El reality oaxaqueño: degradación política

margarita_AGRESION_ZAVALETALas imágenes fueron transmitidas una y otra vez por la prensa y los noticiaros televisivos; los exabruptos y las mentadas de madre se escucharon, repetidas hasta el cansancio, también en las estaciones de radio. El episodio del reality show de la política mexicana estuvo a cargo de legisladores oaxaqueños: dos diputadas federales del PRI, Margarita Liborio y Sofía Castro, que increpaban a uno del PAN,  Guillermo Zavaleta.
Pero no eran los únicos involucrados; antes un diputado priista, Héctor Pablo Ramírez, había anunciado que su partido tenía videos en los que exhibía a Zavaleta en el momento en que un miembro de la administración de Ulises Ruiz le entrega recursos en “apoyo” a Santiago Creel para obtener la candidatura del PAN a la presidencia de la República en 2006.
Y todavía más; los encargados del guión, la dirección y hasta las tramoyas, de esa puesta en escena son miembros prominentes de la clase política de Oaxaca, del país.
El desaguisado derivó luego que el diputado panista aludido convocó a una conferencia de prensa para emplazar a que se presentaran los videos y a deslindarse de los actos denunciados. Acto al que acudieron las legisladores para reforzar los señalamientos de “corrupto”. El trasfondo político detrás de ese vergonzante acto, era uno mas de los intentos del PRI para desarticular la alianza opositora que signarían PAN y PRD, además de Convergencia y PT, para los comicios de este año en Oaxaca.
Los medios se regodearon con lo evidente: la atrabiliaria y rupestre actitud de unos y otros; la violencia verbal y la pobre cultura exhibida;  la confesión de parte de la comisión de actos de corrupción.

diputadas_del__pri_AGRESION_ZAVALETASíntomas de degradación
Sin embargo, la estridencia mediática impidió ver más allá de lo que no son sino manifestaciones de una descomposición política más profunda, que incluso tiene en esos arranques espontáneos de exhibición impúdica de la mediocridad su expresión menos perniciosa, pero que encuentra en la violencia política su forma más peligrosa.
Porque, ¿quiénes son los personajes de esta historia?: Las diputadas y diputados involucrados tienen ya una larga carrera política y legislativa, han ocupado importantes cargos en la administración pública estatal y municipal y ejercido puestos directivos en sus partidos. En esta década han formado parte de las élites gubernamentales que han dirigido a esta entidad. No son entonces, aunque lo parezcan, improvisados en el quehacer público.
El tema, por tanto, no radica en su medianía evidente, sino en, ¿cómo hicieron para estar en esas posiciones?
¿Qué sociedad es ésta que permite que estos cuadros de tan bajo perfil lleguen a los puestos claves de dirección?
¿Qué clase política es esa que hace a un lado precisamente la política, para dirimir mediante la violencia—física o verbal— sus diferencias?
¿Cuál es ese ejercicio de la política que sustituye el debate y  las estrategias por tácticas porriles para acabar con el adversario?
“¿Si nos limitamos a fundar el poder exclusivamente en la fuerza, cómo se logra distinguir el poder político del de una banda de ladrones?”, se pregunta Norberto Bobbio. Una distinción que en el México del siglo XXI tal parece se ha diluido.
Y es que el viejo dilema entre el apego a principios éticos o el ejercicio del poder ajeno a ellos, se revitaliza al extremo en la escena política nacional; y de manera más primitiva en Oaxaca.
Tampoco puede tratarse el tema como si fueran personajes o actos aislados. Las diputadas priistas no hicieron sino jugar el papel al que las ha reducido el grupo faccioso al que pertenecen; pero no son las únicas. El empleo de esas formas rupestres y porriles ha tomado carta de naturalización en la entidad. El diputado seudo opositor, no es sino un eslabón de una compleja maraña de intereses y corrupción, que por igual compra a panistas, que a perredistas o de cualquier signo ideológico.
Las acusaciones de que fue objeto no son sino la constatación plena de un secreto a voces de esa dinámica de largas raíces en Oaxaca y empleada hasta el cansancio en la última década: “a la oposición la compramos y hasta barato nos sale”, se ufana el grupo en el poder. Mientras los que detentan el poder exhiben sin rubor sus nuevas riquezas; hacen negocios al amparo de sus puestos; cobran porcentajes y favores a empresas o las forman ellos mismos; y se jactan cínicamente de ello.
La actuación exhibida y la denunciada, han sido norma de actuación de los políticos oaxaqueños: la violencia ante la falta de capacidad política; la corrupción de la clase política en su conjunto; el uso patrimonial de los recursos públicos; el empleo arbitrario del poder; el prohijamiento de acciones que violentan el estado de derecho.

