COPALA: herida que desangra a los triquis

_MG_0187Eran los primeros días de abril de 2006, en medio del proceso para elegir al presidente de la república. El Instituto Federal Electoral, en su sede distrital de Tlaxiaco, enfrentaba serios problemas para realizar las actividades de organización y capacitación de quienes fungirían como funcionarios de casilla en la zona triqui. La falta de seguridad y el clima de violencia impedían el trabajo de su personal de campo. Y las autoridades estatales y federales, como desde hace décadas, no brindaban las garantías requeridas. Se tuvo entonces que apelar a los poderes fácticos.

Los consejeros del IFE se reunieron con dirigentes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT); y de la Unidad y Bienestar Social Triqui (UBISORT). Ambos señalaron que sus respectivas organizaciones garantizaban las condiciones para el trabajo del IFE en las comunidades “bajo su control”.
Posterior a esos acuerdos, los capacitadores narraban cómo, al presentarse ante las autoridades comunitarias, éstas se comunicaban, vía telefónica o por radio, con sus dirigentes y hasta que éstos les autorizaban les permitían realizar su trabajo. Otra vez, los poderes fácticos sobre las autoridades institucionales. Pese a ello, la reactivación de la violencia impidió que se instalaran las casillas el 2 de julio de 2006.
Lo anterior, sin embargo, muestra la ausencia de Estado en la región: el abandono de los tres niveles de gobierno; la falta se seguridad pública y la suspensión de facto de las garantías constitucionales; el clima de violencia e impunidad. Nos habla también de que quienes deciden son las organizaciones sociales, su preeminencia sobre las autoridades comunitarias, así como de la disputa que éstas tienen por el control de la región. Elementos básicos para entender la historia de violencia en la región, que cobrara en el último mes sus más recientes víctimas.

¿El pecado original triqui?
El abril violento triqui con el ataque a la caravana de organismos civiles que tuvo como saldo la muerte de los activistas Beatriz Cariño y del finlandés Jyri Antero Jaakkola; así como el posterior asesinato de Timoteo Alejandro Ramírez, uno de los principales dirigentes del MULT-I y su esposa, son las más recientes víctimas de una historia de violencia y muerte. Tras estos recientes sucesos la literatura que se ha vertido sobre el tema parece presentar la idea de que se trata de una guerra entre buenos y malos; entre la defensa de la autonomía indígena contra la intromisión priista, paramilitar, caciquil; entre unos inocentes seres que se enfrentan a la injerencia del mal. Una visión reduccionista que poco ayuda a comprender un asunto tan complejo, lleno de claroscuros.
En la región operan cuando menos tres organizaciones de relevancia: MULT, UBISORT y MULT-I, además que escisiones y reacomodos en ellas han dado vida efímera al PRI-Independiente y la Unión de Sociedades de Oaxaca (USO). Y, si en varias zonas de la Mixteca oaxaqueña, antes que la adscripción comunitaria o la identidad étnica, se tiene una pertenencia organizativa, entre los triquis es una condición vital. Las comunidades son identificadas por la organización a la que pertenecen: La Sabana es UBISORT: Yosoyuxi es MULT-I; El Rastrojo es MULT; Tierra Blanca es

PRI-Independiente, por citar ejemplos.
Así, los pobladores de tales comunidades más allá de sus deseos o preferencias personales, pertenecen a esas organizaciones. Más aún. Quienes ahí nacen, heredan la adscripción organizativa, y con ello la defensa de su organización, pero también los odios, las facturas que se deben y las que habrán de cobrar, las venganzas. Es el pecado original de las y los niños triquis.
En ese ambiente nacen, crecen, se forman. En medio de la miseria, la descomposición social y la violencia endémica, alimentándose de odios, creando filias organizativas, en una dinámica de corrupción y conflicto; reproduciendo también las exclusiones internas de las que poco se habla: mujeres, niños y los más pobres de los pobres, no tienen derechos y sólo han de obedecer. Y con pocas, casi nulas posibilidades de escapar de este ambiente; y cuando lo hacen es por vía de la migración, una diáspora que los sangra permanentemente; o la disidencia, en que encuentran nuevamente odios, violencia. Un círculo vicioso alimentado por todos, en que los triquis tampoco escapan a la responsabilidad de crearlo y sostenerlo.

