Parece mentira que hoy, a estas alturas de nuestras vidas y de la historia social de este país, tengamos que hablar de muerte violenta asociada al periodismo y a las libertades de las que, como humanos y como sociedad, somos propietarios insustituibles. Pero es así, por desgracia.
Por estos días hay un estimado de 81 periodistas muertos en México, en una sola década. Son muchos muertos periodistas en tan breve lapso. Esto desde el punto de vista humano es una desgracia para quien lo ha sufrido, pero también es una tragedia social, de convivencia y democracia.
Importa mucho, también, porque quienes han cometido esta villanía han cortado ramas fuertes de un árbol aun así vigoroso e inmenso en un país al que desde 1810, le ha costado mucho: dignidad, orgullo, pasión, locura, emoción y ganas de sentirse parte de un todo que se llama México y que es, a fin de cuentas, el único país que tenemos.
Una historia vieja
Pero nada hemos aprendido. Todos los días es como si quisiéramos comenzar de nuevo la historia quiere repetirse, es, diría Michael Ende, “una historia sin fin”.
En 1810 un grupo de mexicanos acudió al llamado de las Cortes de Cádiz para decidir una Constitución. Todavía éramos Colonia española, pero ya se escuchaban los vientos frescos de la libertad para muchos en América. Fue la Constitución de Cádiz de 1812 que inculcaba nuevos ideales con base a la ilustración francesa y el determinismo sajón de la época:
Una de esas libertades era el de que la soberanía radica en el hombre, quien cede un poco de ella para formar gobierno; otra -entre otras más- era la libertad de imprenta, entendida así, aunque su sentido era el de la de libertad de pensamiento y de expresión.
Esto que parecía cosa de otro mundo, se plasmó en aquella Constitución de Cádiz en la que participó un grupo de mexicanos (Ramos Arizpe, Guridi Alcocer ) y luego se trasladó a México por la vía de la Constitución de Apatzingán en 1813: no antes, a pesar de todo, pero de ahí en adelante, como ocurrió en las Constituciones estatales.
Desde entonces en nuestras Constituciones está consagrada la libertad de expresión y de pensamiento, aunque Hidalgo ya ejercía este derecho en su “Despertador Americano”, ejemplo de periodismo que busca justicia. De todos modos todo esto fue y ha sido un triunfo de la razón, del juicio, de los derechos y las libertades y las responsabilidades de nuestro tiempo
Si. Pero no. Libertades en peligro
Resulta que a pesar de las luchas históricas y la letra de la ley y su reglamentación, la situación de la libertad de prensa y de expresión está en peligro.
¿Fue siempre así? Digamos que casi siempre ha sido así. No olvidemos que con mucha frecuencia el enemigo público número uno de la libertad de expresión es el gobierno en el poder cualquiera que sea su signo de interrogación: A éste no le gusta esa libertad y la sobrevive a regañadientes, pero como es un juicio ganado, en México por lo general se tolera y entre nosotros los periodistas se prohíja.
Ahora bien. Quienes hemos trabajado en los medios de comunicación mexicanos durante más de treinta años –como es mi caso-, somos testigos de que había reglas que cumplir: en nuestros comienzos los medios más liberales decían que podíamos publicar todo, aunque: se repetía la cantaleta de entonces:
—Ni el presidente
—Ni el Ejército
—Ni la Virgen de Guadalupe:
No se tocan. ¿Era un mito esto? No lo sé; lo que sí se es que de pronto se comenzó a hablar fuerte de lo que hacía el presidente y desde 1968 el Ejército mexicano dejó de ser intocable, sobre todo, también, cuando comenzó el gobierno del señor Calderón y sacó de los cuarteles a las tropas a su mando para mandarlas a una guerra que hoy nos parece interminable y que ha costado 60 mil muertos, aunque recientemente una publicación internacional anotó que su información habla de 75 mil: no todos ellos maloras, malandrines o integrantes del crimen organizado.
