Acentúa Oaxaca su larga caída, su descenso socioeconómico. Desde hace una década somos el último estado en el índice de competitividad. Lo que resulta de ser el primero en enfermedades como la influenza, tercer lugar en hepatitis, quinto lugar en muertes maternas. Más del 80 por ciento de la población oaxaqueña se encuentra en la informalidad laboral, según cifras del INEGI.
Oaxaca también ocupa el segundo peor sitio en analfabetismo, el cuarto peor en materia de medio ambiente; el último lugar en materia de cobertura de salud, junto con Chiapas; más de la tercera parte de los niños indígenas de Oaxaca se encuentran en la desnutrición. En materia migratoria el saldo es muy desfavorable. En índice de violencia el estado se halla entre los 10 peores, así como en impunidad. Igualmente figura entre los primeros en agresiones a periodistas.
Su Congreso local tuvo la más baja productividad en 2017. Nada extraño si esa autoridad, junto con los tres niveles de gobierno, arrojan los índices altos en la medición de corrupción. En este ejercicio Oaxaca figura entre los tres primeros, en segundo Puebla y primero la Ciudad de México; Estado de México, y Tabasco, en cuarto y quinto lugar. Datos de la organización México Social.
La pobreza en vez de disminuir se ha acentuado. El Coneval ilustra que de 2008 a 2010 el índice de pobreza de la entidad aumento un par de puntos. Disminuyó 5 puntos en 2012, para aumentar más de 5 puntos en 2016.
En un comunicado el Coneval adelanta que en agosto de 2019 publicará sus mediciones de la pobreza 2018, aunque dice “La metodología para la medición multidimensional de la pobreza estableció en 2008 que ésta se mantendría sin cambio al menos durante diez años”. Las variables mencionadas al principio de este escrito explican sin duda tal afirmación.
Remontar tantos flagelos tomaría muchos años, en caso que hubiera la voluntad de iniciar un trabajo gubernamental en ese sentido. Pero no se ha visto esa voluntad desde mediados del siglo pasado por ubicar una temporalidad. Un trabajo publicado en este número de En Marcha ilustra esta situación. El actual gobierno ha sido calificado entre los tres peores del país, ratificado esto por el evidente rechazo de ciudadanos y la ausencia de obra pública importante.
Pertinaz simulación indigenista
Una medición aparte requiere el atraso político de Oaxaca, de sus usos, costumbres y tradiciones aparentemente detenidas en el tiempo en 417 de sus 570 municipios. Instituciones de la época de la colonia, cuasi informales que jalan a la entidad hacia el pasado, no obstante abarquen a no más de la tercera parte de la población en pequeños municipios.
Un tema de gran magnitud iniciamos a tratar, el del indigenismo oficialista que vienes desde 1948 con la creación del INI, siguió con la CDI y hoy en la etapa de su tercera simulación. El mismo anacronismo indigenista posrevolucionario que ha dilapidado recursos públicos en una burocracia, creando instituciones para exaltar y justificar el ser nacional con nuestras raíces originarias que ya no existen más.
Ello porque acogemos la tesis de que poco de lo llamado original prehispánico quedó después de la sangrienta conquista, que destruyó poblaciones, religión y formas de gobierno antiguos. Todo lo de ahora es mestizaje, de indígenas y negros, fue creado por los frailes y curas católicos para la dominación imperial, como los usos y costumbres, tequio, vara de mando El quid del asunto es que la pobreza del indígena real, no el de los discursos o estudios indigenistas, persiste y se acentúa; la emigración y los pueblos fantasmas en aumento, son prueba rotunda.