Un grupo de eminentes profesores de Sonora, estado catalogado entre los de mejor calidad educativa del país, que realizaban una cruzada en el sur de México llegaron a las cálidas tierras de la Costa de Oaxaca, estado considerado en el "Medioevo educativo". De inmediato acudieron a una escuela primaria para entrevistarse al azar con alguno de sus colegas sureños. La directora del plantel, una morena rolliza y dicharachera los atendió diligente. Salió a ver quién se dejaría entrevistar con los colegas del norte.
La directora regresó con buenas noticias, el profesor "Chirinde" los atendería al salir de sus clases. Fue el único que aceptó por ser viudo y solitario, nada lo ocupaba por las tardes.
Los norteños quedaron estupefactos cuando vieron salir del salón al singular profesor con un calzado nuevo de tenis y camiseta blanca. Ningún libro en la mano, sólo una bolsa de plástico que le servía de lonchera. Era el popular profesor "Chirinde", famoso por sus dichos absurdos.
"Chirinde" los invitó al famoso estanquillo "La Vuelta" donde a diario comía al salir de la escuela. No necesitaron los sonorenses mayor entrevista para percatarse de la magnitud del problema educativo de Oaxaca.
La comida era francamente horrible, por ello los norteños le preguntaron por qué comía a diario en ese lugar.
—Es que aquí me dan la comida como a mi me gusta... fiado, agregó riendo.
—Eso no tiene lógica, respondió un norteño francamente ofendido por aquella bazofia.
—A veces no tiene ni sal, pero es fiado compa, festejó el oaxaqueño.
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