El Shérif Azeituna, aparte de agudo observador, es muy bromista; de cualquier evento hace un chiste o usa su sarcasmo letal para burlarse de los errores de sus compañeros políticos.
Hace poco, se encontró, en una actividad de la Secretaría de Economía, al director del IEDPEO (Instituto Estatal Despreocupado Por la Educación Oaxaqueña), Caín Troje.
El poeta Caín, hacía poco había realizado un tiraje de diez mil ejemplares de su magna obra: “Oaxaca vives en mí, y yo por ti doy la vida”, libro que despertó gran entusiasmo entre los estudiantes del sistema Braille.
Sin embargo, para el resto de la humanidad, el mamotreto fue repudiado, habida cuenta las mil y una puñaladas que arteramente le fueron atizadas a la gramática. Por supuesto, eso no podría decirlo en público el bardo y político istmeño.
—¿Qué pasó ingeniero? —saludó cortésmente el Shérif Azeituna al escritor— ¿Cómo va el nuevo libro?
—¡Muy bien, muy bien, hermano!—respondió el político, a quien solamente le compró dos libros Jorgín Chamorro —. ¡Ya tiré otros mil! —mintió para apantallar al turco.
—¡Tíralos todos de una vez! —sepultó el Sherif— ¡Ninguno sirve!
Hace poco, se encontró, en una actividad de la Secretaría de Economía, al director del IEDPEO (Instituto Estatal Despreocupado Por la Educación Oaxaqueña), Caín Troje.
El poeta Caín, hacía poco había realizado un tiraje de diez mil ejemplares de su magna obra: “Oaxaca vives en mí, y yo por ti doy la vida”, libro que despertó gran entusiasmo entre los estudiantes del sistema Braille.
Sin embargo, para el resto de la humanidad, el mamotreto fue repudiado, habida cuenta las mil y una puñaladas que arteramente le fueron atizadas a la gramática. Por supuesto, eso no podría decirlo en público el bardo y político istmeño.
—¿Qué pasó ingeniero? —saludó cortésmente el Shérif Azeituna al escritor— ¿Cómo va el nuevo libro?
—¡Muy bien, muy bien, hermano!—respondió el político, a quien solamente le compró dos libros Jorgín Chamorro —. ¡Ya tiré otros mil! —mintió para apantallar al turco.
—¡Tíralos todos de una vez! —sepultó el Sherif— ¡Ninguno sirve!