Saltarse las trancas
En todo caso, para 1978, que es cuando por primera vez pisé la redacción de un periódico, como era el UnomásUno de entonces, uno no se podía uno saltar las trancas fácilmente. Me tocó en suerte trabajar con gente creativa y con un sentido de la libertad renovado:
Estaban ahí don Manuel Becerra Acosta, Miguel Ángel Granados Chapa, Carlos Payán, don Fernando Benítez y muchos más de este color.
Y cuando uno se saltaba las trancas, y si no había mentido, se contaba con el director, como aun ocurre en muchos casos.
Todavía recuerdo el discurso aquel en el que don Fernando recibió el Premio Nacional de Periodismo y en su discurso declaró enfático:
“Uno no tiene nada que temer a un jefe de Estado, si cuenta con su director”.
En todo caso, si algún periodista se saltaba las trancas el asunto no terminaba en la muerte del comunicador, del editor, o en agravio a las instalaciones de las casas editoriales con gente inocente y de trabajo adentro. Si, se terminaba con la gran regañada de nuestro director, o nuestro editor o con los famosos ‘descansos obligatorios’ por unos días…
Ya les he platicado que llegué a una redacción por primera vez en 1978. En realidad fue a dos al mismo tiempo: UnomásUno y Radio Educación.
Por aquellos años estaba yo como estudiante de periodismo en la UNAM y tuve la suerte de ser alumno de Miguel Ángel Granados Chapa. Me acerqué a él en la idea aquella de que los periodistas son como los gatos viejos: son huraños con los otros gatos viejos, pero tiernos con los gatitos. Y fue mi maestro dentro y fuera de las aulas. Gracias a él.
Él mismo, en clase, nos contaba aquellas historias truculentas de un viejo periodismo y los fines violentos de entonces en algunos casos.
Periodismo y heroísmo
Nos relataba lo ocurrido en los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, en el que este ejercicio con todo y su heroísmo en tiempos de controles feudales, aportaba a la cultura nacional personajes extremos: fue el caso de aquel famoso periodista argentino, nacionalizado mexicano, Carlos Denegri, a quien su esposa asesinó en San Ángel en el D.F., por cuestiones maritales; o como el señor Herrerías, quien fuera dueño de Novedades, muerto de forma violenta presuntamente por otro periodista; o como Edmundo Ziegner también muerto en condiciones inexplicables.
Si observamos, la mayoría de estas tragedias tenían que ver con asuntos que estaban casi a la vista: por rencillas, por excesos personales; por quítame estas pajas o por ahí
Ya fue otro tono el que tomó la muerte trágica de don Manuel Buendía el 30 de mayo de 1984 en la colonia Juárez del Distrito Federal. Este acontecimiento sacudió al país e hizo reflexionar respecto de las posibilidades del odio, en este caso en contra de un periodista serio que tenía una columna periodística muy influyente y que poseía una información que en aquellos años era privilegiada respecto de las actividades de la CIA aquí en México. Fue muerto de la forma en que la mayoría aquí presente recuerda.
Ahora son otros días de guardar
Hoy las cosas son diferentes. El agravio a periodistas tiene otros orígenes y otras connotaciones. Tienen que ver con una guerra que no es nuestra guerra. Tiene que ver con un país extraño y a veces irreconocible. Tiene que ver con un país diferente para el que ahora se nos pide visa…
Veamos algunos datos puestos a la vista.
En menos de cinco meses de este año, fueron asesinados 6 periodistas. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, dice que en México han sido asesinados 81 periodistas desde el año 2000 además de que 14 están desparecidos.
