Cuauhtémoc Blas
La propaganda del Instituto Electoral de Oaxaca exalta que las elecciones de usos y costumbres de los pueblos indígenas fue un proceso de lucha de esos pueblos. Igual pueden decir del reconocimiento de que gozan en la constitución de Oaxaca, y que la Ley Indígena redactada en 1998, sexenio de Diódoro Carrasco, es otro logro de la una lucha de esos pueblos. Falacia, farsa.
Esa impostura indigenista fue impulsada por el gobernador Heladio Ramírez desde hace 30 años. Él hizo el reconocimiento a los pueblos indígenas en la Constitución de Oaxaca, aunque la joya de la corona indigenista se la llevó Diódoro cuando en las postrimerías de su gobierno hizo aprobar por el Congreso local la Ley Indígena. Han pasado tres décadas, y entre más farsas de leyes y reconocimiento, más miseria y emigración indígena, ¿O no?.
Leyes indígenas sin los indígenas
La ley Diódoro fue redactada sobre las rodillas de asesores y su hombre en ese congreso, el diputado priista presidente de la Comisión Indígena, Jaime Bailón. Por cierto, para lograr los votos necesarios y aprobar dicha ley tuvieron que corretear y dar su “moche” a diputados, como el perredista Isaac Raúl López Cruz, el “Chac Mool” que se cotizó. Esa costosa ley nunca ha servido, no hay un caso que se haya resuelto con ella. Desde su gestación se le concibió como supletoria.
Nunca hubo un proceso de consulta real a los pueblos, Heladio se auxiliaba para sus “avances indigenistas” de grupos cooptados por él, aunque con ropaje de lucha y reivindicación como Servicios del Pueblo Mixe de Adelfo Regino Montes. Con la ley diodorista ni siquiera hubo esa faramalla de consulta, a cambio se realizaron elegantes seminarios con connotados intelectuales.
Carlos Beas Torres, dirigente de la Unión de Comunidades de la Zona Norte del Istmo (Ucizoni), y asesor zapatista dijo respecto de esa ley: “Fue un proceso artificial, que sí retomó la coyuntura nacional, incluso la coyuntura estatal, pero que no respondió a una verdadera demanda, ni hubo una consulta real a las comunidades (…) Es un proceso normativo muerto, que no respondió a una movilización ciudadana, que no lo ven los pueblos indígenas como un triunfo. A lo mejor algunos intelectuales indígenas que se prestaron al juego de Diódoro, pero pues ya lo guardan en su conciencia.”
No son leyes lo que piden los indígenas, pero todo se ha hecho en nombre de ellos, los indigenistas juegan con supuestas leyes de avanzada, comparsas del opresor, ya pusieron en el papel que usos y costumbres “evolucionó” a Sistemas Normativos Internos, “evolución” de la que no se han percatado esos pueblos. Y siguen con eso, ese es su negocio, sensibilizar al respetable con el dolor de sus “hermanos”. Claro, ellos engordando desde elegantes y rentables puestos de la burocracia o academia indigenistas.
Trémulos para esconder su índole racista o discriminatoria, los indigenistas exigen un programa nacional especial para indígenas, con la máxima de que el indio es pobre porque es indio, o el negro porque es negro. No es así, es pobre por la injusta distribución de la riqueza y su desventajosa participación en la economía nacional. Ojo, la problemática socio económica indígena es una, el indigenismo muy otra cosa. Este último es exégesis retórica del sujeto social indígena. Es ominosa demagogia indigenista contra los indígenas
Marichuy, sin trampas, pero sin firmas
Exclaman con vehemencia que la aspirante a la candidatura independiente por la presidencia, Marichuy, aunque jugó limpio y no hizo trampa, no le fue otorgado el registro por el INE. Sugieren que debió ser candidata por esa actitud, aunque no haya obtenido las firmas necesarias. Algo también insostenible. Qué los otros sean tramposos es otra cosa.
Hay más de 20 millones de indígenas en México, en ellos debió concentrar esa aspirante sus esfuerzos. En Oaxaca con su 33 por ciento de esa población pudo buscar y obtener miles de firmas, o en su natal Chiapas, pero prefirió recorrer zonas no indígenas del país donde era más improbable que fuera favorecida, pero ahora salen que perdió por el racismo. Mácula innegable de México, pero nadie estaba obligado a dar su firma. La planificación electoral de una campaña no puede ser sustituida por las virtudes intrínsecas de una candidata. El político está obligado a buscar su target, su público objetivo. ¿O acaso sólo salió a disminuir al Peje, como la acusan?
Los líderes genuinos no están con el pasado
El 87 por ciento de la población indígena en México presenta grados de marginación muy alto y alto. La miseria de esos pueblos es el problema central . Con esas urgencias, ¿de dónde van a salir los líderes genuinos que los indigenistas claman que sean diputados? ¿Dónde están esos líderes en Oaxaca? Por supuesto no con el veterano mercenario Adelfo Regino y compañía, o su símil Cándido Vitálico.
El último líder indígena notorio quien desde la diputación local de Oaxaca encabezó un movimiento de reivindicación fue Everardo Hugo Hernández Guzmán. Dirigió una cruzada en su municipio mixteco de San Andrés Cabecera Nueva, para arrancarlo del control “tradicional” de familias caciquiles del PRI.
El profesor y diputado Everardo hizo caer un caciquil régimen de usos y costumbres y luego cayó asesinado en septiembre de 2013. Había logrado que su municipio transitara de ese régimen religioso-colonial al de partidos políticos, y había ganado la primera elección. Arrancar a los caciques su autoritario status quo de usos y costumbres, es toda una epopeya. Pero los verdaderos líderes buscan el real avance de sus pueblos, como en este caso de Cabecera Nueva. No hay ninguna paradoja.
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