Puede parecer un chiste cruel, de humor negro, pero no lo es. Lamentablemente la realidad indica que la “solución” de algunos de los crímenes más sonados en la región del Papaloapan han sido más producto de la suerte que del trabajo serio y profesional de la Procuraduría General de Justicia.
En tan sólo un año, la procuraduría ha “resuelto” una serie de asuntos en los que poco o nada tuvieron que ver la investigación acuciosa, sino más bien el exceso de confianza de los supuestamente “más buscados” por la Justicia oaxaqueña.
Aquí un apretado recuento de la hasta ahora relativa buena suerte de la Procuraduría:
Catarino, velocidad del rayo
El 22 de octubre del 2010, el dirigente del Comité de Defensa Ciudadana, Torres Pereda fue asesinado dentro de sus oficinas, en Tuxtepec, Oaxaca. A los cinco días, uno de sus presuntos asesinos, Manuel Martínez Gutiérrez, fue detenido en la ciudad de Oaxaca. Para que esto fuera posible tuvieron que ocurrir cosas realmente sorprendentes: testigos presenciales acudieron a la ciudad de Oaxaca –nadie sabe qué hacían ahí- y leyendo la prensa del día, en la sección policiaca se percataron que una persona con las mismas características del que asesinó a su líder había sido detenida. Fue suficiente. Al cristiano le cayó, como se dice en el argot, “la voladora”. La rocambolesca historia fue “comprada” por los dirigentes de la organización y aparentemente, el asunto ha quedado concluido. Se hizo justicia. Pero nadie sabe explicar quién contrató al matón o si actuó de motuo propio, es decir, por sus pistolas (una 9 milímetros). Y si fue así, ¿qué lo motivó a matar al dirigente? si a este ni siquiera lo conocía, según ha declarado a la prensa. Lo innegable es que Manuel Martínez Gutiérrez había salido de prisión un mes antes del homicidio que se le atribuye. De acuerdo con el expediente radicado en el juzgado segundo de lo penal, el presunto homicida afirma que el día de los hechos estuvo en Oaxaca, en casa de su pareja sentimental. El día de su arresto, en la ciudad de Oaxaca, a él y a sus cómplices les hallaron, un pequeño arsenal entre las que se encontraba una pistola calibre 9 milímetros –justo como la utilizada en el crimen del controvertido líder social- después de haber asaltado a Karla López Pérez. Además, tenía antecedentes penales y mejor aún (para la historia oficial, por supuesto): es originario de Loma Bonita, Tuxtepec. Es decir, era el candidato idóneo para ser un chivo expiatorio según el presunto criminal.
Pero no hay que perder el contexto. El homicidio ocurrió un mes antes de que el gobierno de Ulises Ruíz terminara. Al día siguiente en una acción similar fue asesinado Heriberto Pazos Ortiz, líder del Movimiento Unificador de la Lucha Triqui (MULT). Para no pocos actores políticos, se trató de una “operación quirúrgica”, un crimen de Estado. Para otros el asesinato de Torres Pereda pudo ser una venganza de los múltiples particulares que se vieron afectados por los hechos vandálicos de su organización. Lo innegable es que la habilidad de los investigadores resolvió el asunto en menos de cinco días. Gracias a un retrato hablado y a unos testigos muy observadores.
Un tigre y un triste cazados
Al legendario tigre de Santa Julia lo atraparon con los pantalones abajo, detrás de una nopalera, defecando. Pero al Tigre del Papaloapan, lo atraparon de puritita casualidad, los sabuesos oaxaqueños, a las puertas de la delegación de la Procuraduría General de Justicia (PGR) en Cosamaloapan. Esta es la triste historia de David Cheguil Estrada o Carlos Méndez Estrada, a quien se le conoce también como El Tigre o el Cheguil. El día ocho de agosto del 2011 en una revisión de rutina, la Policía Estatal de Veracruz le decomisó un arma de uso exclusivo del Ejército. Como parte de un protocolo, se buscó en la base de datos de Plataforma México si tenía antecedentes penales y efectivamente, se toparon con que la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) lo buscaba por cielo, mar y tierra. Le informaron a esta y raudos como suelen ser, los policías oaxaqueños fueron por él. Al presunto homicida le cayeron entonces, como una pesada red de caza, buena parte de los asesinatos no resueltos en la región. Más de cincuenta, llegó a atribuirle un diario de circulación local. Inicialmente se le acusó del homicidio de los hermanos Félix Eduardo y Andrés Biviano Pérez Martínez, ocurrido el 19 de febrero de este año en la Sierra Juárez. La muerte de Nicolás Cruz Gutiérrez también se le atribuyó. Esta ocurrida el 21 de abril de este mismo año. El fue familiar de los ejecutados en la Sierra.
