Gestación clasista del “Homenaje Racial”

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Cuauhtémoc Blas

 

La creación de Homenaje Racial en 1932, para celebrar el IV Centenario de ser elevada el 25 de abril de 1532 la Villa de Antequera a rango de Ciudad por el rey Carlos V, fue motivada por un factor: la pobreza en que sumió a la ciudad, a pueblo y gobierno, los terremotos de 1928 y sobre todo el fatídico de 1931, que devastó la vieja Ex Antequera que para entonces ya se llamaba Oaxaca.

 

Periodista de la época nos narró hace más de dos décadas cómo antes del sismo la aristocracia local pensaba realizar magnos festejos con regios conciertos, donde el imponente Teatro Mier y Terán (Macedonio Alcalá, desde 1933) sería el elegante primer escenario. Sin embargo, el fenómeno natural afectó las arcas oficiales y privadas. La economía rural comercial del Oaxaca de entonces cayó en un 80 por ciento.

 

Traer a las grandes orquestas, así como a actores y músicos importantes era una erogación que ya no se podía realizar, todo se iba en el proceso de reconstrucción de la Ciudad. Había que pensar en una celebración menos onerosa. Tarea a cargo del gobernador Francisco López Cortés y colaboradores.

 

Acudir a lo festivo del pasado

 

La propuesta fue una fiesta localista, una inmersión hacia el Oaxaca de las regiones, al Oaxaca indígena. Fue un acto novedoso que, aun yendo hacia el pasado en busca de lo festivo oaxaqueño, no dejó de tender al mismo tiempo puentes hacia una nueva visión y cambios en el planteamiento de las tradiciones. Fue un encuentro o choque cultural entre la ciudad y el campo, sostienen los estudiosos, lo que trazó una nueva identidad oaxaqueña.

 

Era el inicio de la década de los 30 del siglo pasado, aún no iniciaba oficialmente la corriente política indigenista. El primer Congreso Indigenista Interamericano fue en 1940, realizado en Pátzcuaro Michoacán, convocado por el gobierno de Lázaro Cárdenas. Cobró fuerza la política de Estado de lo indígena como símbolo de identidad nacional.
De todos modos, a la conservadora Oaxaca, las grandes innovaciones le llegan tarde, incluso su sociedad rural-comercial citadina se opuso históricamente a los cambios. El rechazo a la revolución con el movimiento de la Soberanía es del todo ilustrativo (1915-1920), movimiento separatista que declaró su soberanía ante la federación, y que afectó duramente a la entidad.

 

Indigenismo no influía aún

 

Aunque ya venía desde los años 20, la corriente del nacionalismo indígena aún no tenía influencia en la Colonial Villa de Antequera. Era otra la formación de la clase gobernante y la élite culta política y social de la ciudad. Una ojeada a los periódicos de la época 1931-1932, nos muestra como las expresiones artísticas eran entonces todas de la cultura occidental, música de conciertos, teatro, tenían como marco el regio Teatro Mier y Terán, nombre del ex gobernador porfirista.

 

Incluso los programas festivos escolares carecían de bailes regionales, nada de folclor ni expresiones indígenas. Como ilustran los programas anunciados por el diario Mercurio y El Oaxaqueño de la época. Destacaban los músicos, poetas locales y las reinas de belleza.

 

En el programa de las fiestas patrias en Zimatlán se lee: obertura y pieza de música por Orquesta; tres o cuatro poemas; oratoria; otro programa similar en San Dionisio Ocotepec contiene: Ana Bolena, Fantasía por la Banda de Música y las oberturas Herminia y Bebé; poesías y discursos. Nada del folclor local, y se trata de municipios rurales no tan cercanos a la capital del estado.

 

En la capital, por supuesto, tampoco figuraba lo regional. Ni en los llamados Sábados Rojos Culturales del Partido Socialista Oaxaqueño, al que solía asistir el gobernador del Estado, diputados, profesores, compositores, músicos. Aunque lo interesante de estas sesiones es que se inicia la apertura de la élite cultural a los temas de los pueblos. Si bien son temas de inspiración regional, todos los músicos eran de la élite.

 

Sin embargo, desde 1926, durante el gobierno de Genaro Vásquez, se formó la Confederación de Partidos Socialistas de Oaxaca, dirigido por su Secretario de Gobierno y quien sería su sucesor, Francisco López Cortés, cuyo programa de acción era discriminador:

 

“Desarrollar una labor intensa y firme enderezada a incorporar a la civilización moderna, toda nuestra población indígena, combatiendo resueltamente las plagas sociales que la explotan, extirpando sus vicios y cultivando sus numerosas virtudes”. (1)

 

Nueva cultura con raigambre indígena

 

El gobierno interino de Genaro V, Vásquez, 1925-1928, a tono con la cruzada de José Vasconcelos Secretario de Educación Pública hasta 1924, también llevó misiones culturales a las regiones de Oaxaca. Más con la idea del segundo, de acelerar el paso de los indígenas a la cultura plenamente occidental, para “integrarlos al desarrollo nacional”.

