El Homenaje Racial y la Guelaguetza*

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Sólo amamos lo conocido, escribió el poeta

María de los Ángeles Fernández Mondragón

 

En 1926, el gobernador de Oaxaca Genaro V. Vázquez, inspirado en las Misiones Culturales de la SEP y el programa educativo integral de José Vasconcelos organizó giras por las siete regiones del estado. Eran tiempos difíciles para México, inmerso en los conflictos post revolucionarios. En Oaxaca, el horno no estaba para bollos. En 1924, José Vasconcelos ganó la gubernatura, no lo dejaron llegar.

 

La dupla Obregón-Calles impuso a Onofre Jiménez. Tal proceder disgustó a la clase política local. Antes de un año, se vio obligado a renunciar. Así, Genaro V. Vázquez, joven legislador serrano –sólo tenía 33 años- tomó posesión en noviembre de 1925. “Todo el Estado es un conjunto de heterogéneo de problemas, ideales, intereses y aspiraciones distintos”, escribiría años después don Genaro.

 

El gran equipo oaxaqueño

 

Con el diagnóstico exacto, se propuso oaxaqueñizar a todas las regiones de Oaxaca “enseñándoles a amar lo suyo, sus industrias, sus bailes, su música, su idioma, su raza y, sobre todo, enseñarles a amar lo de las demás”. Puso manos a la obra y congregó a lo más granado de escritores, músicos, poetas y pintores para rescatar el espíritu artístico y la música tradicional oaxaqueña. Alfredo Canseco Feraud, el doctor Alberto Vargas Merino, Jacobo Dalevuelta, Samuel Mondragón, Enrique Othón Díaz, Juan G. Vasconcelos y un nutrido elenco de oaxaqueños unidos por el gran amor al terruño. Todos, amigos de verdad en el sentido más amplio de vocablo.

 

Así, con seis años de anticipación, se integró la Junta Organizadora de los Magnos Festejos del IV Centenario de la Ciudad de Oaxaca. El 25 abril de 1932, en la Rotonda de la Azucena se presentó por vez primera el Homenaje Racial para celebrar dignamente la promulgación de la Cédula Imperial de Carlos V de Alemania y I de España que otorgó superior categoría urbana a la entonces Villa de Antequera en el Valle de Oaxaca.

 

Fue justo ahí, con el patrocinio oficial de dos gobernantes nitos que se conjugó, por vez primera, todo el acervo de vestimentas y costumbres típicas de las siete regiones del Estado para rendir insólito homenaje a la capital, la Gran Señora del Sur como la llamaron inspirados poetas y escritores.

 

Genaro V. Vázquez y Francisco “Chico” López Cortés, sin envidias ni protagonismos, compartieron la cruzada por la identidad oaxaqueña. La Junta Organizadora desplegó intensa actividad. Se trataba de que los hijos presentes y ausentes festejaran a la madre querida. Se invitó a todas las regiones a reunirse en el Valle de Oaxaca con lo más típico, lo más florido de su vergel, de su flora, de su fauna y el producto de sus manos.

 

Don Jorge F. Iturribarría, de suyo tan parco, destila emoción al narrar tal fasto… “Oaxaca estaba muy pobre, había sido abatida por el terremoto del 14 de enero de 1931…se unieron las fuerzas a través de la idea que había electrizado las voluntades, y las regiones del Estado supieron responder generosamente porque las movió el amor a la tierra natal”.

 

Y casi todos, ausentes y presentes, acudieron como un solo espíritu al inolvidable fasto. Vamos, contagiaron a las autoridades del Departamento de Bellas Artes de la ciudad de México que llegaron a tan singular espectáculo a premiar tanto a los grupos musicales y folclóricos como a los compositores de los bellísimos arreglos musicales.

 

El añorado Cronista de Oaxaca

 

Y no está por demás recordar cómo surge la tradición que cobró muy pronto carta de naturaleza entre la gran familia oaxaqueña, presente y ausente. Don Everardo Ramírez, añorado e inolvidable Cronista de Oaxaca, cuenta que el Homenaje Racial se volvió a presentar en noviembre de 1933, en el marco del I Congreso Mexicano de Historia al que asistió el Presidente Abelardo L. Rodríguez. Lo mismo en 1941, durante la I Feria Indígena en el gobierno de don Vicente González Fernández. Sería hasta 1953, en el interinato del Gral. Manuel Cabrera Carrasquedo que se organizó lo que ahora se llama la Guelaguetza y se fusionó con las fiestas de los dos Lunes del Cerro. Ahí se institucionalizó la máxima expresión del folclore oaxaqueño en la antigua rotonda de la Azucena.

 

Todos los gobernadores precedentes preservaron tales festejos y procuraron enriquecerlos en la medida de sus limitaciones presupuestales. Constitucionales e interinos, sin excepción alguna. Así transcurrieron las gestiones del Gral. José Pacheco Iturribarría, Don Alfonso Pérez Gasga y Don Rodolfo Brena Torres. Poco a poco, los festejos se instalaron en el gusto local y trascendieron a todo el orbe. Cada quien imprimió su sello personal y regional al fasto. Oaxaca vivió 12 años florecientes. Con el Plan Oaxaca concluido, herencia de Brena Torres, se columbraron tiempos mejores. En diciembre de 1968, don Víctor Bravo Ahuja recibe las riendas de un estado pujante y con ambicioso programa al canto.