Otro homicidio que le fue atribuido fue el ocurrido el 25 de junio de este mismo año en contra de Fernando Valentín Contreras (a) El Triste, en Tuxtepec, Oaxaca. Esto porque presuntamente el occiso “andaba” con la ex mujer de El Tigre, (exp 214/II/2011). Fue ella quien lo reconoció y lo delató (como en toda historia digna de ser contada, el ingrediente amoroso, en esta no faltó). A El Tigre se le adjudica en los medios la ejecución de Pablo Morales Guadalupe, hermano del ex diputado por el PT, Juan Bautista Olivera Guadalupe. También se le atribuyó el asesinado del comisariado ejidal de Santa Teresa, Papaloapan, Carlos Valencia Lara, ocurrido el 19 de julio de 2011. La prensa refiere asimismo que participó en el atentado en contra del comandante de la policía municipal de Otatitlán, Veracruz, Ezequiel Bravo Torres el 27 de diciembre de 2010, a plena luz del día. Lo que nadie discute es que al Tigre le falló la suerte.
El triple homicidio de Loma
Otro asunto “resuelto” a medias gracias a la casualidad fue el relativo al triple homicidio ocurrido en Loma Bonita el 22 de mayo del 2006 en contra de los menores Jorge Enrique García Brenes, Marlon Roberto Miranda Romero y Jorge Alberto Miranda Reyes (Exp. 75/II2006). Sucedió que el día 30 de julio al estar en la terminal de Occidente (TAPO) de la Ciudad de México, el padre de uno de los occisos identificó al hasta ahora presunto asesino de su hijo, José Manuel Murcia Villar y se trabó a golpes con él. Como consecuencia, la policía que vigila el lugar detuvo a ambos y al checar en la Plataforma México, la base de datos donde se ubica a los delincuentes más buscados, encontró que al detenido le pesaba una orden de aprehensión en Oaxaca.
Producto también de la casualidad fue la detención, a mediados de septiembre de este mismo año, de Jasser Ahuet Romero. Pero nuevamente, no fueron los policías oaxaqueños quienes lo arrestaran sino que quienes entraron en acción fueron primero los policías veracruzanos. En este caso, el joven Ahuet Romero se vio involucrado en un hecho de tránsito y al checar nuevamente en la Plataforma México, se encontró que tenía una orden de aprehensión girada por el juzgado primero de lo penal de Tuxtepec, Oaxaca. Pero, como no todo puede ser miel sobre ojuelas en esto de la efectividad policiaca, la entonces titular de este juzgado decidió dejarlo en libertad por falta de elementos para procesar. Total, que la buena suerte de la Procuraduría no había sido completa.
Ahora, en el caso de Gustavo Pacheco Villaseñor, asesinado el 15 de septiembre pasado, la Sub procuraduría no ha informado si se consignó la averiguación previa solicitando la detención de persona alguna. Sí ha dicho que existe un avance del 80 por ciento. Quizá, solo quizá, el 20 por ciento restante dependa del azar. No lo sabemos. Lo que sí se sabe, porque el procurador vino a decirlo, es que no fue el crimen organizado porque este no utiliza el tipo de armas que ultimaron al ex edil. ¡Qué tranquilidad y que sesuda conclusión! Con razón solo por azar se “resuelven” las investigaciones criminales en Oaxaca.