Organizaciones, entre el clientelismo y la representación política
Por tanto, es un exceso generalizar los calificativos que endosan a unos y a otros las maldades, vicios y gusto por la violencia; contra los ingenuos, defensores de la identidad, trabajadores y bonachones triquis.  Uno y otro calificativo podrían aplicarse por igual, dado que dirigentes y militantes de todas las organizaciones en la región son acusadas por los adversarios de secuestro, asesinatos, violencia. Y en todos los casos podrían tener razón. Como también son defensores, gestores, de los derechos de sus comunidades. Como, de igual forma se aprovechan, manipulan, usan y ejercen un control caciquil contra sus disidencias.
Además, en esa impronta que ha marcado a muchas de las organizaciones sociales en Oaxaca, los antiguos luchadores sociales devienen en caciques
En la denunciada historia de corrupción que ahora se maneja para denunciar la intervención de los gobiernos, partidos, activistas y demás, pareciera que éste y otros males son etéreos y se propagan silenciosamente como un sutil veneno, poco se habla de que para que ésta se concrete tiene que haber dos partes, que en esos procesos intervienen entes concretos, seres pensantes. No pueden excluirse, entonces, a muchos triquis que, desde todos los bandos, han permitido, alentado y se han beneficiado con esas prácticas.
Cierto, en esta presencia de múltiples organizaciones algunas tienen más definida una característica que otra.
El UBISORT nace para contrarrestar la fuerza que el MULT había adquirido en la región y recuperar el control político pues sirve abiertamente al priismo, como ellos mismos reconocen; de escisiones de esa organización es que se forman el PRI-I y la USO (cuyo dirigente, Raúl Marcial, también uno de los principales líderes de UBISORT en la década pasada, fue asesinado en diciembre de 2006). El MULT nace para oponerse a los largos y cruentos cacicazgos que explotan a los triquis y los despojan de tierras y recursos naturales; hasta que posteriormente transitan a acuerdos con el Estado y son acusados ahora de servir al régimen a través del Partido Unidad Popular, que acrecienta su influencia a otras zonas.
El MULT-Independiente (MULT-I) surge como una escisión del MULT en que, cierto, hay una motivación ideológica y de defensa de la identidad triqui, pero también está presente la disputa por los el liderazgo y los recursos y programas sociales, desencuentros familiares, el control corporativizado de las comunidades. En una fase de expansión y toma de fuerza crean el Municipio Autónomo de San Juan Copala.
Y es que las organizaciones están en el filo entre la representación política y el clientelismo y corporativismo. La frontera entre la lucha social por los derechos de las comunidades y el control clientelar se pierde en muchas ocasiones; las condiciones de pobreza y marginación así como la pulverización de las comunidades, son el espacio idóneo para reproducir unas y otras prácticas.

El juego del Estado: ausencias y presencia
Las primeras reacciones del gobierno estatal tras el ataque a la caravana humanitaria no pudieron ser más desafortunadas, aunque pintan de cuerpo entero al régimen y sus políticas. “No avisaron a nadie”, “¿Qué hacían extranjeros en ese lugar?, “Fue una irresponsabilidad”, fueron las declaraciones. La negativa a ingresar a la zona por los cuerpos de los asesinados y en la búsqueda de los sobrevivientes, fueron las acciones. Y el argumento no pudo ser más elemental y vergonzante: “no podemos entrar porque hay gente armada en la zona”. Sólo hasta que se negoció con el UBISORT es que se pudo entrar, y a medias, a cumplir con una de las funciones sustantivas del Estado, la que le da la razón de ser: la seguridad de sus gobernados.
Pero no otra ha sido la actuación de los sucesivos gobiernos estatales y federales: su ausencia. ¿Desde cuándo se tiene que pedir permiso para transitar por territorio mexicano? Cierto, en la zona hay riesgos, violencia y enfrentamiento, por tanto hay que tomar precauciones y asumir responsabilidades; pero ese no puede ser el argumento de un gobierno para justificar su ineptitud. Su función es brindar seguridad en todo el territorio, perseguir y castigar los delitos. Y sin embargo, son ya 700 muertes por los enfrentamientos en las últimas décadas. Y ni se investigan los delitos, menos se aprehende a los culpables y menos aún se hace justicia. Al contrario, cuando se presentan los recurrentes hechos de violencia, son las policías las primeras en salir huyendo de la región. La inseguridad va acompañada de la impunidad que priva en la zona,… en Oaxaca,… en México. Y los gobiernos reconocen que han claudicado de su responsabilidad.
Es una ausencia del Estado de Derecho; la región triqui se ha convertido así en una ínsula. Ahora mismo, desde que inició el año no hay clases en Copala y las comunidades aledañas; están bloqueados los accesos a Copala. La inseguridad y el temor a los grupos paramilitares han dejado sin servicios y en la indefensión a buena parte del pueblo triqui. Es una suspensión de garantías de facto. Es la ausencia del Estado.
Y sin embargo, el Estado ha estado siempre presente. Fue de la mano de los primeros gobiernos del México independiente que los criollos despojaron a los triquis de sus tierras. Fueron las agresivas políticas estatales que permitieron la explotación de la etnia triqui. Las que permitieron la entrada de armas, la venta indiscriminada de alcohol, la permisibilidad de la violencia. Las que acompañaron la introducción del cultivo del café de manera intensiva y explotando la mano de obra. Los que permitieron cacicazgos, el ejercicio de gobiernos despóticos, la conformación de grupos paramilitares. Los que por acción u omisión sumieron a los triquis en la miseria, atraso, marginación y la violencia endémica que se vive en la región. Fueron sus instituciones las que reconocieron primero el municipio de San Juan Copala, para desaparecerlo luego en 1948, con un argumento semejante al que ahora usan: la violencia incontrolable y el enfrentamiento fratricida entre los triquis. En toda esa historia de explotación y despojo estaba, está, la figura omnipresente del Estado.
Como lo ha estado también en los nuevos derroteros organizativos. Es con la irrupción del EZLN en 1994, en que, al considerar a la zona triqui en un foco rojo para la seguridad nacional, y al MULT en un potencial movimiento que podría secundar la insurgencia zapatista, cuando se destinan recursos, programas sociales, y se busca corporativizar hacia el Estado, con regular éxito, a los triquis; se alienta la creación del UBISORT. Se continúa con la impunidad y se permite que se enseñoree la violencia.