Amnistía Internacional ha pedido al gobierno de Felipe Calderón que redoble sus esfuerzos para proteger periodistas y defensores de derechos humanos y “detener esa clase de asesinatos, puesto que representan una grave amenaza a la libertad de expresión”
“En los seis asesinatos destacan el fracaso en proteger la libertad de expresión y para defender a los empleados de los medios de comunicación de amenazas y violencia cuando llevan a cabo sus labores” dijo Rupert Knox de Amnistía Internacional: “Rara vez los responsables de los crímenes son identificados, lo que ha contribuido a crear un clima de miedo y vulnerabilidad en los periodistas”
Periodistas muertos reciente
La periodista Regina Martínez, corresponsal de Proceso en Veracruz, fue hallada muerta la tarde del 14 de abril de 2012. Tenía treinta años como periodista. Fue corresponsal de La Jornada y colaboradora en varios medios locales. Era especialista en temas relacionados con la inseguridad y el narcotráfico.
El jueves 3 de mayo fueron encontrados los cadáveres de cuatro periodistas, también en Veracruz: Gabriel Huge, quien colaboró en el diario NotiVer; Guillermo Luna de VeracruzNews. Esteban Rodríguez que había trabajado en Diario AZ e Irasema Becerra, de las oficinas del diario Dictamen.
Y antes, Yolanda Ordaz, de NotiVer, quien había sido compañera de Gabriel Huge, fue muerta el año pasado y el subdirector de NotiVer, Miguel Ángel Velasco, fue asesinado por las mismas fechas junto con su mujer y su hijo…: Nueve víctimas en un año y medio tan sólo en Veracruz.
Mientras, el 29 de abril, a la muerte de Regina Martínez, el gobernador del estado, Javier Duarte, emitió un comunicado en el que “lamenta los hechos” en tanto que el 3 de mayo por la tarde, el Secretario de Gobernación “lamentaba la muerte de representantes de los medios de comunicación”.
Tan sólo para hacer un comparativo: En toda la II Guerra Mundial murieron 68 periodistas, 36 en la guerra de los Balcanes y en México en una década 81. Cambió el periodismo
Naturalmente todo esto ha cambiado la forma de hacer periodismo. En particular en las zonas, digamos, difíciles para los reporteros que son los que salen a la calle y traen la noticia de lo que ven y lo que escuchan.
Las fuentes dejan de serlo: Tienen miedo. No hay exclusivas. Y en muchos casos los textos tienen que aparecer sin firma, o “De la redacción”, con lo que se involucra tanto al medio como a todos los ahí presentes.
“Dejamos de firmar la información de alto riesgo, salimos a cubrir los sucesos siempre acompañados y nos avisamos unos a otros entre los distintos medios para ir juntos a ver un cadáver”, dice Luz del Carmen Sosa, periodista veracruzana, a el diario español El País.
De ataques, de agravios y de muerte a periodistas en los años recientes podríamos llenar un libro de muchas páginas y con letra chiquita. Porque, como se ve, tenemos a la vista un problema muy serio y de grandes dimensiones.
No sólo por la vida irrecuperable de quienes han muerto sino también porque hay muchas formas diferentes de perjudicar el trabajo periodístico, que es informar con libertad e informar la verdad de lo que pasa.
¿Quién agravia a los periodistas de hoy, a los reporteros, a los editores, a sus casas de trabajo? ¿Es solamente el crimen organizado quien ha cometido estos agravios? ¿Es alguien más, interesado, quien orienta la culpa de su agravio a ese crimen organizado? ¿Es un asunto de venganza personal? ¿Es la mezcla de todo ello? ¿Es una nueva época mexicana con mexicanos distintos? ¿Es casual que todo haya comenzado en 2006? Y a la manera de Alfonso Reyes: “¿Qué hicieron con este alto valle metafísico?”
¿Cuáles son las interpretaciones?
