Cuauhtémoc Blas
Las expresiones de protesta rebasan el marco de la libre manifestación en sectores que no se habían distinguido por eso. Los daños a bienes públicos en la Ciudad de México y en Oaxaca, como encendida protesta de las mujeres contra la ola irracional de feminicidios y asesinatos de mujeres, traspasó el umbral de la ley. Lo cual dividió a la opinión pública nacional.
Por opinión pública nos referimos no sólo a los “opinadores” de los medios, sino sobre todo a los ciudadanos. De entrada, podemos decir que esas manifestaciones obtuvieron, en mayor medida, resultados contraproducentes. Si bien las marchas de protesta se hacen para difundir ideas, expresar inconformidades, protestar contra injusticas, también buscan ganar adeptos. De ahí el grito de “únete pueblo”, o “el pueblo unido jamás será vencido”.
No son pocos quienes aceptan esta violencia, romper vidrios, agredir a personas mayores, dañar monumentos y bienes públicos. Dicen que eso es nada comparado con los asesinatos. Con sentido común tienen razón. No se puede comparar con nada una pérdida humana, pero no se trata de hacer comparaciones sino de remitirse al entramado legal, incluso a la historia del derecho.
Estamos ante el acelerado proceso de hacerse justicia por propia mano; ese desquite de las feministas remite de alguna manera a ese viejo método; igual que en la detención de los delincuentes por los ciudadanos que han llegado a linchamientos.
El malestar de la cultura
En término teóricos ambas acciones, de feministas y ciudadanos, son delitos, rompen el estado de derecho. En una sociedad civilizada los ciudadanos no pueden hacerse justicia por propia mano, deben denunciar y esperar a que la sociedad a través del Estado aplique el castigo. Si matan a un hermano, uno no debe matar a quien mató a su hermano sino denunciar al asesino para que la autoridad sea quien lo castigue.
Lo anterior es uno de los ejemplos que Sigmund Freud ofrece en su trabajo “El Malestar de la Cultura”. La cultura es represión, dice, reprimirse el deseo de venganza para que sean los canales instituidos por la sociedad quienes apliquen la venganza legal. Además de otros “malestares” que la cultura y su proceso civilizatorio suponen para quienes han aceptado vivir en sociedad.
Hacer lo contrario, es retornar a la prehistoria del derecho, al ojo por ojo y diente por diente. Digamos que del lado de este entendimiento están quienes rechazan los nuevos métodos de las feministas, que no fueron pocos. Entre ellos, quienes, aun apoyando su causa, rechazan sus nuevos métodos.
“Somos mucho más que dos”
Pero ante la sostenida impunidad, la ausencia del Estado de derecho, el desinterés de los servidores públicos por detener esta sangría nacional, ¿qué se puede hacer? Está visto lo inútil que ha sido esperar que la sociedad a través de sus órganos institucionales castigue a los asesinos. Todo indica que ya no se puede esperar a que hagan su trabajo los fracasados encargados de impartir justicia y brindar paz social, fiscales y gobernantes. Hacen falta nuevas propuestas, nuevas rebeldías.
Incluso hace falta un buen análisis psicosocial del incremento de los feminicidios, decir que la causa es sólo el machismo es reduccionista, sí, pero qué lo produce, qué lo motiva y exacerba. El machismo inicia en el hogar con la influencia de las madres tradicionales que son las más. Hay también una actitud más protagonista y hasta belicosa de muchas mujeres. Por ejemplo, la joven ciclista que se extralimitó con el taxista en el centro de Oaxaca porque éste se detuvo en el espacio designado a bicicletas. ¿Dónde más podría pararse a subir o bajar a sus usuarios? Esto, claro, es de todas manera mínimo frente a los feminicidios. Sólo es ejemplo del nuevo fenómeno.
Finalmente, como decía Alaide Foppa, la fallecida poeta y feminista más importante de los 80´s, a quien extrañamente nadie cita: la liberación de la mujer no puede darse al lado de un hombre atado, enajenado; ese proceso es de ambos, incluso debe ser buscado juntos. “Somos mucho más que dos”, ¿recuerdan? Las feministas han apostado por ir casi solas.
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