 

“Se alentó una nueva cultura musical de raigambre oaxaqueña que pretendía la exaltación de todo lo que constituye nuestro espíritu: trajes, lugares, costumbres, etc., a fin de eliminar de la literatura y de la música vernácula todo sentimiento ajeno y morboso (…) Con esta tendencia compusieron música popular: Enrique Sandoval, Samuel Mondragón, Guillermo Rosas Solaegui, Mario Brena, José López Alavés, Efrén Núñez Mata, Fausto García Pujol, Alberto Vargas, Heriberto Sánchez, Juan G. Vasconcelos, Daniel Rueda, y el propio Genaro V. Vázquez”. (2)

 

Era la política de los gobiernos de la revolución, había que acoplarse so pena de ser desplazado como al antecesor de Genaro Vásquez. Finalmente, Vásquez acabó por dejar su testimonial frase racista: “Al indio hay que darle la razón, aunque no la tenga”. (3)

 

La idea era atraer al indígena a la educación predominante, no incluir a los grupos dominantes en el mundo indígena. Nada más ajeno a la sociedad semi colonial de la época. Los gobernantes eran muy proclives a las bellas artes, son famosas sus tertulias de amigos donde ellos mismos ejecutaban partituras de su autoría, Genaro V. Vásquez realizó composiciones musicales.

 

V. Vásquez organizó un concurso donde ganó el primer lugar Sarape Oaxaqueño, con letra de Juan G. Vasconcelos y música de Samuel Mondragón. Se promueve la música con “raigambre” oaxaqueña, surge la Canción Mixteca de José López Alavés, Tortolita cantadora, El Nito, la Juanita del Istmo, etc. Músicos profesionales le cantan a la provincia indígena. Tendencia que prevaleció durante esos años, con lo que se delineó el Homenaje Racial y más tarde la Guelaguetza. Aún no hacían acto de presencia los músicos de los pueblos indígenas. Incluso, en ocasiones, cuando los músicos de los pueblos arribaban a los festejos, eran desplazados por las bandas de la capital.

 

En este gobierno interino inscrito en los partidos socialistas de la época, hay testimonios que las “Expresiones culturales provenientes de épocas anteriores, fueron modificadas por el espíritu socialista secularizador y un poco ‘jacobinista’, como los viernes de cuaresma que se transformaron en ‘Viernes del Llano’ y la fiesta de la Virgen del Carmen que se volvió el ‘Lunes del Cerro’”. (4)

 

Era la etapa anticlerical de los gobiernos de la revolución, cuando se eliminaron infinidad de nombres de santos católicos de las ciudades del país.

 

Sismos que cambiaron a Oaxaca

 

Desde principios de 1928 iniciaron los fuertes sismos que devastaron la ciudad, aunque la puntilla fue el terremoto del 14 de enero de 1931. Los testimonios dejan ver lo terrible de este último que redujo no sólo las casas y edificios, sino la población y la economía. Inició entonces la más grande diáspora, las familias pudientes fueron las primeras en vender sus propiedades y emigrar convencidas de los peligros de seguir en zona sísmica.

 

Fue así como, afirman los estudiosos, se perdió a la clase política culta y a los sectores académicos e intelectuales; quedó Oaxaca sin esos cuadros vitales. La pobreza fue, así, doblemente extrema. De lo que también daban cuenta los periódicos, uno de ellos, Mercurio, del historiador, Jorge Fernando Iturribarría, quien lo dirigió al menos 14 años.

 

Se redujeron así las posibilidades de costear gastos más altos para celebrar a la Perla del Sur. Una “buena idea” fue que los grupos regionales vinieran a rendir pleitesía y tributo a la ciudad. La entrega de los bastones de mando a la Señorita Oaxaca, que simbolizó a la ciudad, fue elocuente. No obstante, no hay que dejar de apuntar que ese mismo 25 de abril aun con orquestas locales

 

“se destacaron algunas actividades que nuestros abuelos debieron de haber disfrutado en plenitud, entre ellas el Baile de Boda y Cortejo Nupcial, el Romance de Pierrot y Colombina de Burgmain, que interpretara la Orquesta Sinfónica del IV Centenario dirigida por el inolvidable maestro Gabriel Carsolio” (5)

 

IV Centenario, preparativos apresurados

 

Puede reforzar la hipótesis del cambio de contenido de fiesta la cuasi improvisación del programa del IV Centenario de abril de 1932. Es hasta noviembre de 1931, cinco meses antes de la efeméride, cuando inician los preparativos. El periódico Mercurio convocaba a participar el 25 de noviembre de 1931, apenas cinco meses antes del festejo.

 

Parecía que el gobierno y Comité Organizador no sabían bien qué hacer, hay que recordar que esas épocas de férreo autoritarismo, las consultas al pueblo no se daban. Eran tiempos del Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles, quien defenestraba hasta a senadores de la República.