Mucho indica que los excesos evidentes comenzaron con el sexenio del presidente Felipe Calderón. El dice que el problema ya estaba ahí de antemano y que no se había hecho nada, o casi nada: Recordemos que antes de este gobierno hubo también un gobierno panista, el de Vicente Fox y antes aquella retahíla priísta interminable. Y si, parece ser que el problema es viejo, pero la nueva solución no ha sido la más apropiada
De todos modos los estudiosos han lanzado algunas interpretaciones del fenómeno criminal en México. Por supuesto, está la más inmediata, la de la patología, la de la descomposición mental que transforma los hechos en agresivos y por tanto hay que agredirlos; o bien por causas de inadaptación o simple y sencillamente porque se es malo de origen
Hay también el asunto que tiene que ver con la parte social. La de la enfermedad del cuerpo social. La que surge de inconformidades y se expresa en la rápida obtención de riqueza de una forma desesperada: “Prefiero vivir bien, un rato, y no morir en la miseria de tantos años, como mi padre” le contestó un recluso a Humberto Padgett en su libro que testimonia nuestros tiempos violentos.
Sin embargo, también tiene que ver en la interpretación sociopolítica, la de la pobreza que genera inconformidades, a veces pasivas, otras explosivas… No olvidemos que el número de pobres aumentó grandemente en los últimos años en México: 52 millones de pobres hay en México, 15 millones de los cuales están en la miseria. Aquí en Oaxaca están algunos de los pueblos más pobres de México y de América Latina.
Pero, como diría Perogrullo: “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”
Cuando se agravia a un periodista se agravia a un país en su historia y en su idea de presente; se agravia a la lucha por esas libertades; se agravia a la información y a la verdad; se agravia a quienes deben estar informados; se agravia a quienes habrán de construir a este país en base a esa misma información y se niega toda posibilidad de convivencia
Quienes agraden a periodistas en el ejercicio de su profesión están sobreponiendo sus intereses criminales, económicos o políticos particulares a los de todo un país y de toda una generación. El daño es irreparable y de largo plazo. Es doloroso pero también indignante.
Ley de Protección a Periodistas
El 24 de abril de este año, el Senado de la República aprobó expedir la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, según esto “para proteger, promover y garantizar los derechos humanos”, de esos sectores
“La ley avala que las agresiones contra defensores de derechos humanos o periodistas se configurarán cuando por acción u omisión se dañe su integridad física, psicológica, moral o económica o la de sus cónyuges, concubinas, concubinos, ascendentes y descendientes”. Se sabe que ha pasado a la Cámara de Diputados y, por lo tanto, no se ha publicado.
Es un acto reconocible, pero aun fallido. Los, senadores, aprobaron una ley que nos protege a los periodistas Pero ¿deveras se garantizará la integridad física y patrimonial de los periodistas en tiempos de guerra? ¿En verdad esto va a solucionar el problema?
La respuesta es difícil, incluso para nosotros. ¿Qué solución esperamos?
Periodistas en régimen de terror
A lo mejor una muy sencilla: La de que el gobierno asuma su responsabilidad de Estado en el sentido absolutamente weberiano y nos garantice la seguridad en nuestras libertades a todos y, de ahí, debe garantizar que el periodista -todos los periodistas de México- llegaremos a casa con bien luego de la labor realizada…
Sin embargo esto no es así.
Hoy en México, en este mismo momento, muchos periodistas están sufriendo agresiones extremas. Viven en el terror. Realizan su tarea con miedo. Están en terreno minado. Son perseguidos. Son observados. Están amenazados por el sólo hecho de informar lo que ocurre. Y ya hemos visto las 81 consecuencias
Increíble que así sea cuando se supone que hay instituciones que deberían estar al pendiente de prevenir cualquier agravio, de protegerlos, de ubicarlos en los espacios de las garantías constitucionales
Increíble, también, en un país en donde existen 31 comisiones de los derechos humanos, además de la nacional y que se sigan cometiendo atentados a los derechos humanos de periodistas, no sólo en su integridad física o su patrimonio, sino en su fuente de trabajo
El gobierno y el Estado deben poner todos sus instrumentos de seguridad, de prevención y justicia para garantizar la libertad de expresión, base de todas las libertades, en las personas que tienen la vocación y responsabilidad de informar, de analizar, de cronicar, de fotografiar, de grabar, de editar, de organizar y trasladar esa información a una sociedad que debe contar con este elemento como base de su criterio democrático.
