Abstencionismo: ganador de elecciones

Si algo queda claro en el actual proceso electoral para renovar diputados al Congreso federal, es que el protagonista principal es el abstencionismo, que se manifestará de dos formas: no acudiendo a las urnas a depositar el voto, o asistiendo pero anulando el mismo.
Hay, por supuesto, diferencias cualitativas entre ambas; en el primer caso se desestima por completo la posibilidad de elegir, se abdica de la posibilidad de incidir directamente en los resultados y, con ello, se legitima (a contrario de lo que opinan muchos abstencionistas) la permanencia de gobiernos despóticos y los vicios del sistema político mexicano (ver En Marcha 113, Cuando los abstencionistas deciden).
En el segundo caso, se participa pero se abstiene de votar por un partido o candidato en particular, más bien, se vota explícitamente en contra de todos; una manifestación de inconformidad que busca llamar la atención. Sin embargo, si bien ambas posiciones representan una intencionalidad distinta, las causas son muy similares.
Abstencionismos, al alza
El hecho por sí mismo, debiera generar cuando menos una reflexión entre los distintos actores políticos, pero también en los diversos sectores de la sociedad mexicana. Si bien, hay opiniones que consideran que en México, dado que la no participación es una constante, no hay mayor motivo de preocupación, lo cierto es que el abstencionismo como posición reflexiva va a la alza, al que ahora se suma el surgimiento del llamado al voto nulo o al voto blanco.
Son las elecciones intermedias las que menor interés concitan. En las tendencias presentadas en Oaxaca, en las elecciones federales intermedias, como la del 2009, el promedio se sitúa entre el 40 y 45 por ciento; la participación más baja fue en 2003, con 38 por ciento y la más concurrida en 1997, con 50.18.
En las intermedias estatales, la participación supera apenas los 30 puntos porcentuales. Y, como hemos señalado, la tendencia a la abstención se acentúa. Los pronósticos más optimistas la sitúan en el 60 por ciento; los menos, señalan que puede superar el 70 por ciento. Y a ello hay que sumar que un buen número de los que van a las urnas, lo hacen para anular su voto; si en otras elecciones ya se consideraba una señal de alarma que el voto nulo superara el 3.5 por ciento, ahora se puede situar en el 5 por ciento o más.
Así, los representantes populares, los gobiernos, representan a cada vez más reducidos sectores de la población; hecho que parece no importarles, sino al contrario, les resulta muy conveniente que sean pocos los que les pueden evaluar o exigir cuentas.
Señales claras de que existen problemas profundos en el sistema político que es necesario cambiar; de no tomarse medidas que atiendan las causas de esta problemática, el riesgo de una implosión social se torna cada vez más grave.
Abstencionismo:
hartazgo e inmovilidad
Aunque teóricamente las razones de la abstención pueden ser muchas, hay un eje que las atraviesa: el convencimiento de que, más allá de los resultados, gane quien gane no pasa nada en México.
Es por eso que a quienes no les importan las elecciones por apatía, es porque no consideran que ellas tengan alguna definición de importancia para su vida cotidiana; por lo general no participan y las cosas siguen igual; cuando ocasionalmente lo hicieron, tampoco hubo cambio alguno, así que ¿para qué votar?
Los que no acuden a votar, porque están hartos de los políticos y su falta de resultados, es porque han evaluado que, independientemente del partido de que se trate, mediocridad, corrupción e impunidad, es lo que priva en nuestro país. Lo mismo perredistas que panistas o priistas, han tenido su oportunidad de gobernar en distintos espacios y tan malos resultados han dado en uno y otro caso. De los partidos pequeños, vemos que son sólo franquicias en manos de particulares para embolsarse el dinero público que les corresponde por sus prerrogativas legales. Así las cosas, desde esta postura, acudir a las urnas sería una pérdida de tiempo, porque la elección se reduce a escoger entre camarillas agrupadas en partidos y candidatos mediocres y corruptos cuya única distinción es el color de la casaca que portan, y eso coyunturalmente, pues para próximos comicios pueden cambiar de color.