 

Sin embargo, rápidamente pudo el Comité Organizador planificar y ordenar el programa de festejos, donde el Homenaje Racial en el Cerro del Fortín y la Exposición de las Joyas de la Tumba Siete de Monte Albán en la ex Hacienda de Aguilera, serían los actos centrales. Además de exposiciones de productores, juegos deportivos, elección de la Señorita Oaxaca, fueron 12 comisiones las que para el 9 de diciembre de 1931 estaban bien integradas. Es innegable la solidez del Comité, la capacidad para crear, seguramente sin proponérselo, un nuevo patrimonio cultural de gran magnitud que, literalmente, conquistó a todos los oaxaqueños.

 

Aprovechan lo subjetivo, dejan la objetiva pobreza

 

El 9 de enero de 1932 Alfonso Caso con su equipo habían descubierto la tumba mencionada, lo que fortaleció la índole de Oaxaca como centro de interés arqueológico internacional. Y a la postre turístico. Única actividad económica que le quedó ante la inexistencia de industria, desarrollo forestal o pesquero, vocaciones naturales de la entidad éstas dos últimas junto con la turística, pero sólo esta última se aprovecha. La sostenida carencia de verdaderos empresarios explica el atraso de la entidad.

 

De ahí que hasta se dé la propuesta insostenible de realizar una tercera Guelaguetza para reforzar la economía de los Valles Centrales. Los caminos que condujeron a la historia de hoy con ese festival consolidaron dos hechos trascendentes: una actividad turística que nutre la economía comercial de Oaxaca, pero también una nueva identidad cultural con el despliegue de esa manifestación que llegó a todos los rincones de la entidad, y hoy nos representa en el mundo.

 

Fue un nuevo proceso de colonización, con nuevos elementos de identidad, si bien diseñado con argumentos del pasado indígena reciente. Sin embargo, esa identidad cultural es simplemente subjetiva; tomar la superestructura de los pueblos y dejar intacta su estructura rezagada, su objetiva pobreza, fue y sigue siendo injusto. Prosiguió la vieja dinámica del poder acá: dominar sin desarrollar.

 

Lezama Quijano, en su importante libro sobre el tema, sostiene que los organizadores del Homenaje “en algunos casos se creyeron redentores (de los indígenas) y lanzaron propuestas en las que subyacía el desprecio y la intolerancia, disfrazadas de humanismo y progreso (…) adecuar un marco regulador, impuesto por las mismas clases privilegiadas, la interacción mestizos-indios en la ciudad; es decir, no se pretendió únicamente superar el ‘asco social‘, que a los primeros les producía la forma de vestir y las costumbres de los segundos…” (7)

 

Lunes del Cerro, desapareció

 

Desde 1959 inició el desplazamiento de las tradiciones anteriores, la fiesta de la Virgen del Carmen, en sus dos iglesias, Carmen Alto y Bajo, y los Lunes del Cerro (el Primero y la Octava), por la monumental Guelaguetza. Con la construcción del enorme Auditorio en 1975, cambió la fisonomía del cerro. Hoy ya no se puede hablar de esos Lunes cuando las familias acudían a comer y recolectar azucenas. Los Lunes del Cerro ya no existen más que en el discurso vuelto críptico y confuso. ¿El Lunes del Cerro es Guelaguetza? No. El primero era otra tradición, desapareció.

 

Con la Guelaguetza comercial sus organizadores parecen decir: vénganos a la ciudad solamente lo que fortalece el negocio turístico de los ricos citadinos, además “bailen bien y conserven su ‘originalidad’ o no los traemos”, al fin que hay muchos pueblos deseosos de ser tomados en cuenta para manifestarse en la Rotonda de las Discriminaciones. Aunque sean grupos mixtificados o sin calidad, se tiene la medición de que los turistas son consumidores de exotismos, fáciles de satisfacer con ruido y espectáculo.

 

Ahora que acaben con la calidad de la Guelaguetza, que los pueblos como Betaza despierten de su colonización, ¿qué tendremos en su lugar? Habida cuenta de la actual indigencia intelectual, de la ausencia de aquella casta política y cultural que inventó la gran fiesta folclórica, festival hoy en evidente decadencia, en sintonía con Oaxaca. •


Notas

 

1 Indelebles, número 26. Pág. 15 Casa de la Cultura de Oaxaca. 2016. https://www.oaxaca.gob.mx/cco/wp-content/uploads/sites/31/2017/03/Indelebles26.pdf

2 Ibid. Pág. 16

3 Oaxaca, ínsula de Rezagos. Crítica a sus gobiernos de razón y de costumbre. Pág. 119.

4 Indelebles, op. Cit. Pág. 17.

5 Centéotl en los Lunes del Cerro, Oaxaca 2013, pág. 139

6 Diario El Mercurio. Pág. 4, noviembre 25 de 1931, núm. 4862.

7 Lizama Quijano, Jesús, La Guelaguetza en Oaxaca, edit. Ciesas 2006, pág. 96