La maestra Chonita no era muy guapa, sí lo suficiente para regocijo de sus compañeros. Siempre cedió sin mucha dificultad prodigar sus encantos a los profes en las abundantes marchas y plantones. Algunos la llamaban “Motosierra”, dizque por no dejar palo parado.
Adscrita a una escuela rural, Chonita se ausentaba a menudo con el argumento de ir a la capital a gestionar la barda para esa escuela. Si fueran exitosos sus más de 100 viajes, hubiera construido más de 100 bardas. Pero no, pues en cada intento de gestión a pesar que concedía complaciente sus encantos a quienes prometían ayudarla, nada lograba.
Pasaron años para que Chonita consiguiera la barda, un tal Fraylón Cros tomó en consideración la antigüedad de sus gestiones y ordenó construirla. La comunidad festejó contenta porque, además, Chonita ya no se ausentaría abandonando a sus alumnos. Sin embargo ella estaba muy triste, ¿ahora con qué pretexto viajaría a la capital para ser felizmente engañada una y otra vez con que le harían su barda?