Difiero de quienes afirman que en México una causa del abstencionismo sea el desencanto con la democracia, o que sucede lo que en todos los regimenes democráticos que se caracterizan por una escasa concurrencia a las urnas. Primero, porque la celebración periódica de elecciones no significa que un régimen sea democrático; ni la alternancia por sí misma es garantía de una democracia consolidada; existen otras condiciones que no se cumplen.
Segundo, porque si bien las razones de la abstención parecieran ser semejantes —considerar que votar o no, en nada modifica las condiciones de vida de un país—, sus causas esenciales difieren radicalmente. En el caso de las democracias consolidadas ésta posición podría surgir más bien de una confianza básica en las instituciones, en la garantía del funcionamiento de otros mecanismos de control ciudadano, en el tener satisfechos sus necesidades y derechos básicos.
Caso contrario ocurre en países como el nuestro, con una tradición autoritaria que está lejos de ser desterrada, pues el motivo profundo, como puede verse en las manifestaciones expresas de cada vez mayores sectores de la población, deriva del malestar y hartazgo de los ciudadanos con la clase política y en la constatación cotidiana que las instituciones no funcionan.
“Que se vayan los pendejos y regresen los rateros”; “que nos gobiernen las putas porque sus hijos han fallado”, son expresiones que circulan cada vez con mayor frecuencia lo mismo en movilizaciones, que en pintas y en el ciberespacio. Frases que muestran el hartazgo ante la falta de resultados de una clase política cada vez más alejada de los problemas de la población.
Anular, ¿votar en blanco?
En Ensayo sobre la lucidez, José Saramago cuenta la historia de unas elecciones municipales en una ciudad sin nombre, en la cual el 83 por ciento del electorado vota en blanco como protesta por la descomposición de la democracia. Para el escritor, el voto en blanco es igual de democrático que el expreso; el primero “asusta a los partidos precisamente por ser democrático”, dijo a un periodista (El Universal 26/03/2008). Incluso lo distanció del abstencionismo: “la diferencia es la misma entre la inteligencia y la estupidez”, expuso en relación con el caso de la Venezuela de Chávez.
El voto blanco, incluso ha tenido éxito en determinadas coyunturas en distintos países del orbe: Argentina en 1957; España en 2004; Francia en 2001; procesos en que quienes anularon el voto fueron entre el 25 al 30 por ciento del padrón y obligaron a reformular el sistema. Ahí puede entenderse cómo el punto de mayor maduración de una cultura política en una sociedad democrática y el empleo radical del voto como herramienta de cambio. Sin embargo, incluso ahí el mensaje funcionó a medias, pues el ejercicio se redujo a esa protesta expresa en la jornada electoral.
Por ello, en el caso mexicano, habría que observar con detenimiento la actual movilización por el voto en blanco, pues en ella convergen los más disímiles intereses; desde la izquierda que ha denunciado permanentemente el circo político en que se convierten las elecciones y que llama a su ejercicio como una forma de protesta, hasta la derecha que ve una oportunidad de empujar que las decisiones se concentren en cada vez menos manos y busca fortalecer el autoritarismo; pasando por el priismo, que sabe que votar nulo es anular votos en su contra.
Hay entonces una convergencia de intereses, pero no existe un movimiento ciudadano que lo apuntale, como sí sucedió en los ejemplos exitosos de referencia. Y recordemos, la suma de agravios para protestar no basta para generar transformaciones, como vimos en el 2006 en Oaxaca.