 

Durante su corta gestión al frente de los destinos de Oaxaca fue promotor incansable. A su visión de estadista y educador se debe la creación de nobles instituciones. Es muy vasta su obra. Consolidó los Festejos del Lunes del Cerro con la Guelaguetza como eje. Se prendó de la festividad y visualizó su enorme riqueza cultural y su gran potencial turístico. La enriqueció con espectáculos de calidad que atrajeran al turismo y prolongara su estancia en Oaxaca. Por desgracia, no todo se consolidó. Muchas de ellas, hoy ya no existen. Otras más, están en vías de desaparecer por la improvisación y supina ignorancia de las nuevas figuras públicas.

 

EL AUDITORIO GUELAGUETZA

 

Claro, eran otros tiempos.

 

En aquellas épocas, gobernar a Oaxaca era un privilegio y no un escalón más en trayectorias políticas. Todos empeñados en construir una nación fuerte y un estado institucional. En diciembre de 1970, don Víctor Bravo Ahuja fue nombrado Secretario de Educación Pública por el Presidente Luis Echeverría. En 1974, el propio Echeverría colocó la primera piedra del Auditorio Guelaguetza y dio el banderazo a la magna obra. Don Víctor logró la autorización para financiarla con recursos federales de la SEP, y encargó la ejecución a la Jefatura de Zona Oaxaca del Comité Administrador del Programa de Construcción de Escuelas (CAPFCE). En tiempo récord, con proyecto conjunto del arquitecto Mario del Olmo y el equipo técnico del CAPFCE-Oaxaca, con Raúl Corzo Llaguno a la cabeza, se construyeron graderío, escenario, escalinatas de acceso, plaza de acceso, estacionamientos, vestidores y sanitarios.

 

Obra importantísima a todas luces, ejecutada por un grupo de jóvenes arquitectos oaxaqueños. El costo total de la obra ascendió a 10 millones de pesos. Tal dato sorprendió al propio Luis Echeverría, por ser tan bajo el costo, quien luego de recorrer el conjunto del Fortín llamó al entonces jefe del CAPFCE para confirmar la cifra total. Un dato anecdótico.

 

No existen registros oficiales del acto inaugural del Auditorio Guelaguetza, ícono de los festejos. Tampoco foto oficial ni reseñas periodísticas. Extraño, si fue un proyecto consentido del Presidente Echeverría.

 

En julio de 1974, los festejos del Lunes de Cerro se trasladaron a la Ciudad Deportiva del Instituto Tecnológico Regional de Oaxaca (ITO). Historiadores serios lo incluyen, sin mayor explicación, al balance del gobierno de Bravo Ahuja. Algunos juran que el gobernador interino saliente, Fernando Gómez Sandoval inauguró la obra inconclusa, a mediados de noviembre de 1974. Otros afirman que fue Luis Echeverría durante la gira de despedida, en mayo de 1975. En contraparte, Carteles del Sur, en su edición del 22 de julio de 1975, publica en primera plana, una gráfica del presídium del Primer Lunes del Cerro con Auditorio, donde aparecen Víctor Bravo Ahuja y Manuel Zárate Aquino, con sus respectivas esposas, cuyo pie de foto consigna que en ese marco se inauguró el Auditorio Guelaguetza.

 

¿Quién inauguró el Auditorio Guelaguetza?

 

Así y todo, honor a quien honor merece.

 

Políticos, generales, artistas, poetas, músicos, folcloristas, periodistas y oaxaqueños de todas las regiones y todas las razas lograron encontrar ese milagro que los unió en una causa común. Llegaron directo a las fibras del corazón de los hijos de Oaxaca. Y lo lograron sin mayores arreos, gastos imperiales, excesos mediáticos o imágenes en movimiento. Todos pusieron su granito de arena para rescatar a Oaxaca de las garras de la desesperanza y destrucción que trajeron los terremotos de 1928 y 1931. Lo lograron. Sentaron las bases para más de 6 décadas de esperanza y bienestar. Triunfó entonces ese lazo indestructible en su exuberante belleza natural, amalgama cultural, policromía artística y alma musical.

 

Mención aparte, el rol que jugó Don Alfredo Canseco Feraud quien propuso al mandatario la construcción de un teatro al aire libre de arquetipo griego que tuviera como techo el esplendoroso azul del cielo oaxaqueño y como telón de fondo el hermoso valle de Oaxaca. Don Víctor acogió entusiasmado la idea del ilustre pintor e incluso le entregó un diploma como autor de la idea.

 

Tal es la historia.

 

Consumatum est

 

Con todo, la malograda decisión de techar el auditorio contra viento y marea sólo viene a confirmar que no será la opinión pública lo que prevalecerá frente a los designios de quienes tienen el poder supremo en las manos. Y lo peor de todo; nada cambió. Todo sigue igual.

 

Por desgracia, hoy más que nunca, los tradicionales festejos de los Lunes del Cerro que alcanzaron fama internacional están en riesgo inminente de naufragio total. Y no es tema menor. La máxima fiesta oaxaqueña, reconocida a nivel nacional e internacional está herida de muerte por caprichos sexenales, ocurrencias disparatadas y ambiciones desenfrenadas.

 

*Parte del reportaje de la autora publicado en el número de junio de 2011 de la revista En Marcha. http://www.revistaenmarcha.com.mx/reportaje/720-velaria-del-fortin-memorial-de-latrocinios.html