Los trabajos para la Casa de la Cultura

Imprimir

Juchitán de Zaragoza. - Al regresar Francisco Toledo a Juchitán, se dispuso a fundar la Casa de la Cultura. Su primera directora, Amira Musalem, estuvo en el tiempo de la restauración de las instalaciones de lo que sería la primera en el Istmo y la segunda en el estado. 

 

El Inmueble fue convento dominico, junto a la Iglesia San Vicente Ferrer, con la Reforma se convirtió en Cuartel y Escuela Secundaria Técnica después.
Don César Villalobos, jubilado de la Casa de la Cultura de Juchitán, relata su relación con Francisco Toledo a raíz de su ingreso a la plantilla de trabajadores de la Casa.

 

Era a principios de 1972, cuando se culminaron los trabajos a toda prisa. Como velador, dice, llevaba la responsabilidad de los bienes de la empresa “Berrueto”, también llevaba la nómina.

 

Hace mucho que está separado de la Casa, comenta, 15 años desde que se jubiló, en ocasiones se reúne con sus ex compañeros, como en estos días que realizaron un velorio al pintor juchiteco a quien le guardan afecto y agradecimiento, comenta.

 

“Toledo era de la gente pobre”

 

Había cierta pugna en la administración de los trabajos, desde su llegada un jefe que tenía la directora quiso desplazar a don César del puesto de velador y lo mandó de peón albañil. Pero el responsable de la obra, el dueño de la constructora “Berrueto” lo devolvió al puesto, “era yo su hombre de confianza –dice-, llevábamos años de trabajar honradamente.

 

“Amira se portó mal con Toledo y con nosotros, como somos gente humilde. Ella llegó con su gente rica, del centro de la ciudad. Toledo era de la gente pobre, ahí me sostuvo en mi trabajo.

 

“Yo llevaba la lista, la nómina, era de confianza, ya tenía una semana cuando vi a Toledo, así como andaba, jodido, se quedó dormido en la madera. ¿Pregunté quién es? ´El mero mero me dijeron´, por eso ya no le dije nada, ya lo iba yo a levantar. Le hablé en zapoteco, lo entendía. Nos hicimos amigos. Esa vez que se quedó dormido en las tablas, dejó tirado unos billetes, los recogí y se los fui a dar. También cuando llevó unas cajas, al vaciarlas encontré billetes, se los regresé. Quién sabe, pero creo que nos andaba tanteando

 

“El 22 de marzo de 1972 se inauguró la Casa de la Cultura, pero una semana antes, Toledo siempre apurado, andaba buscando quien hiciera las vitrinas de la Sala de Arqueología, no hallaba carpintero, pues faltaba nomás una semana. Yo pregunté qué buscaba, y me dijeron que un carpintero. Como sé de carpintería fui a decirle que yo lo haría. Me preguntó si de verdad podía hacerlo, claro que sí, le dije. Me puse a trabajar, él fue mi ayudante. Trabajábamos hasta en las noches, como no había luz, fui a mi casa por unas linternas, y trabajé rápido. Cuando vio mi empeño me dijo “tú no quedarás de velador, buscaremos a otro”. Así me quedé a trabajar de día. También me dijo que escogiera otro trabajador para que se quedara conmigo, elegí a Mateo sin conocerlo”.

 

“Después le hablé para que me ayudara a sacar a mis hijos adelante, “de peón no los voy a poder sacar adelante, jefe —le dije—, aún no había las plazas de Bellas Artes México en Juchitán, él las consiguió, aunque fuimos pocos los que entramos así.

 

Una acción de Toledo muy importante para don César fue cuando su hijo quiso estudiar en Chapingo; César nunca había viajado fuera del Istmo, le comentó al pintor sus tribulaciones, quien ante la premura lo mandó en su vehículo y con su chofer hasta la agronómicas Universidad. Por la noche se hospedaron en la Casa del artista en Tlalpan, para regresar al día siguiente a Juchitán, después de dejar inscrito a su hijo.

 

“Él ayudaba, se daba cuenta cuando ibas a engañarlo y cuando eras sincero, ayudó a muchos estudiantes, a mucha gente”, expresa don César algo triste y culmina: ¿Quién puede hablar mal de Toledo? •