¿Fe pública de bribones?
Y ya entrados en la ruta de la descomposición política, otros actores entran con igual desapego ético al reparto de las prebendas que otorga el poder. Tal es el caso recientemente develado de la presunta venta de fiats notariales (Reforma, 12/02/2010).
Esas denuncias de compraventa de las licencias para ejercer como notarios, no son sino otra punta del iceberg de la corrupción. En un interesante seguimiento al caso, Nadia Altamirano Díaz (El Imparcial 13-17/02/2010) escudriña la serie de irregularidades en el otorgamiento de aquellas: sin cumplir con la edad mínima requerida, en abierto nepotismo, para el pago de facturas, por los favores recibidos y/o las actitudes serviles al régimen, evadiendo requisitos y procedimientos que establece la Ley Notarial, etcétera, etcétera.
Por eso, este trabajo más allá de la denuncia de anomalías y de la manera patrimonial e ilegal en que se otorgan, es una crónica pormenorizada de la corrupción en México; una narrativa de las componendas y complicidades de políticos y otros actores que validan y legalizan su actuación; una historia viva  de la descomposición político-social; las manifestaciones de una enfermedad más enraizada en la sociedad oaxaqueña.
Más aún si consideramos que a los notarios se les inviste de fe pública, siendo que un buen número de ellos han mostrado un largo historial de bribonería. Más riesgo aún, si consideramos que su actividad está dirigida a apuntalar el Estado de Derecho y que, dada su concepción liberal, se está poniendo en riesgo la seguridad jurídica en un componente central del mismo: la propiedad privada. Esto es, se violenta un eje fundamental del entramado jurídico de la nación mexicana.
Por eso, tanto el sainete camaral de los diputados como las irregularidades en el ejercicio notarial, son la evidencia plena de ejercicio amoral de la política. Aquí, como confesara el cacique por antonomasia, Gonzalo N. Santos, “la moral es un árbol que da moras o sirve para pura chingada”. 

Amoralidad sobre la ética
Mucho tiempo duró y mucha sangre corrió por la construcción del México institucional, de la nación republicana, apegada a principios democráticos, aquél por el que lucharon Heberto Castillo o Demetrio Vallejo, desde los movimientos de izquierda; lo mismo con el ímpetu juvenil de los universitarios del 68, los médicos y los ferrocarrileros en los 50, o con el coraje cívico de Salvador Nava, Clouthier y tantos otros; ya desde la rebelión zapatista en el sur de México o las acciones de resistencia civil tras los fraudes electorales en Chihuahua, San Luis Potosí, Guanajuato...
Esa lucha fue porque el país, la sociedad, ya no aguantaba un régimen antidemocrático, oscuro y corrupto; pero también porque estaba harta de personajes como el cacique potosino, el “Alazán Tostao” y el dominio en su prebostazgo, como gustaba llamar a su feudo para tratar de mostrar una cultura de la que carecía; una sociedad cansada del uso arbitrario y violento del poder como del que se ufana en sus memorias N. Santos. Servil con los gobernantes, abusivo y violento con sus súbditos y desvergonzado saqueador de los recursos públicos.
Y, como se constata en sus Memorias; que además celebrara esas acciones con ocurrencias cínicas y amorales. Por eso, la insurgencia cívica del 88 y la irrupción rebelde y armada del 94, contra eso el país se alzó. Ahí se encuentra parte de las causas de la revuelta oaxaqueña de 2006.
Hoy, ese México institucional que parecía estar al alcance de la mano hace una década, parece estar diluyéndose nuevamente. El retorno de las prácticas arrabaleras; la guerra sucia en las elecciones; la violencia política; el desapego de partidos y político a las demandas de la sociedad; la corrupción; la crisis recurrente debido a los malos gobiernos; la preeminencia de intereses facciosos sobre los de la nación, son muestra de un proceso de involución democrática. Un mal que aqueja a todo el país, pero que encuentra en Oaxaca las formas más primitivas para su ejercicio.
A ello, hay que enfrentar una visión de la política asentada en principios y en un ejercicio responsable del poder. Pero, hasta ahora, no se hace, ni hay indicios de que se pretenda realizar. Un ejercicio ciudadano responsable, debería conllevar a ello; pero, tampoco se está construyendo. Por ignorancia, desánimo, hartazgo o sumisión, somos corresponsables de lo que está sucediendo. Es tiempo de asumir esa responsabilidad.
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