Cuauhtémoc Blas
Desde hace décadas si no es que centurias Oaxaca no avanza, y no sólo eso, todo indica que va hacia atrás. Cada nuevo sexenio de gobierno los asuntos políticos y sociales se ponen peor. Cada gobierno del estado deja una deuda más grande, duplicada, triplicada tal vez por el actual. Pero no sólo en el poder político, en todos los asuntos Oaxaca va para atrás.
Esta semana Oaxaca fue de nuevo nota de escándalo nacional, noticias de la llamada nota roja de la que somos tan prolíficos; nuevas negligencias médicas que se suman al abultado número de ellas; muerto en pleitos primitivos entre CTM y CNP, cuasi mafias de la construcción; agresiones de sicarios enviados a cerrar calles, agredir el centro histórico, extorsionar a automovilistas para dejarlos pasar.
Excepto el gobierno actual, todos los gobiernos anteriores basaron su ejercicio de poder en el tradicional autoritarismo del jefe del ejecutivo, desde Pedro Vásquez Colmenares, con quien se inició la actual administración pública oaxaqueña. Gobernador que nunca entendió bien cómo tratar al Oaxaca diferente que le tocó gobernar a su padre. Genaro V. Vásquez, quien tuvo que ser tan taimado que en cada gira se hacía acompañar de todos los diputados locales para evitar se reunieran y pudieran decretar su salida del gobierno del estado. Fue el sátrapa que dijo con desprecio, no obstante su tez morena: “Al indio hay que darle la razón aunque no la tenga”.
Pedro Vásquez fue quien abrió la nueva época de los grupos de poder y chantaje político con su errada política represiva que sólo dio mártires, banderas y fuerza a los caudillos regionales. Él fortaleció a los Polo de Gyves y a Héctor Sánchez, y abonó el camino del echeverrista y demagogo Heladio Ramírez que formado en esa terrible escuela política creaba incendios para después venderse como bombero.
Heladio fue el padre del Oaxaca de hoy, de una entidad cercada por esos grupos de poder y de chantaje político regional. Fue quien dio la fuerza a la Sección 22 del magisterio al darle el control burocrático del IEEPO en mandos de dirección, con lo que adquirieron ese enorme poder de ser patrón y sindicato. Maestro que no complazca al sindicato sufre; sindicalistas que no responda al patrón-sindicato, igual. Además de dejar de herencia a decenas de grupos, entre ellos COCEI, UGOCEP, MULT, etcétera.
Diódoro fue una extensión de Heladio, gobernó sobre las pistas dejadas por aquél, se subordinó a la Sección 22, la fortaleció, y por lo que fuera sólo imprimió sus fobias sobre aquellos grupos regionales vulnerables o fuera de la negociación, emisarios de sus enemigos políticos a muerte como Murat. Así reprimió, se ensañó con la carne de cañón de indígenas loxichas, pero realizó “avanzadas” reformas indigenistas con las cuales viven y medran aun hoy personajes decimonónicos como Adelfo Regino. Lo peor que hizo fue querer entregar Chimalapas a Chiapas. Lo mejor es que no se le fue el control de las manos aunque fracasó al no poder dejar a su delfín como gobernador, José Antonio Estefan Garfias. Desde ahí el irascible José Murat empezó a ganarle de todas todas. Hasta lo sacó del PRI, y se fue al PAN, con lo que hoy quedó fuera del recuperado poder priistas nacional.
El violento José Murat siguió llevando a Oaxaca hacia atrás, con la suerte de que el PRI perdió el poder nacional, jugó y se creció con el timorato y neófito Vicente Fox. Cada que este pobre venía a Oaxaca se aparecían previamente nuevos y hasta grotescos grupos guerrilleros. Sin el control del centro federal de antes, los tiranos estatales dieron rienda suelta a su poder en esa dinámica que fortaleció cacicazgos estatales. A falta del Tlatoani sexenal proliferaron caciques estatales que por su folclorismos actuaban, como en este caso, como ejecutivos que gobernaban la entidad cual presidentotes municipales. Ulises Ruiz fue otro así. De quien no hace falta decir más. Siempre echando a Oaxaca hacia atrás. Aún con su “prestigio” de mapache nacional, merced a su cruz del 2006 perdió su elección y entregó el gobierno del estado a Gabino Cué.
Del gobierno del cambio que se esperaba nada sucedió. Si bien con Cué el autoritarismo del jefe del ejecutivo cedió, más por una peligrosa debilidad del ejercicio de poder político del gobernante que para dar paso a la esperada transformación democrática del estado. Con este último, la decadencia de Oaxaca se agudiza, como nunca los problemas crecen peligrosamente. Ante la evidente debilidad del gobernante los vacíos de poder los llena cualquiera. Los grupos de presión y chantaje están crecidos, hay ya hasta grupos de mercenarios que prácticamente se alquilan para escandalizar o protestar. Agreden a los ciudadanos, les cierran sus vialidades y hasta les cobran por dejarlos pasar. Enmascarados, encapuchados a la luz del día. Impunes, crecen, se hacen más.
Siempre hacia atrás, tenemos el presupuesto más alto de la historia y las dependencias recortan personal, su gasto corriente y todo. Desde septiembre del año pasado aún no se entrega a muchas de ellas ese gasto corriente para pagar a proveedores. No sólo fue el fraudulento Luis Ugartechea Begué del ayuntamiento anterior de Oaxaca quien se marchó irresponsablemente sin cumplir sus compromisos, se entiende que se llevó ese dinero contemplado ya en el presupuesto de egresos.
Si los recursos del erario mal usados, si la pérdida de recursos para uno de los estados más pobres de México como Oaxaca es criminal, la negligencia médica con muertes de oaxaqueños humildes y sobre mujeres pariendo afuera de las clínicas de la Secretaría de Salud de Oaxaca es peor que eso, prácticamente una siniestra política pública que la Secretaría de Salud de Oaxaca ejerce firme con su titular Germán Tenorio al frente. Quién cual si cada negligencia médica fuera una palomita, su permanencia en ese cargo es cada vez más sólida. Y los diputados de Oaxaca sólo le hacen llamaditas de atención. Si eso no es ir más hacia atrás, ¿qué podrá ser?
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