Por eso, si bien el voto nulo es una alternativa válida en la actual coyuntura electoral, ante la falta de otras opciones (ver Votar o no votar, el dilema ciudadano, En Marcha núm. 114), como alerta Alberto Olvera, debe cuidarse que esta acción no termine de abrir las puertas a una derecha que tiene mucho más poder que sus oponentes (El Universal  19/06/ 2009). Más que esa derecha se ha mimetizado en los distintos partidos e incluso en movimientos populares. Si bien, es de destacar que votar en blanco, tiene tras sí la voluntad de acudir a las urnas y participar, una decisión que no debe ser desestimada, y envía también un mensaje claro: el rechazo a la forma de hacer política y a los malos resultados que esta clase política nos ha dado.
Los extremos que se juntan
Ensimismada, sin mayor propuesta que la de velar por sus intereses propios, la clase política no se percata de esta situación. En los últimos meses, vemos que su mayor ingenio lo han puesto en cómo evadir la legislación electoral, cómo cometer impunemente hechos irregulares, cómo violar insistentemente la legislación apenas reformada por ellos y anunciada como la de mayor trascendencia en la historia mexicana. No hay propuesta alguna, solo insultos, pelea en el lodo, en el que todos quedan imbuidos.
“Si no traes ni promesas, tú sí que estás jodido”, le dijo un campesino a un candidato que quiso presentarse como la nueva cara de la política, siendo que toda la vida había trabajado con el PRI, había escalado puestos y ejercido poder. Ahora, como candidato de un partido de oposición, vocifera contra aquellos que “no cumplen lo que ofrecen”, que tratan de comprar voluntades y votos con despensas, promesas, programas sociales; por eso su afirmación de que no regalaría nada en su campaña, ni haría promesa alguna. De ahí la respuesta rápida, certera, del campesino. Y es que, aún en zonas marginadas, rurales, en los que se aceptan lo que como dádivas a cambio de votos ofrecen candidatos, partidos y gobiernos, y que son aceptadas por los sectores pobres de la población, hay un hastío de esta forma de relacionarse.
Pero la mediocre clase política no reacciona. Así se encamina y nos arrastra al cadalso. La descomposición política y social que hace tiempo vive México se puede agravar; un estallido social puede ocurrir; la violencia que ha escalado a extremos inimaginables hace un par de años, se puede recrudecer.
En el otro extremo, distintas voces reivindican su derecho a la abstención plena; a no acudir a las urnas: “es un circo electoral”, “el libre mercado de la politica”, “la legitimación de un sistema corrupto”. En algo tienen razón; ni el ejercicio del voto blanco, ni la participación activa, se han planteado otra alternativa la transformación del sistema ni otra opción que no sea la democracia electoral. Hay que empujar desde abajo otras formas de construir la democracia, cierto.
Pero, por lo pronto, éstas no aparecen; el levantamiento zapatista de 1994, tenía (¿y tiene?) un proyecto y una propuesta distinta, pero no avanzó más por razones diversas; la APPO en Oaxaca, no construyó siquiera un proyecto político; la comunalidad, escapa a las condiciones de una sociedad más compleja.
El magisterio “democrático”, hace rato que es el principal sostén del sistema y fiel reproducción de sus vicios, por más que anuncien su “voto de castigo”, como para blanquear su conciencia.
Por eso mientras las condiciones no cambien y se construyan alternativas viables, contrario a lo que dicen, la abstención es la que legitima a este sistema político mediocre, autoritario y corrupto: “lo que resiste, apoya”, señalaba Jesús Reyes Heroles a propósito del régimen mexicano.
No se trata de reducir la participación al momento de depositar el voto en las urnas, sino a la construcción diaria, desde distintos espacios, de condiciones para ese cambio que nos permita una sociedad más justa y democrática. Por lo pronto, las elecciones son un espacio en la cual cuando menos se puede hacer evidente la inconformidad con el actual estado de cosas; incluso, podría constituir el inicio de un movimiento articulado para poner en jaque al sistema (20 por ciento de votos nulos, anulan una elección).
Pero, como para ganar la lotería primero hay que comprar el boleto, para que el voto (blanco o expreso) cuente, primero hay que acudir a tachar la boleta.
vicleonjm@hotmail.com