Cuauhtémoc Blas
Cinco policías estatales fueron asesinados en San Vicente Coatlán, distrito de Ejutla de Crespo. Tras ese número de servidores públicos abatidos fríamente, hay otra cantidad mayor de seres que quedan heridos, algunos físicamente, sobrevivientes de sus compañeros muertos; los más quedan heridos anímicamente, hijos, esposas, padres, familiares.
Como escribieron los mismos policías por ahí, no bastan minutos de silencio ni guardias de honor, se debe investigar por qué fueron enviados escasos policías a una zona de por sí peligrosa, donde no son pocos quienes afirman que para una incursión hace falta mayores previsiones y elementos.
Los daños son muchos; los muertos, como dicen tristemente, ya descansan en paz, pero los huérfanos, sobre todo, iniciarán una nueva vida de privaciones diversas: de la presencia del padre y del apoyo económico del mismo, de suyo magro por sus bajos salarios. Si como otras veces el gobierno del estado y su área de administración hacen tortuosa la entrega de la pensión a los familiares —se tardan mucho y entregan lo menos posible— los daños serán mayores.
Huelga decir que Oaxaca vive sus peores días, su mayor ingobernabilidad, la mayor ineficacia de todas las áreas de gobierno, la más excesiva impunidad en la comisión de delitos que propicia el círculo vicioso de estimular más delitos, la corrupción. La delincuencia seguramente sonríe cuando escucha o lee que se les aplicará todo el peso de la ley, que no habrá impunidad, que se han girado instrucciones precisas y concisas, que se esclarecerá el móvil de los hechos y se presentará a la justicia a los responsables, que ¡No bajaremos la guardia!
Palabras atropelladas, comunicados mal hechos, reiteración de amenazas que para los agresores son de risa y para la sociedad de burla. En ambos casos porque no se cumplen, y siguen violencia e impunidad. Funcionarios cada vez más empequeñecidos, aferrados al cargo que se torna “hueso”, aunque tengan un escandaloso tiradero. Y aún alzan la frente y paran el pecho para expeler: Caiga quien caiga. Parece que en vez de tener trabajo tienen vacaciones pagadas.
Entre tanto, cinco personas fueron asesinadas sin alguna razón poderosa, sólo los enviaron a dar un rodeo de rutina a una zona inusual y entrando la noche. Policías estatales Máximo Medrano Onofre; Hildeberto de Jesús Flores Ibáñez; Pedro López Ramírez; Bryan de Jesús Talledos Toribio; y Germán Jiménez López. También fue extraño el hermetismo de la superioridad de esa policía en los primeros momentos de la masacre, sólo hasta que, al parecer, los propios elementos dieron difusión del suceso en las redes. Después de lograr que por favor esos civiles armados hasta los dientes con alto poder les permitieron entrar a recoger a sus muertos.
Cielo e infierno son sólo imágenes que remiten a situaciones diametralmente opuestas de la vida real, no hay otra. Escenarios ambos construidos por el hombre, como todos, hasta los místicos. En el segundo escenario se hunde nuestro estado. En el marco de lo escrito por Jolie, “no es dios sino el diablo quien gobierna el mundo”. Y aquí, ni siquiera hay gobierno.
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