Cuauhtémoc Blas
Casi todas las profesiones que deberían tener un alto reconocimiento social, pasan por lo contrario en México. El maestro cuyo trabajo se veía como una misión casi sagrada, hoy está en los peores índices de reconocimiento. No es difícil escuchar la réplica de “yo sí trabajo”, cuando le dicen a alguien “maestro”.
Lo mismo pasa con el médico, quien antes junto con el profe, el cura y el abogado eran la autoridad del pueblo. Profesiones todas hoy con fuerte descrédito. Del profe ya comentamos, del médico o “matasanos” lo menos que se dice es que “entierra sus errores”; del abogado el que no transa no avanza, y del cura que es vividor y pederasta.
Por supuesto que son generalizaciones, aunque bien se puede hallar lo excepcional. Lo mismo pasa con el policía. Una encuesta de hace un par de años en la Ciudad de México arrojó que éste era al último a quien los ciudadanos dejarían la llave de su casa para resguardarla en vacaciones. Otra encuesta, ésta realizada en Centroamérica, dio como resultado que sólo un par de mecánicos entre una centena dieron un diagnóstico real a la reportera que andaba en un auto con unos sencillos cables desconectados a propósito.
“La moral es un árbol que da moras…”
Entre la gente dedicada a los medios de comunicación también se da este fenómeno, por supuesto. Y entre los jueces, magistrados, diputados, gobernadores, presidentes. De manera que de nuevo se podría decir ¿quién tira la primera piedra en la sociedad? Hace tiempo Gabriel Zaid comentó en uno de sus artículos que una vez quiso escribir la historia de un burócrata totalmente honesto en un medio donde predominaba lo contrario, lo que desató una serie de desgracias.
No son pocas las charlas donde el interlocutor asegura la imposibilidad de remontar el ambiente descompuesto de la sociedad mexicana, repitiendo de manera espontánea el dicho de Peña Nieto, que el pueblo de México es culturalmente corrupto. Otros más radicales dicen que eso lo traemos en la sangre.
Sin duda estamos ante una realidad social construida históricamente, impulsado desde la escala más alta de la sociedad. Hay que recordar lo que decía el tirano Porfirio Díaz de que “Ese gallo quiere maíz”, o Álvaro Obregón con “Nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos”, o el cinismo de Carlos Hank González: “Un político pobre, es un pobre político”. El cacique Gonzalo N. Santos fue más profundo: “La moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada”. Y todos actuaban en consecuencia aplicando sus dichos.
No es difícil señalar estas rémoras que nos aquejan, lo difícil es apuntar la manera de remontarlas. Eso podrá irlo buscando cada quien en su área, aunque, por lo visto, no falta razón cuando se dice que las escaleras se barren de arriba para abajo. La semana pasada se dio En nuestra medio una amenaza contra siete comunicadores de Oaxaca. La respuesta no ha sido lo contundente que debería ser, quizá por eso que señalábamos arriba, el poco reconocimiento social a las profesiones.
Impunidad hasta de la Fiscalía
Sin embargo, como señala la postura al respecto de la Asociación de Periodistas de Oaxaca (APO) “Sin libertad de expresión, sin prensa libre no puede haber vida democrática. Por ello es preocupante que la violencia y criminalidad en general aumenten en Oaxaca, particularmente contra el gremio periodístico.
“Los datos de la violencia contra periodistas en esta entidad son graves. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) coloca a Oaxaca en el segundo lugar de asesinatos de periodistas con 15 casos del año 2000 a la fecha actual. La Defensoría de Derechos Humanos local informa que de 2015 a 2018 fueron agredidos 258 periodistas en la entidad.
“Nada ha resuelto la Unidad Especializada para la Atención de Delitos Cometidos en Contra de la Libertad de Expresión, creada en julio de 2017 por la Fiscalía General, sólo fue otro acto para publicitar que atendían la problemática. Criminalidad e impunidad, lo más grave de Oaxaca y el titular de la Fiscalía General no puede ser llamado a comparecer en el Congreso estatal”. http://apooaxaca.com/condena-la-apo-amenazas-a-periodistas-de-oaxaca/
Otro caso más de impunidad, aquí del fiscal oaxaqueño ineficaz, Rubén Vasconcelos Méndez, quien no sólo debería ser llamado a comparecer sino conminado a renunciar. La razón es simple: todo está peor que antes de su arribo a ese cargo. Todas sus baterías las enfoca a declarar al más puro estilo cantinflesco.
La incipiente perestroika mexicana
Hay que dar algunos pasos, ahora que vivimos una especie de perestroika mexicana, sobre todo con la transparencia informativa que pone a los ojos de todos lo que durante décadas ni siquiera habíamos querido ver, el escándalo de los magistrados y jueces con sus estratosféricos sueldos, su nepotismo y corrupción, por ejemplo.
Para abordar el caso del asesinato del legendario periodista Manuel Buendía, el periodista y escritor Vicente Leñero escribió una obra de teatro que tituló “Nadie sabe nada”. Ilustró ahí como el poder político inundó de dinero las redacciones para acallar ese crimen fraguado desde la cúspide del poder. Hay una escena en ese thriller donde un periodista le dice a otro que tomaran el dinero pues su colega ya estaba muerto. Sin ser un dechado de virtudes el otro le respondió decidido: “Hay cosas que no se venden”. Por algo se empieza.
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