Con la bandera de la diversidad sexual Raramanta logró juntar un buen capital, casas y negocios diversos consiguió a lo largo de los años. Inició su carrera onegenera desde chamaco, jalando apoyos internacionales, estatales y federales para combatir el sida y promover la diversidad (homosexualidad) tan de moda.
Pero por su agitada y muy diversa vida cayó enfermo del trasero. Ahí se le fue una parte de su riqueza. Vendió casas y terrenos, empeñó alhajas, prendas y reliquias y se fue a salvar su trasero a los Estados Unidos, con médicos de primera que lo sometieron a una operación asombrosa: trasplante de trasero.
Unos tres meses tardó Raramanta en volver a su terruño. Cuando regresó, un tumulto gay le dió la bienvenida con banda de música, coronas y collares de flores de guiechachi.
—¡Ay hermanita!, dichosa tú que tienes dinero y pudiste pagar a esos médicos chingonazos.
—Nada qué, son unos guichas esos médicos.
—Pero, ¡cómo dices eso si te salvaron el trasero ingrata!
—Pues digan lo que digan, son unos pendejos.
—¡Ay!, a ver malagradecida, ¿por qué hablas así?, terció con voz de trueno un gay viejo y gordo que se le plantó con su gran panza donde lucía un centenario con grueso torzal de oro de 14 quilates.
—Bueno pues les voy a decir porqué son unos guichas esos gringos. Al final de la operación, cuando me daban de alta dichosos por el éxito de su trasplante me dijeron: “De ahora en adelante cuide usted mucho ese trasero.” Ja, qué lo voy a andar cuidando si ni el que me quitaron que era mío cuidé, menos este otro que cargo que ni sé de quién chingaos es.