El derecho a la autodeterminación
La historia triqui registra que las primeras rebeliones surgieron en los albores del México independiente, en contra del despojo al que eran sometidos por los criollos a los que ellos habían apoyado. En distintos momentos de la historia de esta etnia se presentan movilizaciones sociales en defensa de su territorio e identidad (al respecto pueden verse los trabajos de Javier Parra y Jorge Hernández Díaz, Violencia y cambio social en la región triqui; así como de Francisco López Bárcenas, San Juan Copala, dominación política y resistencia popular). El ejercicio del derecho a la autodeterminación, entonces, es una legítima aspiración del pueblo triqui.
Sin embargo, la creación en el 2007 del autodenominado Municipio Autónomo de San Juan Copala, no puede sustraerse del contexto de violencia, enfrentamientos fratricidas y disputa por el control regional por partes de las organizaciones triquis. Por eso, tampoco puede ahora en una visión paternalista y racista, atribuirse todos los males a la ingerencia externa; también los conflictos internos, los odios y venganzas, la disputa interna por el control y la corrupción y vicios entre los triquis hacen lo suyo.
Por eso en la constitución del municipio autónomo convergieron coyunturalmente el entonces recién creado MULT-I, con UBISORT y PRI-I; era una estrategia por parte del MULT-I para aprovechar el apoyo y la fortaleza adquirida en ese entonces por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y posicionarse en la zona al tiempo que establecer lazos con otras organizaciones externas, como mecanismo de defensa ante lo que se avizoraba continuaría: una agudización de la violencia entre las organizaciones. Sobre todo porque lo hacían en Copala, el principal centro ceremonial triqui, con la fuerza simbólica que ello representa. Y a las otras dos organizaciones les convenía para enfrentar y minar a su viejo adversario: el MULT (ver Municipio autónomo triqui: lucha por el control regional, En Marcha núm. 88. Febrero de 2007).
Así, más allá de la visión idealizada del municipio autónomo, habría que considerar todas las variables que intervinieron en su creación. Como hemos señalado, la adscripción primaria de los triquis, antes que con su comunidad y la etnia, es con la organización en que nacen y militan. Por tanto, están lejos de representar a todo el pueblo triqui. Mas allá del trabajo organizativo que realizan y los relativos éxitos que pudiesen haber obtenido, es claro que tampoco abonan a la búsqueda de la paz, al fin de los enfrentamientos fratricidas y a la búsqueda de una mejor vida para los triquis. Lograrlo, por supuesto, incumbe a ellos, los protagonistas de esta historia, y es responsabilidad del Estado mexicano; pero también convoca a todos a trabajar en ese sentido; más allá de posiciones coyunturales. La historia de violencia y muerte debe concluir.

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