Oaxaca, grandeza antigua; presente pequeño
Hace tiempo un biólogo norteamericano valoraba ante un público oaxaqueño la trascendencia del legado alimentario de los antiguos habitantes de Oaxaca, la creación del maíz como planta que se domesticó, que los antiguos adaptaron a sus tierras desde sus orígenes con el teocintle considerado el ancestro del maíz.
El escritor y gran conversador de Comitán, Eraclio Zepeda, recientemente homenajeado en Cuba, narra cómo los indígenas de sudamérica pacientemente crearon a lo largo de años y años el principal sustento de su alimentación, ellos inventaron su grano, crearon su cultura desde el principio, la cultura de los hombres del maíz.
Los antiguos zapotecas escogieron el cerro de Monte Albán (según Alfonso Caso lo más seguro de ese nombre es porque esas tierras pertenecieron a un español de apellido Montalbán) con magnífica vista y entonces a la orilla del Rio Atoyac en un generoso y estratégico escenario, y a las faldas del cerro ubicaron su población. Las joyas halladas en la Tumba 7, de oro, jade y roca, hablan del despliegue artístico de aquella gente.
Lo monumental de la arquitectura colonial que se salvó o rescató del terremoto de 1931 que destruyó la ciudad de Oaxaca fue diseñado por españoles a la usanza de sus construcciones imperiales de ultramar. Construido por los indígenas que ya habían perdido su Monte Albán y su libertad. “El monumento costó 12 millones de pesos y mucha sangre de indios laborantes”, dice Jacobo Dalevuelta del templo de la Virgen de la Soledad.
Entre otros legados que fueron construidos por aquella gente, por los antiguos pobladores de estas tierras. La cultura zapoteca, como todas las prehispánicas conquistadas, fueron cortadas de tajo en su desarrollo. Lo que queda de ellas, son las lenguas indígenas, el patrimonio intangible que no se pudo exterminar. Todo lo demás acabó; los usos y costumbres, ese enorme escollo retardatario y violento de los pueblos no es por supuesto herencia de los antiguos, sino de los curas y frailes que los impusieron para una mejor dominación.
Las construcciones virreinales de los españoles de aquellas épocas, sobre todo de los brutalmente explotadores dominicos, son sólo herencia obligada y mal administrada hoy. De nada de eso participamos, son desarrollos del pasado, sin una línea conductora que pudiera establecer en nuestros días un vínculo, una liga esencial. En la actualidad sólo algunos grandes artistas han logrado proyectar la esencia profunda de Oaxaca: Rufino Tamayo, Rodolfo Nieto, Francisco Toledo…
El biólogo de que hablábamos preguntó si alguien sabía de la creación de algo nuevo en materia de alimentación. Alabó lo que él llamó extraordinario desarrollo tecnológico, el totopo, ese alimento que no contiene conservantes y tarda varios meses sin descomponerse, cuya cantidad de orificios, dijo, le permite oxigenarse adecuadamente. Es trascendente este avance tecnológico de los antiguos que en alguna época difícil salvaría vidas, comentó. No hay nuevas creaciones en materia alimentaria.
En materia de edificaciones y arquitectura sucede algo similar, con las naturales excepciones lo que destaca son edificaciones extrañas que tienen como conspicuo monumento lo que la población bautizó con el nombre “Edificio del queso”. Una mole inspirada en una vaca de Etla que se erigió al parecer para atesorar el aire en sus paredes, pues el vacio en su mayor ocupante. Algo parecido hizo el ex rector de la UABJO Francisco Martínez Neri en la nueva sede de rectoría (cuyos costos, por cierto, nunca informó el hoy diputado local perredista).
Hoy que uno de aquellos que decíamos han logrado proyectar en sus obras lo esencial de Oaxaca, incluso las raíces prehispánicas y sus colores indígenas, sin quedarse en lo folclórico por supuesto sino montados en el arte contemporáneo, por demás con sonoro éxito universal, pide con su autoridad en materia artística y visual que se analice la mejor manera de construir un necesario distribuidor vial, el gobierno “democrático del cambio” no le responde.
Esta obra que arrancó a rajatabla en el crítico crucero de Cinco Señores nunca fue consultada a la sociedad, y pesan sobre ellas serias suspicacias sobre su asignación a una empresa de un ex gobernador a quien el titular de SINFRA, Netzahualcoyolt Salvatierra, habría beneficiado. Sobre todo, y a lo que se ciñen los artistas comandados por Toledo, el diseño de esa obra es obsoleto, no corresponde al desarrollo de la arquitectura pues afirman que los pasos a desnivel han sido superados por los subterráneos.
El 11 de octubre de 2010 Gabino Cué, entonces gobernador electo, declaró: “Respetamos las opiniones de todos. El maestro Toledo ha sido muy generoso con Oaxaca y somos gente sensible y escucharemos a todos”. Lo anterior ante la petición de Toledo de que no reciclara en su gabinete a políticos corruptos. (http://ciudadania-express.com/2010/10/11/los-mejores-perfiles-para-el-gabinete-responde-gabino-cue-a-francisco-toledo/)
Hoy que Francisco Toledo pide que se detenga la obra, que se hagan mejores estudios urbanísticos que él y otros pintores como Rubén Leyva, Luis Zárate y José Villalobos pagarían con la venta de pinturas donadas por ellos, la respuesta del gobierno es el silencio.
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