Cuauhtémoc Blas
En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas pocos de ellos se habrán enterado de tal efeméride. Éste es día de los políticos, funcionarios, diputados. De los académicos indigenistas, de los vividores de la “causa” indígena. Día de decir, ellos son nuestra prioridad, el gran pendiente, la deuda histórica.
Sin atender la máxima clásica de que no hay igualdad jurídica sin igualdad económica; los demagogos, en vez de atender economía y productividad, se aprestan a escribir más leyes, más autonomía, más libertad a esos pueblos sabios. ¿Dónde se ha visto a un pueblo sabio con tanta pobreza? Con tanto analfabetismo, en esa población hay tres veces más analfabetas que la media nacional. Una nota del periódico El Economista ilustra la magnitud de la desgracia indígena.
Casi todos los indígenas son pobres
“La pobreza afecta a 7 de cada 10 indígenas en el país y 3 de cada 10 indígenas son víctimas de la pobreza extrema (…) En México no todos los pobres son indígenas, pero prácticamente todos los indígenas son pobres (…) En el 2016, el Coneval estimó que el 77.6% de los indígenas no tienen acceso a seguridad social y el 56.3% no tiene acceso a servicios básicos para la vida como agua, luz, gas, drenaje y comunicaciones”.
Para este sector no hubo Independencia ni Revolución o Reforma, de hecho, quizá nunca haya alguna transformación. Son carne de cañón en las guerras, en la política, en la academia. En la Independencia fueron seguidores de los criollos contra la corona española; víctimas del despojo y de la leva porfirista, pero también de la leva de los revolucionarios.
Juárez aunque había reformado el régimen de bienes comunales que ponía en circulación estas tierras junto con las llamadas de manos muerta del clero, prefirió no ejecutarlas para no abrir otro frente a su guerra contra la Iglesia. Indígenas pelearon en la Reforma; en la batalla del 5 de septiembre en Juchitán fueron zapotecas quienes derrotaron a suavos y franceses, por ejemplo.
Después de cada gesta los indígenas sólo han cambiado de amo, siguieron siendo siervos, peones acasillados. Salvo algunos pocos ladinos o caciques que controlan a esos grupos, la mayoría continúa en la pobreza.
Solo cambio de amos siempre
En el libro prohibido por el Gran Hermano, dentro del libro 1984 de Georges Orwell, se habla de tres grupos: Los Altos, los Medianos y los Bajos. “Los altos quieren quedarse donde están. Los medianos tratan de arrebatarles sus puestos a los altos. La finalidad de los bajos, cuando la tienen —porque su principal característica es hallarse aplastados por las exigencias de la vida cotidiana—, consiste en abolir todas las disposiciones y crear una sociedad en que todos los hombres sean iguales”.
Los Medianos se auxilian de los Bajos para ocupar el lugar de los Altos, y cuando lo logran abandonan a los Bajos. “De los tres grupos, solamente los Bajos no logran sus objetivos ni siquiera transitoriamente (…) Desde el punto de vista de los Bajos, ningún cambio histórico ha significado mucho más que un cambio en el nombre de sus amos”.
Hoy gente de los pueblos de Morelos y Oaxaca son los principales opositores a las obras emblemáticas del gobierno federal: la termoeléctrica de Huexca y el Corredor Interoceánico del Istmo. Han interpuesto amparos que a cinco meses aún no les resuelven. Lozoya o Rosario Robles, en un abrir y cerrar de ojos los obtienen.
Aunque los pueblos se defienden, hoy tienen en contra a sus antiguos “amigos”, Adelfo Regino y sus símiles arribistas. Hugo Aguilar, coordinador de Derechos Indígenas del INPI, ex defensor indigenista dice ahora que los indígenas de “a pie” respaldan las grandes obras, que son las organizaciones las que se oponen, pero por cualquier cosa no hacen la consulta a los pueblos. Las reses de ayer son los carniceros de hoy; son los nuevos amos.
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