Juchitán de Zaragoza.- Eran aquellos años en que la televisión aún era un privilegio de “ricos” y el teléfono un lujo inaccesible en la región del Istmo, cuando a instancias del pintor juchiteco Francisco Toledo, nacía en 1972 la Casa de la Cultura (Lidxi Guendabiaani), para cobijar la cultura universal y promover el arte de los hombres nube, los binni zaa.
Casa, COCEI , Toledo
La Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI) habría de hacer su aparición un par de años después convirtiéndose dicho espacio en sede y refugio para las “clandestinas” charlas de quienes entonces, eran considerados “comunistas”.
Ligar a la Casa de la Cultura de Juchitán con la COCEI y con el maestro Francisco Toledo en esa época fue inevitable, aunque muy poco o casi nada hicieron – ni entonces y ni después-, los “jóvenes luchadores sociales” por apoyar al centro cultural. El afamado pintor juchiteco, que aportó relaciones, talento y recursos a la Casa, marcaría después una gélida distancia con los líderes coceistas y la Casa de la Cultura y en décadas no ha vuelto a ella ni a su querido Juchitán.
De Chava Flores a Tomás Borge
Y en ese espacio se construía un mundo que hasta entonces era inaccesible para muchos. Pinturas, grabados, fotografías, esculturas, danzaban en la Sala de Arte contemporáneo, a un costado del pequeño museo de arqueología que no terminaba de sorprender, a quienes siendo niños vieron por vez primera un cráneo antiguo, una vasija prehispánica, un hacha votiva, muchas de ellas piezas donadas por Francisco Toledo y que eran testimonio de los ancestros zapotecas y de otras culturas de Mesoamérica.
Para cientos de istmeños el horizonte musical también se abrió en sus entrañas pues hasta ahí llegaron grandes del canto de protesta como el sudamericano Horacio Guaraní, o el incomparable estilo peculiar de Chava Flores.
Ahí llegaba a impartir sus clases de solfeo el mismísimo Eustaquio Jiménez Girón “Staquiu Nigui” –aunque algunos no logramos pasar de la tercera lección-, también había maestros de guitarra y piano, se enseñaba a los niños a hacer sus propios muñecos de teatro guiñol y aprenderse personajes de obras que educaban y divertían: “Los dedos de la mano” se llamaba una de esas breves obras en las que me tocó ser el meñique y otras más educativas con pasajes de la historia de México.
Los gruesos pilares y viejas paredes de la Casa de la Cultura de Juchitán fueron mudos testigos de inverosímiles reuniones, como aquella donde se definió la candidatura de Roberto López Rosado a la alcaldía de Juchitán tras la declinación de Carlos Sánchez en su favor en un intento por evitar lo que después sería palpable: la división de la COCEI.
En sus orígenes el edificio fue convento de monjes dominicos, parte del conjunto en el que se ubica la Iglesia de “San Vicente Ferrer”; tras el periodo de Reforma (con la separación Iglesia –Estado) se convierte en cuartel militar y después en Escuela Secundaria para finalmente transformarse en espacio cultural.
Entre esas paredes cargadas de historia también se albergó por una noche a los indígenas chiapanecos incorporados al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en su marcha caravana hacia el Distrito Federal y posteriormente al Subcomandante Marcos en La Otra Campaña en 2006 en un encuentro con jóvenes.
Antes ahí, también había estado el antisomicista y creador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) -político escritor y poeta nicaragüense- Comandante Tomás Borge para hablar no de política, sino dar lectura a sus poemas y hablar de su creación literaria tomando un micrófono como fusil y su poesía como metralla; también disfrutamos de la lectura amena y exquisita del escritor chiapaneco Eraclio Zepeda.
La Casa de la Cultura de Juchitán también fue abrevadero de talentos de artistas plásticos, músicos y poetas que ahí crearon y recrearon su talento y compartieron sus andanzas con quienes aceptaron el reto de dirigir el centro cultural, entre ellos el maestro Víctor de la Cruz que dio impulso a la revista Guchachi’ Reza, el entrañable amigo poeta y periodista
Macario Matus, una breve estancia de Estudillo en la dirección y después vendría el investigador Vicente Marcial Cerqueda.
Descentralizada y sin recursos
Tiempos cada vez más difíciles se presentaron para la Casa de la Cultura y sus administradores, después de que Desiderio De Gyves tomara la dirección de la institución cultural y luego renunciara al cargo dando paso a un periodo en que permaneció acéfala, recayendo en la coordinadora Yolanda López Gómez la dirección.
Pugnas, ambiciones y traiciones ensombrecieron un tiempo a la institución y ni el efímero Patronato Pro Casa de la Cultura que presidió Natalia Toledo, con participación de un grupo significativo de artistas e intelectuales tuvo eco para rescatar y dar impulso al importante centro cultural y fueron los trabajadores quienes decidieron hace 5 años que la dirección fuera asumida por Vidal Ramírez Pineda, pese a la oposición de algunos políticos y artistas juchitecos.
Centro de ceremonias educativas, foro de debates, espacio festivo para homenajes, escenario de bandas, duetos, tríos y trovadores, sala para la ópera y la guitarra clásica, sede de conferencias y también sala de cine, además de albergue para los habitantes en periodo de inundación entre otras funciones ha tenido ese espacio cultural.
