Varias trascedentes imposturas se dieron esta semana en Oaxaca. Apenas podemos ocuparnos de una acá, y fue lo que podemos llamar “La impostura del SAI”, con el despliegue de esta Secretaría de Asuntos Indígenas (SAI) de toda su demagogia indigenista. Iniciar con una ceremonia “espiritual” en Monte Albán su Foro Estatal de Consulta para la Reforma Constitucional en Materia de Derechos de los Pueblos Indígenas y Afromexicano, con el “acompañamiento” del Lic. Adelfo Regino Montes, Secretario de Asuntos Indígenas y varios diputados, fue, como dijo alguien en el twitter, “poco serio”, al menos.
Hay un libro de uno de los extranjeros seducidos por nuestra grandeza indígena del pasado titulado El retorno de los dioses (Marcelo Carmagnani), que sin considerar el duro presente de esos grupos opina que en Oaxaca se está dando un “proceso de reconstitución de la identidad étnica” (subtítulo de su libro). ¿La pregunta es en dónde exactamente? Porque lo que el titular del SAI Adelfo Regino Montes realizó este 10 de octubre en la Tumba 105 de Monte Albán no pasó de ser un acto aislado e inventado.
Arturo Warman, estudioso del tema, dijo al respecto: “Con las élites (indígenas) desaparecieron muchos de los conocimientos especializados y esotéricos de los que eran portadoras exclusivas, entre ellos la escritura o la memoria histórica, la astronomía y los calendarios que organizaban los ciclos de la vida. Los sobrevivientes tuvieron que recrear sus culturas para sobrevivir en un contexto de declinación y privación, de sumisión y bárbara explotación (…) mucho de lo que ahora consideramos indígena se formó y creó en ese lapso, se inventó para resistir frente a la adversidad.”
Lo que desgraciadamente vemos en Oaxaca no es reconstitución indígena sino mayor pobreza, y por lo mismo mayor violencia, disgregación y emigración hacia ciudades cercanas del centro o norte del país, e incluso al extranjero. Los pleitos y pequeñas guerras entre pueblos con armas y hasta estrategias de combate se dan hoy de manera exclusiva en zonas indígenas: los triquis en la Mixteca así como muchos otros, Jaltepetongo, San Miguel Tecomatlán; en la Sierra Sur Teojomulco, Santa María Textitlán, Amoltepec; en los Mixes, Choapam. En estos dos últimos pueblos, por cierto, acusan al titular del SAI de tener metidas las manos.
En mayo de 2002 habitantes de Teojomulco asesinaron a 26 personas de Xochiltepec en el tristemente célebre paraje de Agua Fría. Hay 750 casos de conflictos agrarios, de los cuales 57 son por límites territoriales. Y después de toda esta violencia nuestros santones indigenistas, diáconos y onegeneros siguen hablando de la gran riqueza cultural de esos pueblos que según ellos necesitan ser atendidos exclusivamente en su diversidad cultural, cuando lo principal es que se mueren de hambre. De nuevo se impone la advertencia del asesor de Clinton: “Es la economía estúpido.”
Las grandes culturas antiguas fueron demolidas desde sus raíces cuando la conquista, de ellas quedaron ruinas o vestigios que apenas y se están descifrando y qué vale la pena proseguir haciendo (la entrevista de este viernes por la tarde en el canal 11 entre Cristina Pachecho y Eduarto Matos Moctezuma fue ilustrativa a este respecto). Muy poco quedó, apenas lo intangible que perdura hasta nuestros días cómo formidable legado: las lenguas. Pero así como están las cosas es preciso acercar no sólo servicios y hacer obras sino fortalecer la educación y dominio del español a los pueblos indígenas para que todos sean bilingües, pues como dijo el maestro Miguel León-Portilla recientemente “¿Cómo se podría comunicar un zapoteco con un mixe o con un huave? Es necesaria una lengua general, en una época lo fue el Náhuatl y ahora es el español.”
Qué gran riqueza cultural puede lograrse en nuestros pueblos indígenas donde los indicadores de miseria son espantosos, sólo Oaxaca tiene los mismos grados de pobreza que regiones reputadas como más pobres del mundo en África. Si una cuarta parte de la población indígena no recibe ingresos y tampoco sabe leer ni escribir. Si la miseria económica es pobreza espiritual ¿De dónde pueden sacar hoy gran cultura y gran civilización? Luis González de Alba dice en su libro “Las mentiras de mis maestros” que una buena cultura es aquella que no mata de hambre a su gente, donde su gente no tiene que salir en busca de sobrevivencia.
De verdad se considera menos importante atender que en muchos de estos pueblos oaxaqueños exista casi una religión de Estado, que quienes profesen otra sean hasta expulsados; que en algunos las mujeres no tengan derecho a participar en decisiones colectivas y que tampoco tengan derecho de herencia ni sean consideradas para tener derechos comunales sobre la tierra, amén de que muchas no conozcan el orgasmo.
Todo esto entra en directa contradicción con el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el principal referente para la creación de la Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas de Oaxaca en 1998. En el inciso a), fracción II, del artículo 2º de dicho Convenio, dice que los gobiernos deberán incluir medidas en los pueblos indígenas que: «aseguren a los miembros de dichos pueblos gozar, en pie de igualdad, de los derechos y oportunidades que la legislación nacional otorga a los demás miembros de la población».
Reiteramos, de nada ha servido la Ley indígena creada como “supletoria” lo que de suyo le dejaba margen para muy poco y es la hora que nadie usa, que de nada sirve. A la sazón 150 o 160 indígenas Loxichas eran confinados a las cárceles en una política de represión gubernamental que nuestros santones y diáconos no repudiaron notoriamente. A los loxichas ni siquiera les hicieron en Monte Albán uno de esos ritos inventados.
Esa demagogia, esa impostura es lo que criticamos, porque sólo hace escarnio de la dura realidad económica de los pueblos indígenas usándolos en un discurso político beneficioso para quienes los inventan. Lo fácil es hacer leyes, lo difícil es modificar la realidad, dijo la investigadora Romero Frizzi hace unos años. Tan es fácil que los diputados que gozaron del rito de los “hechiceros” del SAI dijeron: “Oaxaca está llamado a ser ejemplo histórico y jurídico nacional e internacional en el reconocimiento de los derechos y cultura de los pueblos indígenas en virtud de su tradición y persistencia de lucha para vivir bien.” Pues sí, cuando acaben de reconocerles todo lo que quieran a ver cuántos pueblos y lenguas indígenas quedan vivos. Eso qué les importa, ellos estarán saciados.
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