De la alternancia a la transición hay un trecho muy largo. La primera sólo indica que un grupo ha dejado el poder en manos de otro, como obligado mandato de la mayoría de los ciudadanos. Que sólo se ha dado un cambio de gobierno, en una acepción limitada pero aceptada del término.
La transición indica un camino más amplio, indica un cambio benéfico, una transformación de estructuras políticas y del andamiaje jurídico. Hay una coincidencia de los teóricos que para lograr la transición democrática en nuestro país (y en nuestro estado), primero, hay que desmantelar el aparato autoritario legal y supralegal con que se ha ejercido el dominio por parte de los que alcanzan el poder. Amplio es este asunto, pero como ya se ha teorizado largamente en estas páginas sobre el tema, trataremos mejor de abordar algunos datos de nuestra ingente (¿impertinente?) realidad del Oaxaca de hoy.
El concepto de dominio es ilustrativo, pues ha sido la práctica acá de los gobernantes; más que administración de los recursos legales y materiales públicos en beneficio de los gobernados, se han dedicado a dominar sin desarrollar, dominar en el atraso inamovible. Dominar como sinónimo de ejercer el poder cómo les dé la gana; gobernar en Oaxaca ha sido administrar las posiciones de poder, de recursos y tráfico de influencias para peculio del jefe y de sus familiares y amigos.
En los dos último sexenios dicha práctica se agudizó. La forma patrimonialista del ejercicio del poder llegó a extremos; parientes, compadres y amigos de infancia se apoltronaron en los mejores puestos. Un juchiteco enterado nos comentó, por aquellos infaustos días de 2006, lo siguiente: El gabinete de Ulises se formó en Juchitán (donde el ex gobernador creció) desde la infancia del gobernador, dijo, Miguel Ángel Ortega Habib, por ejemplo, el conspicuo ulisista, su manejador de la finanzas estatales, fue compañero de correrías de aquellos años en las entonces polvosas calles de la Heroica Juchitán de Zaragoza. Por cierto, a decir del informante, este grupo no se caracterizó por su destrezas de estudiantes, sino por vagos, así lo vio toda la gente. Desde aquí iniciaba la kakistocracia que los hizo famosos.
Por todos esos años de daños en las pasadas elecciones locales la mayoría de oaxaqueños decidió con firmeza votar por la alternancia en el gobierno de Oaxaca, pero sobre todo con la esperanza en una real transición política. Pasar del ejercicio autoritario del poder, de la corrupción del patrimonialismo político a una función pública menos deshonesta y algo democrática.
Después de la alternancia en el 2000, cuando con el entusiasmo de la gran mayoría de mexicanos Vicente Fox llegó a la presidencia de la República en la gran alternancia histórica, se quedó en eso, no hubo transición, no hubo capacidad ni voluntad para la realización de aún pospuesta reforma del estado. Tampoco se avizoró el ánimo de ceñir a la ley a quienes evidentemente saqueaban y aún hoy saquean los recursos públicos. El escandaloso caso Pemexgate no deja duda de la temprana capitulación de aquel gobierno de la alternancia.
Los trabajadores petroleros que durante la campaña foxista creyeron en que habría un cambio nacional, incluso en su viciado sindicalismo corporativo se quedaron con un palmo de narices. El multimillonario dirigente petrolero Romero Deschamp no fue tocado en nada y los disidentes trabajadores petroleros de Salina Cruz, por ejemplo, quienes abrazaron la causa foxista, fueron impunemente despedidos y lanzados al subempleo. Nadie los defendió.
En Oaxaca hoy aún hay esperanzas de transición pero hay también señales de regresión. Hace una semana en estas mismas páginas el ciudadano Julián Martínez Martínez denunció el robo de que fue objeto por parte de altos funcionarios de Caminos y Aeropistas de Oaxaca (CAO) del actual gobierno dijo:
“Mi denuncia está relacionada con el fraude del que fui víctima por parte de Juan Cruz Pérez, director de Obras de CAO, pues el 6 de junio del presente año me pidió 80,000.00 (ochenta mil pesos) como anticipo a un total de 150,000.00 a la entrega de 10 carros de asfalto que me entregaría el pasado jueves 23. El día se presento y me dijo que porque la Contraloría lo estaba auditando no me pudo entregar el asfalto y que tenía que esperarme unos dos meses a que pasaran los problemas para hacerlo. Le pedí que me regresara el dinero porque yo acordé entregar mi trabajo a mediados de julio y me dijo textual que lo tuvo que utilizar para salir de unas broncas y que ya no lo tenía de momento”.
Hasta el momento no hay anuncios de que esta denuncia pública se esté atendiendo. ¿Acaso la Contraloría de Oaxaca también asume el viejo adagio de que para los amigos justicia y gracia?
Por otro lado tenemos un dato de la “normal” continuación de irregularidades en el IEEPO, donde Rafael Rosalino Zárate Aspiroz, quien figura en la lista de los 32 implicados por la Contraloría en las irregularidades del sexenio pasado, y quien fue colocado en su alto cargo por Emilio Kaplan (otro de los amigos de infancia de Ulises en Juchitán) y siguió con Abel Trejo, en este nuevo gobierno, el de la alternancia famosa, sigue siendo subdirector de Recursos Financieros del IEEPO con Bernardo Vásquez Colmenares.( http://revistaenmarcha.com.mx/miscelanea/757-los-nuevos-malos-manejos-en-cao.html)
Hay que asomarse al Cobao, donde se inauguró con el nuevo director Germán Espinosa un nuevo concepto: el nepotismo transparente. Ello porque en la misma página web oficial de la institución pueden leerse los nombres y apellidos de los familiares del directivo: su sobrino Polo Espinosa, jefe de recursos humanos del COBAO; su asesor Bricio Arturo Espinosa, su tío, hermano de su papá; otro tío de Germán en el COBAO es el C. Armando Martín Santibáñez Gruhl. jefe de Departamento de Infraestructura, entre otros muchos. (Ver http://201.144.234.19/transparencia/directorio_v.php?cve=9&opc=1)
La esperanza de la transición aún persiste y hay que hacerla persistir, no debemos capitular acá también, pero hay que atender estas evidentes y documentadas desviaciones. Ejercer la ley sobre los defraudadores del pasado y dejar pasar a los de hoy, no lleva a nada mejor para Oaxaca. Ese no fue el mandato de las urnas. La esperanza aún persiste, pero ¿cuánto tiempo se le podrá esgrimir para no criticar los males de hoy?
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