También funcionan en ella los talleres permanentes y temporales, se ofrecen cursos, capacitaciones, exhibiciones, es un centro de enseñanza y de aprendizaje para niños, jóvenes y adultos, un lugar de recreo y remanso del conocimiento.
En su espacio se cuenta con una sala infantil, de música, museo de arte contemporáneo, museo de arqueología, una biblioteca, un auditorio, camerinos, bodega, servicios sanitarios, servicio de cafetería, dirección, y amplios jardines y corredores que también sirven de talleres para la pintura y áreas de exposición.
Hoy a sus 40 años, luce esplendorosa, tras la millonaria inversión gubernamental que durante dos años le aplicaron para remozar techumbre, muros, piso, y reacondicionar sus baños, salas y auditorio que la dejaron “bonita pero sin dinero”.
Pese a ello, Vidal Ramírez, habla satisfecho de los logros, explica que la creación de la banda de música regional recientemente estrenada con motivo del Aniversario 40, implica nuevos gastos, por lo que tienen el apoyo permanente de “seis padrinos” que mensualmente aportan 500 pesos para obtener el 50 por ciento del salario del maestro mientras la otra mitad lo aportan los padres de los niños que integran dicha banda.
Otro proyecto en puerta es la compra de dos tórculos que son equipos para la impresión de grabados, destinados al Taller de Gráfica y Artes Plásticas que tanto deseó ver exitoso Macario Matus que con un proyecto gestionado ante la Secretaría de Cultura del gobierno del Estado por 300 mil pesos está próximos a concretarse.
Vidal es optimista, los desengaños no lo vencen, tampoco los retos ni dificultades. A él no le tocó recibir el apoyo que mensualmente otorgaban los políticos coceistas que ocupaban algún cargo de elección popular (diputados locales, federales o senadores) para el sostén de las actividades culturales del importante centro, hasta que un día se dejó de hacer.
La municipalización de las casas de cultura en el estado se dio cuando la COCEI gobernaba por segundo trienio consecutivo el municipio juchiteco y el entonces presidente municipal Oscar Cruz López (1994-1996) se negó a municipalizarla previendo que si llegaba a gobernar el PRI en algún momento, el ayuntamiento tomaría decisiones sobre el importante centro cultural y podría transformar el sentido de la misma.
La Casa de la Cultura de Juchitán permanece descentralizada –aunque no independiente- desde entonces. La celebración con motivo de su 40 aniversario fue muestra palpable de ello.
La mayoría de los eventos organizados en la institución cultural correspondían al muy pobre programa del Festival Cultural del Istmo de la Secretaría de Gobierno del Estado y a las actividades enmarcadas en la Feria del Libro organizadas por el ayuntamiento juchiteco y de escaso alcance.
Exposiciones fotográficas, gráfica, plástica, presentación de libros, lectura de poemas, mesa redonda, cuentacuentos y un concierto de Delgadillo –inapropiado para la ocasión del 40 aniversario-, que aunque agradable y con buena respuesta de los presentes, fue bastante ajeno a la cultura binni zaa.
Ya sufrió dos robos
Y como en todo, el arte y la cultura tampoco escapan de la delincuencia. Acaso por falta de recursos y por ello por carecer de seguridad eficiente el 8 de mayo de 2011, la pieza en cerámica titulada “La Casa de los frijoles” de la autoría del pintor Francisco Toledo fue robada del Museo de Arte Contemporáneo de la Casa de la Cultura y a la fecha no hay resultados de la supuesta investigación hecha por las autoridades judiciales.
El hurto fue ejecutado por tres sujetos armados quienes presumiblemente eran de la zona y que sabían exactamente a qué iban, porque llegaron preparados para sustraer la obra según información de los testigos.
“Los individuos se llevaron la pieza de 90 cm por 1.10 metros de alto, de cerámica de alta temperatura con un peso de casi 80 kilogramos, entraron por la parte trasera de la iglesia, rompieron el candado de la puerta que comunica al atrio con la Casa y fueron directo a la Sala donde también rompieron el candado y sustrajeron la pieza, después de someter al vigilante”, explicó en ese entonces Vidal Ramírez Pineda.
La pieza formaba parte de la colección de arte contemporáneo en custodia de la Secretaría de Hacienda (SHyCP) con la que Francisco Toledo pagó parte de sus impuestos. El INBA la tenía en comodato y la había canalizado a la Casa de la Cultura para su exhibición en la Sala de Arte Contemporáneo que también albergaba la exposición del Informe Toledo con 16 obras gráficas del artista zapoteca, pero de las que no se llevaron ninguna.
Cabe mencionar que unos 20 años atrás, -de manera extraña-, desapareció del Museo de Antropología de esta misma Casa de la Cultura una milenaria hacha votiva que inexplicablemente apareció meses después frente a la casa del maestro Francisco Toledo.
Marcial Cerqueda dijo entonces que nadie se explicaba lo que había ocurrido, la pieza ya no retornó al espacio cultural y las autoridades judiciales no han podido encontrar a los responsables de ambos robos.
Hoy a sus cuarenta años ahí sigue, avanza y sobresale entre las otras casas que funcionan en el Estado y paciente espera -como toda madre-, que algún día sus hijos regresen a ella -como la tierra donde enterraron su ombligo- para que le compartan no sólo la alegría de sus triunfos sino también algo de su riqueza para que nuevas generaciones puedan gozar de las mismas oportunidades que ella les brindó.