“Iquerosaurio” regresó a Tehuantepec después de varios años en unas largas vacaciones estudiando medicina. Sus familiares lo ubicaron como médico municipal, ahí el personaje entendió que no se dedicaría a curar, pues ni sabía cómo y menos a los mugrosos que iban a consultas gratis, ¡y todavía se ponían exigentes, hasta pedían que los sanara! Finalmente, dejó esa profesión y se metió a la política, fue presidente, diputado, secretario y cerca estuvo de ser gobernador. Algunos dicen que llegó a tener mucho dinero como Juana Cata. Ésta es una historia de cómo hay que sufrir para merecer.
Un médico pariente suyo lo rescató de aquel dispensario médico y lo puso al frente de su elegante consultorio. Era un médico viejo que con lo ordeñado a sus pacientes había decidido irse de vacaciones al viejo mundo, sin faltar, claro, una parada en el Vaticano para dar gracias por tanta exitosa sirvergüenzada. Para ello instruyó al novel médico sobre los detalles del negocio.
— A fulano hay que recetarle cierta medicina con lo cual sanará un tiempo, dentro de tres meses que vuelva le cambias la medicina para que regrese de nuevo; así haces con toda la clientela.
El novel médico hizo todo al revés, no por buena persona, sino por no recordar las instrucciones, y con el sólo famoso cuadro básico le recetó a buena parte de la clientela medicinas al por mayor. Más de la mitad sanaron y no volvieron al consultorio, con lo que el negocio quebró. Cuando el viajero se enteró de la liquidación de su empresa, voló a tratar de salvarla.
Feliz el médico de cuadro básicó explicó a su atónito pariente lo fácil que había sido atender a los clientes:
— Uno sólo tenía parásitos, le receté puro Metrodinasol y quedó limpio. Aunque hace rato que no se para por aquí.
— Al dueño de la cantina “Ya vas carnal” le sequé sus almorranas, pero con él no perdimos del todo porque tenemos “chelas” y botana gratis y la farmacia nos manda las comisiones…
— ¡Silencio!, le gritó el veterano comerciante de la medicina. ¿Sabes de dónde se pagó ese auto nuevo que te dejé?, pues del que curaste con metronidasol; ¿Sabes de dónde salió el avión para Europa?, pues del idiota de la cantina; ¿Sabes qué voy a hacer contigo? Te me vas a la (ching...) política.
Un médico pariente suyo lo rescató de aquel dispensario médico y lo puso al frente de su elegante consultorio. Era un médico viejo que con lo ordeñado a sus pacientes había decidido irse de vacaciones al viejo mundo, sin faltar, claro, una parada en el Vaticano para dar gracias por tanta exitosa sirvergüenzada. Para ello instruyó al novel médico sobre los detalles del negocio.
— A fulano hay que recetarle cierta medicina con lo cual sanará un tiempo, dentro de tres meses que vuelva le cambias la medicina para que regrese de nuevo; así haces con toda la clientela.
El novel médico hizo todo al revés, no por buena persona, sino por no recordar las instrucciones, y con el sólo famoso cuadro básico le recetó a buena parte de la clientela medicinas al por mayor. Más de la mitad sanaron y no volvieron al consultorio, con lo que el negocio quebró. Cuando el viajero se enteró de la liquidación de su empresa, voló a tratar de salvarla.
Feliz el médico de cuadro básicó explicó a su atónito pariente lo fácil que había sido atender a los clientes:
— Uno sólo tenía parásitos, le receté puro Metrodinasol y quedó limpio. Aunque hace rato que no se para por aquí.
— Al dueño de la cantina “Ya vas carnal” le sequé sus almorranas, pero con él no perdimos del todo porque tenemos “chelas” y botana gratis y la farmacia nos manda las comisiones…
— ¡Silencio!, le gritó el veterano comerciante de la medicina. ¿Sabes de dónde se pagó ese auto nuevo que te dejé?, pues del que curaste con metronidasol; ¿Sabes de dónde salió el avión para Europa?, pues del idiota de la cantina; ¿Sabes qué voy a hacer contigo? Te me vas a la (ching...) política.