Cuauhtémoc Blas
Urge un manualito para ediles de pueblos viejos que viven de su pasado, de tradiciones y artesanías. Claro, la gente de esos pueblos, los ediles viven del erario. Urge ante la falta de conocimientos no sólo de su historia sino ante la carencia de sentido común o un mínimo de prudencia. Todo esto y más pasa en Tlacolula, donde a falta de buenas obras, llaman la atención con sus escándalos.
Sobra reseñar el asunto de la escuela Presidente López Mateos que quieren borrar de la faz del centro de ese pueblo, donde uno acude y recuerda por su enorme tianguis de raíces prehispánicas y por la opípara barbacoa, sangrita, mondongo e higaditos de su espléndido mercado, con esas grandes tortillas de maíz. No faltará quien guste de santiguarse ante su pequeño Cristo negro y rogar que los Murat y ediles ya no saqueen tanto.
La defensa que hacía el maestro Toledo del centro histórico de Oaxaca, al tratar de impedir que se llenara de negocios transnacionales o parecidos, como los OXXOS, a la postre era útil no sólo a la imagen colonial que tanto sirve a la ciudad, por su belleza sólo comparada con Taxco por egregio escritor. Esa defensa era útil al municipio y a comerciantes locales.
Oaxaca y su valle viven de su pasado, del turismo. Aunque López Velarde habría dado la clave de “ser siempre igual/ fiel a tu espejo diario”, ese pasado no puede ser inamovible. Pero los cambios tampoco han de ser tan notorios, han de tener la impronta del pasado para qué sean negocio. (Me refiero a esta dinámica, no en materia política donde urgen los cambios para salir de regímenes coloniales caciquiles).
Así fue en 1951, la inteligente decisión de comerciantes y autoridades municipales de la ciudad de Oaxaca (entonces si los había) de retomar el Homenaje Racial de 1932. Esto ante la falta de actividad económica local. “El llamado desarrollo estabilizador que vivían otras regiones del país, no llega al Oaxaca bucólico. Sin industrias se elige el turismo como principal actividad económica”. http://www.revistaenmarcha.com.mx/miscelanea/analisis/2767-2019-07-31-18-26-56.html
De manera que la conservación del Centro Histórico y de la nueva tradición de la Guelaguetza, superpuesta a los Lunes del Cerro, que inició en aquellos años, son el negocio de Oaxaca. Los nuevos bailables y música fueron bien adaptados e incluidos en la festividad, Jarabe Mixteco, Flor de Piña, Chinas Oaxaqueñas. Por eso no se concibe un símil de Plaza del Valle en el Centro de la Ciudad. El pasado como sustento es claro, además Monte Albán, Santo Domingo, más allá Mitla, Tlacolula de Matamoros…
Tlacolula, también vive de su pasado, aunque parece que lo han tomado muy en serio, pues ni siquiera el Ayuntamiento tiene un portal de Internet. De otro portal tomamos estos datos: Tlacolullan, significa "Entre lo muy lleno de varas o entre el varejonal". Se compone de Tlacoltl: "vara", Lotl: "desinencia" que expresa a lo que se une algo y Lan, variante de Tlán: sufijo que denota abundancia. Abundancia de vacas será, pues lo que muestra sus políticos es carencia de sentido común y exceso de voracidad.
Para otros autores Tlacolula proviene del mexicano Tlacololli, "Cosa torcida". Como que esa le queda mejor hoy. En la historia antigua de los cronistas destaca la importancia del Tianguis de Tlacolula o Día de Plaza, existente desde antes de la llegada de los españoles, donde el intercambio era por el famoso trueque. Este último se sigue dando en la actualidad, cuando a las tres de la tarde ya no se vendieron los bienes llevados ahí de los pueblos vecinos y aun lejanos, realizan el trueque para conseguir lo que necesitan y no regresar con sus productos.
¿En qué cabeza cabe o cupo construir una plaza comercial y estacionamiento en medio de ese antiguo entorno comercial zapoteca? A cuatro cuadras sí quedaría esa plazuela y su estacionamiento de varios pisos (seguramente), donde vendan su mezcal chafa pero con Denominación de Origen, entre otras manufacturas “modernas”.
www.revistaenmarcha.com.mx, lc.blas@gmail.com y @blaslc