“Vela” Centavito
Majarma se encontró con que haber concluido una carrera en la UAJO, haciendo todas las trampas requeridas, no le servía de mucho. Pero decidió ponerse vivo.
Cómo hijo de istmeños participaba de las decenas de “velas” que se realizaban en la capital. De ahí que decidiera incursionar en ese negocio con el nombre de “Vela Centavito”.
En la primera, con la ayuda de su guapísima hermana, consiguió hasta dos patrocinadores, mayordomo y capitán. Pagaron música y cervezas.
Lo de las entradas, mesas y ventas fue libre de polvo y paja. Se compró una camioneta para el negocio. Ya tenía claro el panorama, sus mejores clientes serían los políticos de medio pelo ávidos de notoriedad, los políticos grandes por ahora no estaban a su alcance.
Necesitaba un promotor para dar publicidad a sus “velas” y patrocinadores. Por eso eligió como próximo mayordomo a un exitoso (adinerado) periodista del Valle, amigo de su hermana, Angélico Curiano.
Todo le salió mal con el comunicador, éste nunca entendió que tenía que pagar la orquesta y unos cartones. Majarma tuvo que empeñar su auto para conseguir todo de última hora.
Angélico Curiano salió más cabrón, no pagó nada, bailó, tomó, asaltó las mejores botanas y al final armó un escándalo al exigir que le rindiera cuentas de las entradas, las mesas, cartones de cervezas, refrescos, cigarrillos (en caja y sueltos), encendedores, sabritas, chicles, vasos, hielo y botellas de licor vendidas.
Angélico, quien ya había extraviado su saco, sus lentes y a su mujer, frenético encaraba al comerciante:
—Usaste mi nombre para tus negocios, cabrón, ¡págame!
—Cálmate manito —le decía Majarma— y te enseño cómo hacer tu propia vela.