En los pueblos de usos y costumbres de Oaxaca el atraso persiste, aunque quienes han vivido y medrado con la defensa de “tradiciones milenarias” se empeñen en resaltar ese atraso como parte de una cultura ejemplar. Sin embargo lo que la realidad arroja de esos tristes y humildes lugares está muy lejos de lo que festinan sus beneficiarios políticos.
Datos tanto históricos como recientes indican que poco han mejorado nuestros pueblos indígenas, de eso hay testimonios de sobra. Van unos pocos datos que escribimos hace unos años en otra parte, pero que aún ilustra la terrible realidad de esos pueblos.
“Informes de la (entonces) Comisión Estatal de Derechos Humanos arrojan que de un total de 6 mil 46 denuncias (de violaciones de derechos) fue de 2 mil 150 fueron contra actos de autoridades de municipios de usos y costumbres, es decir, 35.56% del total de denuncias, lo que equivale a más de la tercera parte, lo cual arroja –en proporción– el mayor número de inconformidades recibidas por la Comisión. (ver el capítulo Cuarto de este libro en línea http://revistaenmarcha.com.mx/component/flippingbook/?book_id=3)
De lo reciente podemos citar casos de dos municipios indígenas donde las injusticias y dificultades de esas “milenarias tradiciones” afectan demasiado. En San Juan Guichicovi se da una abierta confrontación con los hombres que en diversas localidades de ese municipio se cierran a conceder mínimos derechos a las mujeres. Según la activista local Zoila José Juan los varones creen que se trata de poner a las mujeres contra ellos, que desde el punto de vista de éstos ellas ya no quieran realizar sus “obligaciones” y quieren hacer lo que hacen los hombres. No quieren perder el control sobre las mujeres, sobre “sus mujeres”, agrega, y rechazan reuniones y diálogos al respecto. Para José Juan entre más alejada y marginada sea una comunidad hay más conflictos y abusos contra ellas. Lugares donde, incluso, no tienen derecho al orgasmo. El índice de mujeres anorgásmicas es alarmante, según médicos del sector salud de esa zona del Istmo.
En Huautla de Jiménez, Arturo Pineda Jiménez, presidente municipal nos acaba de declarar: “Acá con los usos y costumbres se nombran representantes en los barrios de los municipios que se sienten autoridades constitucionales, entonces hay que hacer consciencia en ellos que no es así, que no pueden ejercer atribuciones que no les corresponde ya que de esa manera no puede haber gobernabilidad. La resistencia al cambio es grande, aún se oponen a entrar al orden”.
Hay un elemento desdeñado por quienes se ostentan defensores de los pueblos indígenas: la economía. Querer reivindicar a los indígenas con leyes y más leyes es insostenible. Lo que ayudaría a la gente humilde es proveerla de empleo, de trabajo creador de riqueza.
Separar la economía (la estructura en términos funcionalistas) de lo jurídico (superestructura) da lo mismo de siempre: relación injusta. Es como si nos creyéramos que la aplicación de la justicia es pareja para todos. Desigualdad económica es desigualdad jurídica, ¿hará falta abundar sobre esto? Precisamente bajo esta premisa se han justificado una serie de políticas públicas como la creación de la Procuraduría del Indígena y sus defensores de oficio, así como la Secretaría de Asuntos Indígenas (SAI).
Debiera preocupar que la discusión sobre reformas electorales en Oaxaca en torno a los usos y costumbres y el llamado derecho indígena se encuentre en manos de quienes han sido parte de la simulación indigenista, y que ahora son autoridad estatal en la materia. Son los mismos grandes colaboracionistas del viejo régimen que hoy continúan con su demagógica prédica que iniciaron desde los albores del sexenio del más echeverrista o sea demagógico de quienes han gobernado Oaxaca, Heladio Ramírez López. ¿Qué es eso de querer hacer una ley o norma para cada uno de los pueblos con sus usos y costumbres?
A tono con esa corriente los defensores de los derechos indígenas enarbolan esa falaz bandera que en nada ha servido a los indígenas. Hoy la emigración de los oaxaqueños es más alta que nunca, incluso ha tomado visos de diáspora con pueblos enteros vacíos, lo que hasta propició la enfermiza actividad de un escultor que realiza grotescas figuras humanas para sustituir a cada uno de sus paisanos que emigra de su poblado. Aunque no deja de ser sintomático de la enfermedad que corroe al Oaxaca pobre en su economía y en sus propuestas de políticas públicas para detener esa sangría humana.
Otra de estas creaciones políticas fue La ley indígena en el sexenio de Diódoro Carrasco presumida como la más avanzada del país, pero que sirve para muy poco. Los juristas saben e informan que con esta ley nunca se ha ganado o perdido un pleito porque nunca se ha aplicado. Sólo sirve para presumir la “gran avanzada jurídica” indigenista. Avanzada que sólo está en el papel, la incómoda realidad nos ubica en el vil retroceso con mayor injusticia.
Adelfo Regino, dirigente de Servicios del Pueblo Mixe, fue conspicuo colaborador en las demagógicas políticas de Heladio y después de Diódoro Carrasco, y merced a su persistente labor colaboracionista con esa fracción priista Heladio y Diódoro-Gabino es hoy Secretario de Asuntos Indígenas. Hoy continúan enfrascados en la misma simulación: promover leyes y leyes indígenas, ahora con nuevos clientes, los afromestizos.
Después de tantos años estos noveles funcionarios continúan con la misma práctica más que agotada, consultas y foros entre ellos mismo, incluso reproducen la vieja dinámica del Nuevo Acuerdo con los pueblos indios que manejó el gobierno diodorista, y que llevó a la creación de la famosa Ley Indígena ya comentada en su utilidad. Desde entonces otros líderes del tema indígena sentenciaron sobre la manera en que fue concebida dicha ley: “Fue un proceso artificial, que sí retomó la coyuntura nacional, incluso la coyuntura estatal, pero que no respondió a una verdadera demanda, ni hubo una consulta real a las comunidades (…) Fue un proceso muy artificial que no correspondió a un movimiento social que en ese momento si existía. (…)
“Es un proceso normativo muerto, que no respondió a una movilización ciudadana, que no lo ven los pueblos indígenas como un triunfo. A lo mejor algunos intelectuales indígenas que se prestaron al juego de Diódoro, pero pues ya lo guardan en su conciencia.” (En Marcha, núm. 74, junio de 2005, págs. 26-28).
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