No quiere decir esto que seamos seres de excepción que pedimos trato especial. No. Nosotros, como todos los mexicanos, necesitamos esas garantías de protección, pero se da la casualidad de que nosotros, por desgracia, somos más frágiles porque en nuestra tarea confluye todo: el hecho de gobierno, la tarea cumplida o incumplida de gobierno, lo que hacen los actores políticos, sociales, empresariales, el individuo y los individuos que se asocian para cometer delitos: Todo confluye para que nosotros informemos.
Y, de grado o por fuerza estamos en todo ello, y tenemos que cumplir con rigor nuestra tarea. Sólo así la sociedad confiará en nosotros. Sólo así ayudamos a esa sociedad. Y, por lo mismo, esa sociedad nos exige. Y nos reclama. Y nos dice cuándo está de acuerdo con nosotros o no
Propagandistas y voceros
También, claro, hay periodistas que se pasan de listos e intentan medrar en su beneficio y se vuelven voceros del poder o del dinero. También los hay. Habría que reflexionar si en efecto están haciendo un trabajo periodístico o bien están haciendo apología o propaganda, que como se sabe, son cosas ajenas al periodismo
Pues bien: todo esto nos hace más frágiles. ¿Cómo debe hacerlo? Todo lo que se haga debe contar con la participación de nosotros, los periodistas, porque con mucha frecuencia se diseñan leyes, mandatos, reformas, obligaciones y derechos sin contar con la opinión de quienes habrán de someterse a los designios legislativos.
Somos los periodistas quienes debemos participar en lo que serán las leyes de protección a periodistas, como por fortuna ya se ve en Oaxaca en donde un grupo de nuestros colegas están haciendo su propuesta al Congreso Estatal y en lo que mucho tiene que ver el presidente de la Asociación de Periodistas de Oaxaca, don Abraham Cruz García, convocante a estas Jornadas de Comunicadores en Defensa de la Libertad de Expresión.
Aparte de esto: ¿qué estamos haciendo nosotros por nosotros? Poco, o nada. Acaso firmamos desplegados para mostrar indignación por lo que pasa y acaso cada uno, por su cuenta, escribe su criterio al respecto, pero poco hacemos de forma eficiente para exigir prevención, seguridad y no a la impunidad.
No hemos construido redes de solidaridad y apoyo mutuo eficientes. No hemos construido el cuidado de nosotros mismos con base en el apoyo gremial de exigir garantías al gobierno y al Estado
Esperamos la solución, pero no participamos en ella aparte del dolor que nos causa el daño a nuestros colegas.
Las leyes se hacen para que los hombres las cumplan: pero son los hombres las que las construyen, y nosotros, como periodistas debemos participar en su diseño porque sabemos de qué se trata este jaleo.
Periodismo, eutanasia en regiones
En muchos lugares de México hacer periodismo es cometer eutanasia. Esto es lamentable, pero es. Y debe conmovernos, debe obligarnos, debe llevarnos a la solidaridad humana y gremial a apoyar a quienes están en esta situación
Debemos exigir y debemos construir. Debemos hacer y verificar que los gobiernos federal, estatales y municipales cumplan con su responsabilidad de garantías individuales, prevención, seguridad, justicia en materia de periodismo y libertad de expresión.
Mientras tanto, vamos a hacerle caso a don Renato Leduc: “El periodismo es una profesión amarga, pero de muy dulces recuerdos”.
Ponencia presentada durante las
Jornadas de Comunicadores en Defensa de la
Libertad de Expresión.
Oaxaca, Oaxaca, junio de 2012.