El viejo agricultor y político cerró los ojos y se quedó pensando. Indudablemente el mejor candidato a presidente municipal de su pueblo no era el de su partido político, su partido de siempre, de toda su vida. Partido donde militó durante años, décadas, al que ayudó y le ayudara a él tanto. Fue dirigente partidista, funcionario municipal, viajó, asistió a congresos, conoció lugares, gente, hizo amigos.
Pero su partido se equivocó ahora peor que nunca. Antes el partido consultaba, hablaba con los militantes de importancia, con las familias distinguidas de la membrecía y los tomaban en cuenta para designar candidato. No siempre el que ellos quisieran pero nunca alguien tan desprestigiado como el de ahora.
Antes también se vendían las candidaturas pero no a cualquiera. Por eso tomó una decisión definitiva, no dejaría a su partido, no abandonaría sus filas. Así le dijo a su familia: “El domingo 7 de julio dejaré sólo por cinco minutos a mi partido, votaré por el candidato de la oposición, y al salir de la casilla volveré a ser priista como siempre, y no pasará nada. ¡Eso es!”