El impresor de la rebelión, Mariano Valdivieso Alias

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Juchitán de Zaragoza. - Para Valdivieso Alias la salida definitiva del pintor Francisco Toledo de Juchitán pudo ser por la violencia suscitada, menciona el asesinato de Juventino, el representante comunero, caso del que se acusó penalmente a prominentes coceistas

 

—EM. Acusaron a Héctor Sánchez de eso.

—MVA. Pues sí, ahí iba el sha, cuando pasó eso.

 

“Ese día ellos, Héctor y sus acompañantes, habían salido de mi imprenta que entonces estaba en un callejón por acá cerca. Con muertos ya era para pensarse”, dice el veterano impresor y ex militante fundador de la Cocei, desde su vieja imprenta en la Octava Sección, “Cheguigo”, de Juchitán. Recuerda aquellos años 70 del siglo pasado, cuando él era joven, hacía el Periódico “El Satélite” del señor Taurino, apoyado por Francisco Toledo, así como muchas otras publicaciones que el exitoso pintor juchiteco pagaba con sus recursos.

 

La revista Guchachi Reza y publicaciones del Ayuntamiento Popular las pagaba Toledo, afirma. Hubo mucha gente que trabajó gratis para la Cocei, pero cuando los líderes ya recibían mucho dinero, nunca apoyaban, se lo quedaban todo. Se dedicaron a hacer pura sinvergüenzada. Todo eso lo veía Toledo, sostiene, Valdivieso Alias.

 

“Polo de Gyves metió a Toledo en un problema en La Ventosa, es loco ese Polín ¿para qué lo llevó a la violencia? Ese Polo es desgraciado, el otro día llevó a la gente de aquí a apoyar al PRI por ahí por Oaxaca, me dijo mi hermana”.

 

—Polo escribe unas cartas como si fuera Che Guevara, le comentamos.

—Jajaja ese Polín es un cabrón, el que no lo conoce le cree. Una vez vino a verme acá, a decirme que volviera a la Cocei, “vamos a concentrarnos de nuevo”, me dijo, vete al carajo le contesté, aquí no entras, vete a jugar a otro lado, lo corrí.

 

“También con Héctor me pelee, quería invadir una casa en el centro para darlo a un Kínder, el kínder tenía lana, que lo compren le decía. En el mero centro. Era presidente municipal Héctor, lo mandaron a llamar cuando llegamos a correr a los que ya tenían dos días posesionados de la propiedad. Llegaron muchas señoras vecinas, gritaron vamos a echarles agua, él quiso hablar, echar su rollo y también le echaron agua. No se quedaron con la casa”.

 

La charla con Mariano tiene pausas, silencios, un ayudante alinea decenas de pequeñas tarjetas de presentación. Muestra su colección de libros y poemarios, no los vende, “una vez vino otro a platicar, que no me robó un libro el desgraciado”, se queja.

 

“Apenas iba a ver a Chico Toledo para que me comprara esta prensa antigua —comenta—, que me ayudara con eso, el ayudaba, no como Víctor de la Cruz que no pagaba, llegaba con la revista Guchachi Reza que dizque lo mandaba Toledo, pero quería gratis. Toledo si ayudaba. Macario también me ayudó mucho”.
Le preguntamos si tiene un archivo de sus impresiones de los años 70.

 

—Cuando pelee con ellos, los líderes coceistas, les devolví todo, compraron una máquina y querían que yo trabajara gratis, mejor se los devolví, lleven su máquina, lleven su historia o voy a quemar toda esa madre, ahí iban volantes. La máquina se la llevó el doctor Reyna, creyó que era fácil, no pudo, nomás un número sacaron de un periódico. Era de linotipos; el Sol del Istmo fue el primero en cambiar a imprenta moderna por acá en 1983. El material de archivo se lo llevó Rufino Rodríguez.
Confirma que de verdad iba a quemar toda esa papelería del surgimiento de la Cocei, ya nada le interesa de ese grupo. Ve que observo un cartel pegado a la pared, y explica:

 

“Estamos recordando a un amigo de esa época, ayer empezó el homenaje al Poeta Alejandro Cruz en Ixtepec. Hoy y mañana sigue el Homenaje, ya va poca gente, esos ya sólo quieren dinero. Él es otro de los mártires de la Cocei, ¡ah! qué de malas de Alejandro, el pistolero les estaba tirando a los pies y él se puso pecho tierra, ahí abajo lo agarró la bala, murió.

 

“Publiqué un libro de Alejandro, apenas empezaba él, cuando Macario Matus era director de la Casa de la Cultura, hicimos decenas de libritos. Preste su libro de poemas para el homenaje´A esta hora ya estaríamos en la cantina fresca de una señora amiga, aquí mismo en Cheguigo”, cuenta.

 

Son las 3 de la tarde. El calor aprieta. Salimos de la imprenta rumbo a la casa de otro veterano personaje de aquellas épocas, en la misma legendaria Octava Sección Cheguigo. El moto taxi nos deja en la puerta de la casa de don César, quien acaba de volver del centro. Se alegra con la visita de Mariano. Parece ser su nieto a quien manda por unas cervezas. Nos conduce bajo los árboles del patio de su casa. •