Un empleado de medio pelo de Soplade, quien se rascaba las partes nobles mientras maldecía su suerte, fue llamado a la oficina del jefe.
-Te vas de Administrador Municipal a Sondelaria, le dijo.
-Pero, ¿yo porque?- dijo como si no quisiera, mientras le brillaban los ojitos, pues nunca había tenido cargo político alguno, y no podía ocultar su emoción de gobernar aunque sea un municipio de usos y costumbres.
- Si, tú eres el indicado. Me encargó el Número Uno a un prospecto de tu perfil. Mañana te vas.
- Pero ¿qué tengo qué hacer o qué?, preguntó nervioso.
- Es fácil, sólo harás todo lo que yo te ordene. ¿Está claro?
Salió al día siguiente bajo la lluvia, después de ser aprobado por los diputados. Llegó al lugar en su vocho particular. Su primera aparición fue desastrosa al atascarse en un profundo bache del centro de la población. Nadie lo ayudó, como ya era tarde se durmió en el palacio municipal y al otro día logró que una camioneta rescatara su único patrimonio. Le costó trabajo hallar donde alojarse; al principio tuvo serios problemas con los lugareños.
Con el tiempo supo porqué fue “premiado”. Sólo veía pasar los millones que Soplade autorizaba, él firmaba de recibido y su jefe se los embolsaba.
Pero su peor frustración fue cuando se percató que no había mujeres en el pueblo, puros hombres. Se lo hizo notar a los paisanos y le dijeron que así era de mucho tiempo atrás, pero que no se preocupara, que podía elegir animalitos para sus desahogos sexuales, siempre y cuando fueran hembras, para respetar las buenas costumbres de Solendaria, le dijeron.
Quedó sorprendido de la singular sugerencia pero al arreciar su necesidad hizo caso del consejo. Una tarde se lanzó sobre la marranita que siempre se bañaba en el mismo hoyanco donde cayera con su vocho. Estaba en plena faena cuando sintió que lo rodeaban los lugareños con machete en manos y cara de pocos amigos.
- Pero si ustedes me dijeron que podía usar a cualquier animalito siempre y cuando fuera hembra, les dijo temeroso.
- Si Administrador –le respondieron decididos- pero se está usted metiendo con la novia del mero tatamandón.