acontecen (todos de interpretación humana) se explican por razones de “regulación natural” en el presente, y se proyectan hacia el futuro posible como una conservación “del orden” y que convergen con la mirada de un pasado de discurso historicista, que asume una relación causal evolutiva de los hechos históricos.

 

Se ha considerado desde una dimensión subjetiva de los fenómenos sociales y políticos que existe una relación entre la vivencia del tiempo histórico y las formas de construcción de sentido relacionadas con el orden social y las posibilidades de construcción de futuro.

 

Lechner propone para poder entender esa dimensión subjetiva de la política, una herramienta fundamental: los mapas mentales, representaciones simbólicas de la realidad, mediante la cual estructuramos espacio y tiempo. Su propósito es delimitar el espacio, trazar límites, medir distancias y establecer jerarquías entre los protagonistas del conflicto. Para dar cuenta de nuestro mundo actual, el autor enfatiza la importancia de reformular nuestras claves de interpretación, pues se ordena el modo de vida social y generan imaginarios colectivos.

 

El autor señaló que la tareas de la política consiste en acoger los deseos y malestares, las ansiedades y las dudas de la gente, e incorporar sus vivencias al discurso público. En consecuencia, la comprensión de la subjetividad de la política otorga al ciudadano la oportunidad de reconocer sus experiencias cotidianas como parte de la vida en sociedad.

 

Sin embargo, es necesario establecer una nueva forma de hacer política, pues hoy la crisis social en todas sus esferas ha frenado el cambio y avance político.

 

Por lo tanto, uno de los problemas que aflora en el mundo hoy es que no se logran traducir al debate público en las demandas sociales reales que den solución a los problemas de los ciudadanos.

 

Hoy los partidos políticos no son capaces de expresar las diferencias entre ellos y, mucho menos, canalizar las demandas de los ciudadanos hacia programas concretos o políticas públicas que den salida a la crisis que vive el Estado.

 

Lo anterior se expresa como un problema estructural en el que se requieren nuevas formas de interpretación, de interlocución y de redimensionamiento del espacio y el tiempo. Aspectos que Norberto Lechner señaló como asignaturas pendientes del trabajo político que los llamados profesionales de la política están carentes de una visión social integral para la solución de problemas y conflictos entre sectores de la sociedad. Estamos ante un problema de plantear con claridad un orden social deseado.

 

El problema del orden radica en definir con verdad el equilibrio social históricamente adecuado de los bienes sociales necesarios para la mutua subistencia de los ciudadanos, mismos que se despliegan a lo largo de una recta de lo deseable asumiendo que las tensiones sociales que brotan al interior del Estado no tienen una solución adecuada, sino un costo de suprimir con la política la perdida de nuestra humanidad. Lo que unos ganan otros lo pierden.

 

Entre las tensiones fundacionales de la política, se encuentran aquellas que se establecen entre una cruda realidad y la utopía deseada, entre la dimensión fáctica/institucional, y aquella que se establece como un horizonte de sentido mayor en contraste con el cual esa facticidad adquiere dirección.

 

Lechner manifestó su permanente preocupación por correlacionar el orden político, la modernidad y subjetividad política, mismas que aparecen relevantes en la actualidad cuando se levantan ciertos interrogantes que apuntan a reconstruir de los puentes entre política y horizonte normativo.

 

Bajo esta óptica la crítica y el quehacer de la misma, al menos idealmente, motiva a los ciudadanos, en tanto sujetos, que siempre se pueden discernir la marcha de decisiones e instituciones. La última palabra no la tiene la marcha rauda del sistema politico en turno, por más adulador y esperanzador que sea su discurso, sino la interrogación y el cuestionamiento que emerge desde los otros, desde los propios ciudadanos convertidos en actores políticos, ello es lo que posibilita la construcción de un orden social deseado.

 

Finalmente, para Norberto Lechner la legitimidad que obtenga el sistema político depende de la valoración ciudadana y esta valoración es el resultado de un ejercicio (más o menos crítico) de la ciudadanía. Dicho de otra manera, la política como ejercicio ciudadano implica instalar la posibilidad de la crítica y en ella está, ceñida al quehacer de los ciudadanos en tanto sujetos que siempre pueden discernir y disuadir la marcha de las decisiones autoritarias o absolutistas del Estado. •

 

(1) Profesor investigador de la Universidad Tecnologica de la Mixteca.

 

Bibliografia.

Lechner, N. (1972). “Sexualidad, autoritarismo y lucha de clases. Informe del seminario interno del CEREN”, Cuadernos de la Realidad Nacional, Nro. 12, abril de 1972.

Lechner, N. (1977). “La crisis del Estado en América Latina”. Revista Mexicana de Sociología. 2/77. Abril-Junio. México: UNAM. Pp. 389-426.

Lechner, N. (1982). ¿Qué significa hacer política?, Lima, DESCO.

Lechner, N. (1984). La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado, Santiago de Chile, FLACSO.

Lechner, N. (1990). Los patios interiores de la democracia (1988), Santiago de Chile, FCE.

Lechner, N. (1993). “La democracia entre la utopía y el realismo”, II Encuentro Internacional de Filosofía Política, Segovia, abril de 1993. Disponible en: http://espacio.uned.es:8080/fedora/get/bibliuned:filopoli-1995-6-A5BADF7B-1661-8707-7C7DFFC216D1BC45/democracia__entre.pdf