A un pueblo de la Costa llegó el redentor programa de alfabetización del gobierno de Odiseo. Como es tradición y sagrada costumbre en esos pueblos pintorescos, tan histórico arribo de tan bienhechora idea se tenía que inaugurar con una magna pachanga. Todos lo que no sabían leer y escribir mayores de 15 años estaban ya incorporados voluntariamente a fuerzas (algunos ni sabían) al programa bajo el lema caribeño de “Ser cultos para ser buitres”.
Era día de fiesta en San José Sin Progreso, dos cabezas de res sacrificadas para la barbacoa, chelas y mezcal a raudales, hasta el conjunto de moda de Alfarito Mano Rápida, “TROPICAL SAMAHUA”, cuyo instrumental fuera pagado con el erario de Huatulco cuando su propietario fue tesorero municipal, se hizo presente.
Nervioso, el presidente municipal de San José Sin progreso repetía las instrucciones a los porristas: a una señal deberían gritar “Viva Odiseo”, a otra simplemente aplaudir con entusiasmo y a otra los músicos arrancarse con las dianas. El gobernador llegaría de un momento a otro, más en otro por su costumbre de llegar bastante retrasado a sus compromisos.
Pardeaba la tarde y morían de hambre al arribo victorioso de Odiseo para inaugurar la salvación alfabetizadora del pueblo, dianas, hurras y aplausos tuvo en torrentes, hasta parecía que nunca hubiera perdido una elección.
Algunos tacos de barbacoa y copitas de mezcal ya circulaban clandestinamente cuando de manera insólita se dio una discusión entre Odiseo y una viejita. La señora interrumpió el discurso del gobernante para decirle que ella estaba ahí porque le hicieron creer que el Programa de Alfabetización era algo así como el de 60 y más. “Acá tenemos hambre Odiseo —le dijo—, necesitamos que nos traigas dinero, proyectos productivos, de perdida despensas, no que nos quieran quitar el tiempo”.
Furioso pero chistoso Odiseo salió de este lance victorioso, como casi siempre. “A ver abuelita —le respondió— ¿Cómo que no sirve aprender a leer? Mire, usted puede pronto morir, que ese dios que pone y quita gobernadores no lo quiera, pero a todos nos tocará, entonces cuando usted alce su vuelo llegará a un lugar donde hay dos letreros, uno dirá ‘El cielo’, otro ‘El infierno’. Así que por no saber leer corre usted el peligro de irse el infierno.
Aplausos y dianas rubricaron el ingenio de Odiseo cuando el edil hizo doble señal.